Si la mejora exige el cambio y este la asunción del riesgo, solo quienes lo acepten contarán con oportunidades de progreso y consecuentemente de éxito. Por tanto, éxito y riesgo caminan de la mano en una asociación que tiene vigencia desde el comienzo de la civilización humana… aunque su práctica efectiva se reduzca a la voluntad y saber hacer de solo unos pocos.
Hoy vengo a tratar un asunto que por su relevancia me encuentro frecuentemente en mis sesiones de Coaching: el deseo de mejora integral y rápida de nuestra vida. Deseo que normalmente no suele acordarse de la dificultad que ello comporta y consecuentemente viene a derivar en muchas frustraciones que finalmente llevan a la desmotivación claudicante.
En 1981, John Adams, profesor de la Universidad College de Londres publicó un estudio que explicaba como las personas se enfrentan al riesgo. Las conclusiones finales afirmaban que todos tenemos un particular “volumen vital de riesgo asumido” que nos caracteriza y que repartimos entre todas las áreas de nuestra vida de forma homeostática. Por ejemplo, quien goza de estabilidad y seguridad en su trabajo puede tender a buscar en su vida personal actividades excitantes que lleguen a cubrir su tasa vital de riesgo… y viceversa.
A estas conclusiones llegó el profesor Adams comenzando con experimentos tales como la comprobación de los diferentes estilos de conducir de una persona en vehículos con ABS y sin este mecanismo de seguridad. La mayoría conducía más rápidamente cuando lo hacía con ABS al objeto de compensar esta ventaja y así mantener un mismo nivel de riesgo asumido.
De todo esto podríamos concluir que el umbral de riesgo total que cada persona está dispuesta a asumir en su vida es el que marca su techo de concesión al cambio y por tanto al progreso. Como quiera que ese umbral es aproximadamente fijo o constante en cada cual, la solución estará en quitar riesgo de allí para ponerlo aquí. Es decir, compensar riesgos hacia donde convenga.
La forma práctica de instrumentarlo no es complicada procedimentalmente (si lo es en la práctica efectiva) y comienza definiendo que áreas de nuestra vida precisan de mayor mejora y cuáles no tanto, olvidándonos de estas últimas para dejarlas como están y concentrarnos en las primeras. Después, identificando objetivos de mejora (divididos en tareas más sencillas a realizar) que impliquen cambios significativos para las áreas prioritarias, asumiendo siempre el riesgo de no acertar (riesgo que debe ser descontado previamente al comienzo de cada tarea). Finalmente poniéndose en acción, para lo cual es imprescindible el seguimiento constante de las tareas comprometidas utilizando el recomendable método del cumplimiento de la fecha límite que previamente les habremos asignado.
El poeta y dramaturgo francés Pierre Corneille (1606-1684), contemporáneo de Molière y Racine, dijo…
“Conquistar sin riesgo es triunfar sin gloria”
Saludos de Antonio J. Alonso