Revista Educación

La comunicación con los hijos adolescentes

Por Mónica Soldevila @mosolvi

Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado.

Epicteto de Frigia

Adolescentes

¿TIENES PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN CON ELLOS?

No entiendo a mi madre. Se queja de que no le cuento nunca nada, de que no confío en ella, que mis amigos saben más cosas de mi vida que ella…

Pero en realidad, muchas veces sí que me apetece contarle mis cosas. Lo que ocurre es que cuando empiezo a hacerlo, no siento que me escuche.

Entiendo que esté cansada cuando vuelve del trabajo, que en casa seamos cuatro personas y haya muchas tareas que hacer continuamente, pero siempre que lo intento, nunca tiene un momento para escucharme, por lo que he decidido contarle lo justo“.

Comunicarse con los hijos durante la adolescencia no es una tarea fácil. En esta etapa, nuestros hijos dejan de ser niños y poco a poco aprenden a comportarse como adultos autónomos e independientes. Este tránsito es difícil para ellos, pero también para nosotros, porque queremos que alcancen la edad adulta de la mejor forma posible.

Aunque el “manual para la comunicación perfecta con nuestros hijos” no existe, sí que podemos intentar que ésta sea lo más óptima posible siguiendo una serie de pautas que te ayudarán a conseguir que con el tiempo, sea tu hijo el que comience vuestras conversaciones en el mayor número de ocasiones.

PAUTAS PARA MEJORAR LA COMUNICACIÓN CON TUS HIJOS/AS

ESCÚCHALE

Para que la comunicación entre tu hijo y tú sea lo más fluida posible, es esencial, que encuentres tiempo para oírle, y oírle de una forma que exprese tu interés y disposición. Cuando nos detenemos y escuchamos a alguien, le estamos diciendo: “Eres importante. Lo que dices me interesa. Tú me interesas”.

CÓMO ESCUCHAR A TU HIJO:

Asegúrate de que estás preparado para oírle. Cuando llegamos de trabajar, es posible que necesitemos un tiempo para recuperarnos de la jornada laboral, y así poder centrar nuestra atención en otras cosas.

Presta toda tu atención a tu hijo, aunque sólo sea durante cinco minutos después de venir del instituto / colegio. Siéntate con él y escúchale.

Intenta eliminar todas las distracciones que puedas. Si por ejemplo te suena el móvil, dile a quien te llama que le llamarás en cinco minutos. Si otro de tus hijos reclama tu atención dile que estás hablando con su hermano, que en cinco minutos le atenderás. Si no puedes eliminar las distracciones, dile a tu hijo que le dedicarás esos minutos más tarde.

Practica la escucha activa. Hazle preguntas, aclárale situaciones, responde mirándole a la cara siempre. Dale a tu hijo indicios de que estás interesado en lo que te está contando, preguntándole más detalles de algo que te está contando o que te ha contado en otra ocasión. Él se sentirá importante porque le escuchas y recuerdas las cosas que te cuenta.

Invita a hablar a tu hijo. Empieza haciéndole preguntas abiertas, y luego síguele la pista de lo que te va contando.

QUÉ ESCUCHAR:

Escucha el núcleo central de la historia. Cuando tu hijo está hablándote, hacerse mentalmente preguntas de este tipo te puede ayudar: “¿Por qué razón esto es importante para él?”, “¿Qué está intentando decirme?”, “¿Me está contando sus planes?” Pregúntale acerca del núcleo de la historia e intenta no distraerte con los detalles.

No pienses que tienes que solucionarle las cosas. Es importante que mientras le escuchas, evites darle consejos o resolverle el problema. A parte de que no interrumpirás su discurso, le darás la oportunidad de encontrar la solución por sí mismo.

Es normal que quieras ayudarle a solucionar un problema, o temas que sea demasiado joven para saber solucionar algunas cosas, pero algunas veces, tu hijo no te estará pidiendo una solución, te estará contando una experiencia. Si es oportuno, después de que haya tenido suficiente tiempo para expresarse, puedes ayudarle a explorar las posibles soluciones al problema.

Atiende y responde a los sentimientos de tu hijo. Cuando estés escuchándole, no prestes atención sólo a sus palabras, sino también a los sentimientos que expresa. Busca pistas en su postura física y en su tono de voz. Respóndele a los sentimientos que observes así como a la historia que estás oyendo.

ACEPTA SUS SENTIMIENTOS

A menudo queremos evitar que nuestros hijos tengan sentimientos dolorosos y tristes. Con la mejor intención, les decimos cosas como “no estés triste, no pasa nada si no le gustas a ese chico, estoy seguro de que hay un montón de chico/as que querrían salir contigo”, cuando es muy probable que en este caso a nuestro hijo no le importe en absoluto el resto de chicos del mundo, y lo único que necesite es que le escuchemos.

Estas son algunas formas de ayudar a hijo a afrontar sus sentimientos:

Anímale a expresar sus verdaderos sentimientos asegurándole la privacidad y tiempo necesarios para que exprese lo enfadado, triste o frustrado que se siente.

Ayúdale a que encuentre diferentes formas de expresarse, por ejemplo, los deportes y otras actividades físicas intensas pueden constituir otra salida para estos sentimientos intensos.

Aliéntale a utilizar su imaginación para expresar sentimientos: “¿Qué te hubiera gustado haber dicho o hecho?”

Cuéntale una historia tuya en una situación similar, sintiendo cosas similares “Recuerdo cuando tenía tu edad que mi hermana solía hacer x cosa y a mí no me gustaba nada”. Tu hijo puede sentir que no está solo en sus sentimientos y lo más probable es que se reconforte pensando que le comprendes.

(Pero ten cuidado cuando le cuentes algo tuyo, no se vaya a convertir en el centro de la conversación, o se vaya a utilizar para minimizar el malestar de tu hijo).

Sé un buen modelo para él a la hora de afrontar tus propios sentimientos negativos intensos.

Ayuda a tu hijo a sentirse bien consigo mismo incluso en situaciones de derrota o decepción. “No has ganado el partido, pero has mejorado un montón en tu habilidad con el balón. Cuando adquieras más destreza no va a haber quien te pare”.

UTILIZA UN LENGUAJE RESPETUOSO CON ELLOS

Es importante tener claro que no somos amigos de nuestros hijos, somos sus padres, por lo tanto, debemos de utilizar un lenguaje propio de padres, no de “colegas”, pues ello no facilita que nos vean como sus figuras de autoridad.

Utilizar un lenguaje respetuoso, tanto en su forma como en su contenido, propiciará que tu hijo también lo utilice con nosotros.

Tener en cuenta las siguientes consideraciones te ayudará a conseguirlo:

Describe la conducta de tu hijo que te gustaría corregir en vez de “ponerle un adjetivo”, de esta forma distinguirás su valía personal de su conducta, y no se sentirá “atacado”.

Expresando cosas tales como: “Alfonso, tu habitación está desordenada, hay que recogerla antes de salir”, conseguirás probablemente que la recoja antes que diciéndole: “Alfonso, ¡eres un desordenado!” El describir la conducta (lo que has visto u oído, lo que ha sucedido), ofrece a tu hijo un feedback preciso sobre su forma de actuar y sobre cómo afecta a otros su conducta.

El lenguaje que utilices con tu hijo es un lenguaje que comunica algo acerca de ti mismo. Expresa tu aprecio, gozo, desaprobación o enfado. Comunica tus motivos para querer que se haga algo o tu reacción a la situación.

A los jóvenes les resulta más fácil satisfacer las expectativas y evitar el conflicto cuando saben por qué las personas de su entorno reaccionan como reaccionan.

Reconoce sus sentimientos. Intenta ponerte en su lugar aunque no compartas su opinión acerca de lo que te está contando.

Cuando estés muy enfadado por algo que ha hecho tu hijo, intenta en la medida que sea posible posponer la conversación diciéndole que estás demasiado enfadado para hablar de lo que ha hecho en ese momento.

De esta forma además de evitar castigos desmesurados basados en tu emoción, no en la actuación errónea de tu hijo, le proporcionarás un ejemplo de autocontrol y de equidad que a largo plazo dará sus frutos.

ELOGIA A TU HIJO

Sé generoso a la hora de elogiar a tu hijo. Ello facilitará que se sienta bien consigo mismo, y en consecuencia, vuestra comunicación será más fluida, pues sentirá que valoras sus esfuerzos y avances.

Esto no significa que tengamos que elogiarlos continuamente, sin que haya un motivo que lo justifique, pues se conseguiría el efecto contrario.

El elogio excesivo y poco sincero incomoda a los adolescentes.

Te proponemos tres sencillas reglas que te ayudarán a usar el elogio de forma adecuada:

A la hora de elogiar a tu hijo describe lo que ves: “Veo que pese a haberte llamado tu amiga Isabel para ir al cine, has preferido estudiar para tu examen de inglés”.

Describe cómo te sientes tras observar lo ocurrido: “Estoy muy contenta de ver que has pensado salir en otro momento”

Sintetiza la conducta que elogies de tu hijo en pocas palabras: “Has decidido quedarte en casa para estudiar en vez de salir al cine. A eso lo llamo yo sentido de la responsabilidad”.

CORRIGE A TU HIJO TANTAS VECES COMO CREAS NECESARIO

Muchas veces los padres pensamos que una de las causas de los problemas de comunicación que acontecen en la adolescencia es la desigualdad de opiniones con nuestros hijos.

Creemos que como no les permitimos llegar a casa a la hora que les gustaría, como controlamos su gasto de móvil, su forma de vestir, se sienten a disgusto, y como consecuencia, están en desacuerdo con la mayor parte de cosas que les decimos.

Evidentemente, a nuestros hijos les gustaría llegar a la hora que quisieran, vestir como les apeteciera de la misma forma que nos hubiera gustado a nosotros a su edad, pero esto no es motivo suficiente para que nuestra comunicación se vea afectada.

Los chicos adolescentes necesitan reglas y límites. En los casos en los que esto no ocurre aparecen sentimientos de abandono. Necesitan saber que sus padres están ahí, pendientes de lo que pueda ocurrir.

Debemos de desterrar las ideas relacionadas con que la posible subordinación ocasiona futuros “traumas” en nuestros hijos, nada más lejos de la realidad.

Siguiendo estos cuatro pasos a la hora de dar correctivos, evitarás numerosas discusiones y resistencias y proporcionarás un tipo de comunicación clara a tu hijo.

Describe su conducta con un lenguaje no valorativo: “La habitación no está recogida aún”.

Exprésale una razón para el cambio conductual: Exprésalo simple y directamente: “Me preocupo cuando llegas tarde”.

Reconoce sus sentimientos: “Ya veo lo enfadado que estás”.

Formúlale claramente lo que esperas de él: “Necesito que vengas a ayudarme ahora”.

Los tres ejercicios siguientes te ayudarán a que practiques la forma de corregir a tu hijo:

Atiende a las interacciones padres-hijo cada vez que las presencies en el supermercado, con amigos. Atiende no sólo a las palabras, también al tono. ¿Utilizan descripciones o valoraciones? ¿Está el adulto teniendo en cuenta los sentimientos del adolescente? ¿Formula el padre claramente sus expectativas? Piensa si la interacción tiene probabilidades de fomentar la comunicación entre padre e hijo.

Anota tres interacciones de las que has observado. Más tarde representa mentalmente la escena utilizando los cuatro pasos recomendados a la hora de dar correctivos.

- Presta atención a las interacciones con tu hijo. Cuando utilices con éxito todos los pasos en la aplicación de correctivos, fíjate en la diferencia de respuesta por su parte. ¿Hay menos conflicto, menos discusión, menos resistencia? Fíjate en cómo te sientes cuando reconoces sus sentimientos.

- Piensa en los momentos en los que te ha costado más seguir estos pasos. Es posible que coincida con momentos en los que estés muy enfadado, o pasando por una situación difícil, como problemas en el trabajo.

Cuando uno “estalla”, es útil, más tarde, repasar mentalmente la interacción y reescribir la situación utilizando los pasos anteriormente señalados. Te resultará de utilidad planificar de antemano una situación que creas que va a ser conflictiva.

Existen reglas que pueden admitir algún tipo de concesión, como las referidas a la vestimenta, las obligaciones en casa, las visitas a los parientes, incluso la hora de llegar a casa. Pero en las que afecten a la seguridad física o emocional de tu hijo (consumo de alcohol, hacer auto-stop…) o a los valores o creencias familiares (organizar fiestas sin consentimiento, traer el novio/a a casa sin permiso..), no se deben admitir negociaciones.

SOLUCIONES CONSENSUADAS

En los casos en los que sea posible una negociación con tu hijo practícala siguiendo los siguientes pasos:

Deja que tu hijo exponga su punto de vista.

Expón a continuación tu punto de vista.

Invita a tu hijo a buscar soluciones consensuadas.

Anota todas las ideas sin enjuiciarlas y sin dar tu opinión acerca de las mismas.

Revisa la lista y decide cuáles son las más viables, para intentar llegar a un acuerdo.

Post relacionado FASES DE LA ADOLESCENCIA

FUENTE: www.cece.gva.es


Volver a la Portada de Logo Paperblog