por Carlos Folle y Andrea Delucchi
En empresas familiares es posible identificar características que se repiten. Así podemos nombrar elementos como (i) la participación de al menos un miembro de la familia en el gobierno o administración, (ii) control de la propiedad en manos de la familia, (iii) la intención de perdurar en el tiempo, (iv) coincidencia e inter-relación de los participantes en los ámbitos de la familia, propiedad y empresa y (v) la vinculación –en menor o mayor grado– entre los objetivos de la familia y la empresa. La felicidad de la primera y el éxito de la segunda.
Sin embargo, en esta instancia pretendemos poner atención en otro tema que normalmente se da por sentado y no es tratado con la importancia que se debiera: la calidad de la comunicación en la empresa familiar. Conforme la empresa familiar y la familia crecen, y miembros de esta última se integran a la primera, para con el tiempo integrar sus cuadros directivos, es que esta situación empieza a darse con mayor importancia.
Veamos un ejemplo. Padre cofundador con su esposa de una exitosa empresa familiar. El hijo mayor –luz de los ojos del padre– que se incorpora a trabajar en la empresa. El segundo hijo varios años menor, con una historia más tormentosa y poco comprometida, preferido por la madre. Pasa el tiempo y el padre enviuda. El hijo mayor quiere tomar las riendas de la empresa, cosa que el padre suelta gradualmente porque a pesar de su preferencia ve que su hijo no calza los puntos. Con la muerte de la madre, los dos hijos pasan a ser socios de su padre –y el hijo menor se incorpora a trabajar en la empresa, en una posición secundaria–. Pasan unos años y la situación económica se torna adversa. El hijo mayor comete errores estratégicos. La empresa recorta dividendos. Aparece un comprador traído por el hijo menor. El hijo mayor –si bien puja por el poder con su padre– está cómodo y no quiere perder su estatus en la empresa. El hijo menor que siempre se sintió ninguneado –considerado como el que no sabía nada y que todavía le faltaba mucho por aprender– quiere hacerse de su parte y vender. El padre no quiere vender para no perder el control sobre sus hijos. Consecuencia: gran batalla familiar.
Cada uno tiene “su verdad” sobre la situación. Una misma situación vista en forma antagónica según a qué individuo se le consulte, teniendo presente que todos son capaces de fundamentar su posición.
El resultado es de mucho riesgo para el futuro tanto de la familia como de la empresa familiar. Por lo tanto se torna imprescindible identificar el origen de esas diferencias y entender que normalmente están asociadas a instancias que no tienen nada que ver con el punto actual, difieren en el tiempo y en el fondo. La explicación puede no ser compleja, pero el llegar a entender cuál fue el motivo, requiere de mucha paciencia, dedicación y diálogo. Situaciones de la infancia vividas en la familia repercuten en posturas en la empresa o viceversa, decisiones en la empresa que repercuten en conductas a nivel familiar.
El “detonante” de la situación puede tener mayor o menor importancia. En este caso estamos ante la posibilidad de vender la empresa. Sin embargo puede ser por hechos mucho menores y a la vez tener raíces mucho más profundas.
La importancia de la comunicación en las EF
Las familias (y sus miembros) difieren ampliamente en el tono emocional de sus interacciones: cálido o frío, cercano o distante, hostil o amistoso y dependerá del “grosor de la piel” o sensibilidad de sus integrantes el hacer distintas lecturas, y esto junto con los siguientes elementos hacen a la calidad de la comunicación. La comunicación debe ser honesta, abierta, consistente y con el tono y respecto adecuado. Si no soy veraz, claro y explícito sobre cuáles son mis verdaderas motivaciones para tomar una determinada postura, esto puede llevar a falsas elucubraciones o reacciones destempladas por parte de los demás miembros. También se requiere de la consistencia en el opinar. Tiene que haber una línea de opinión y acción. El estar cambiando permanentemente de posición solo puede traer aparejado desconfianza. Finalmente el tono de la comunicación. Aquí influyen tanto lo gestual como el contenido, el lenguaje y la ocasión en que se comunica.
La comunicación, la transparencia y la confianza son todas características que deben trabajarse en cualquier ámbito pero que entre los miembros de la familia vinculados a la empresa familiar adquieren mayor relevancia. Los valores en juego son muchos, recuérdese que estamos ante conductas o consecuencias que van a afectar los ámbitos de la familia, la empresa y la propiedad. Esto no se da en otro tipo de negocio.
Una misma propuesta de negocio planteada ante los mismos integrantes de la familia puede tener una respuesta absolutamente distinta según quien la presente y si no hay claridad en la comunicación, las reacciones podrían ser muy distintas y motivo de conflicto.
Esto es, será mucho más fácil dirimir diferencias entre los integrantes si ha existido ámbitos de comunicación donde cada persona ha podido “oír, opinar y discrepar” que si el funcionamiento ha sido basado en los “roles” que tiene cada uno dentro del ámbito que se desarrolla y no se ha considerado realmente los derechos que tiene cada miembro.
La conclusión final, y consejo para las empresas familiares en general, es destacar la importancia que tiene instaurar en el centro de cada área (familia, empresa y propiedad) una instancia de diálogo, de comunicación, de pertenencia, donde –más allá de la finalidad que pueda perseguir cada integrante– cada uno pueda expresar y manifestar sus opiniones y objetivos, para sensibilizar la importancia que tiene el hecho de pertenecer a esa empresa; los derechos y obligaciones que genera dicho vínculo y asumirlo con compromiso, afecto y dedicación.
Fuente http://socrates.ieem.edu.uy/2013/10/la-comunicacion-en-la-empresa-familiar/