Ella tan limpia, tan aseada, tan dama-dama, tan poti-poti, tan pijita, tan chica bien, no puede resistir la impudicia, la miseria, la vergüenza y la suciedad de Madrid.
Porque ella además de ser Concejala del Medio Ambiente, es del ambiente entero. Del ambiente chic, del glamuroso, del de la Almudena y el Escorial, y no de los desmedrados y de los pestilentes.
Porque aunque ustedes no lo crean, hay personas capaces de cambiar la imagen de la ciudad. Esa ciudad que debe ser de museo, limpia, serena, rica, barriosalamanquesa. ¡Ay si ella fuera Berlusconi o Sarkozy! Todo quedaría limpio.
Y es que si Madrid huele a rata, a rancia, a cloaca, a miseria, a guarrería, es a pesar de autoridades como la Sra. Botella de Aznar, siempre preocupada de que todo esté limpio, limpísimo, hasta el alma de los corruptos. Todo como la patena.
La muy señora del mesié de los abdómenes de chocolate es sobre todo limpia, muy limpia, por fuera, que dentro ya se encarga su pater de limpiarla en el confesionario. Una santa, una verdadera santa que tiene que aguantar las críticas injustificadas. Por ejemplo, ahora van esos desalmados de Izquierda Unida y dicen que Madrid está sucio. Como si no supieran que la culpa es de los indigentes, de los mendigos, de esos pordioseros que lo dejan todo perdido. Y es que hay doscientas personas que te ponen todo como puta por rastrojo. Doscientos indeseables que hacen que este Madrid, de más de tres millones sea invivible. Son capaces de dormir en la calle, o en el metro o en una cabina. Hay que ser desalmados. Ellos, junto a unos graffiteros ensuciaparedes y unos turistas descuidados hacen inútil su trabajo. Ella que se encarga de pasar la fregona todas las mañanas.
Pero lo que más le duele es que esa desfachatez de fiesta, que se celebra las noches del fin de semana, se llame como si fuera su hijo: “Botellón”. Otra desconsideración que seguro que ha ideado la izquierda. Esa izquierda que pretende dar lecciones de limpieza a la gran señora, Marquesa de las Manzanas y las Peras.
No me extraña que la señora se queje, después de haber vivido la gloria de ser presidenta consorte de Ejjpaña, de estar a punto de ser alcaldesa y de haber vivido las glorias de El Escorial, ahora resulta que estos desgraciados le ensucian la ciudad. No me dirán ustedes que no es para cabrearse.
Y es que esto es el colmo. El mundo al revés. ¿Dónde iremos a parar?
Salud y República