Por ello, como he comentado en post anteriores, el consumo de pescado azul es especialmente beneficioso para quienes sufren alteraciones circulatorias. Y de hecho, en caso de enfermedad cardiaca o alteraciones de los niveles de grasas y colesterol, conviene aumentar el consumo de pescado azul, siempre que sea posible, pasando de las dos ingestiones habituales en nuestro país por semana hasta las cuatro.
La proporción de ácidos grasos omega-3 depende intrínsecamente de diversos factores que afectan al pescado:
- La edad y el tamaño: A más edad y peso, mayor proporción de grasa.
- La época del año de pesca: Algunas especies acumulan más grasa en determinadas estaciones, por ejemplo la caballa contiene el doble de omega-3 en otoño que en invierno.
- El medio en el que viven: Los pescados marinos contienen más omega-3 que los de agua dulce.
- La temperatura del agua: Los de aguas frías, como el salmón y la caballa, son más ricos en este nutriente.
- La alimentación del pez: Los que se alimentan de plancton, muy rico en omega-3, como las anchoas, el bonito o el atún, tienen mayor cantidad de este ácido graso.
- El estado de desove: Los pescados acumulan grasa como reserva de energía antes de la puesta de los huevas.
- La distancia recorrida antes del desove: El Salmón Rey, a diferencia del Salmón Rosa, cuenta con grandes depósitos de grasa porque recorre mayores distancias antes de desovar.