Revista Salud y Bienestar

La conciencia de la pérdida

Por Pedsocial @Pedsocial

(Hace unos días al hablar de la pérdida de conciencia prometí hablar de lo mismo con los términos invertidos: La conciencia de la pérdida)

La conciencia de la pérdida
La vida es un balance de pérdidas y ganancias, aunque no simpre seamos capaces de valorar exactamente cada una de ellas. Los niños, en su inmadurez, contabilizan de forma imprecise esos balances.

Para un neonato su mundo apenas se extiende más allá de la “teta o no teta”. Ninguno nos ha explicado con exactitud la diferencia entre “teta” y “no teta” cuando ésta es substituida por un biberón de plástico porque la elección no existe: o biberón o inanición.

Pero ya más adelante en la vida los niños van a experimentar con diversa fortuna que los avatares de la vida determinan pérdidas y ganancias diversas. Obviamente no todas las pérdidas y las ganancias son comparables. En muchas el dramatismo es innegable, pero estarán de acuerdo que, en general, los niños aceptan más los cambios interpretándolos a menudo como pérdidas en su pequeña balanza personal. Como se ha dicho, los niños son más bien “conservadores” (sensu lato, que no está esto para política). Se resisten a los cambios por que les generan inseguridad, incertidumbre, de manera que pueden entender cada cambio como una pérdida. Al menos una pérdida del status quo.

Los cambios de domicilio con lo que comportan de cambios de escuela y amigos o compañeros, los cambios en la composición familiar, ya sean por adición—nuevos hermanos—o por substracción: divorcios y separaciones, o fallecimientos, pueden generar graves sensaciones de pérdida, algunas y lamentablemente irreparables.

Otras veces son pérdidas que los adultos valoramos como menores: un objeto, un juguete, una mascota, porque realmente lo son, pero que para los niños pueden tener carácter de irremediable, incapaces como pueden ser de vislumbrar un futuro de compensación o reposición.

En una sociedad de abundancia, los niños tienen más “cosas” que perder, mientras que en situaciones de precariedad, la continua experiencia de la pérdida por ausencia puede producir esa mirada vacía de los desposeídos.

Los adultos debemos enseñar a los pequeños la fugacidad de las cosas y la realidad de las pérdidas, sobre todo de las cosas materiales y aprender a valorar el impacto de cada pérdida, por pequeña que sea, en los sentimientos del niño. Conseguir convertir cada pérdida inevitable en una experiencia de la que recuperase es el reto.

X. Allué (Editor)

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Sin embargo hay una pérdida deseada: la de peso!!

La conciencia de la pérdida


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