Revista Maternidad

La conciliación familiar

Por Sandra @sandraferrerv


La crisis, la política y la maternidad, o sobre los pasos del nuevo gobierno hacia la conciliación

 

No me  gusta hablar de política. Hace tiempo que he perdido la fe en los políticos. Básicamente desde que la política se ha convertido en una carrera en la que no hace falta ni estudios ni idiomas ni, en muchos casos, dignidad ni ética. 

En el fondo de mi memoria quedó grabada una idea cuando estudiaba en el instituto y nos enseñaban los orígenes de la democracia y de la política en la Antigua Grecia: los que se dedicaban a la 'política' no ganaban nada por ello, lo hacían por vocación a la 'polis'. Aquellos griegos posiblemente se estirarían de los pelos al ver en lo que se ha convertido hoy día su original democracia. A lo mejor aquello tampoco era cierto; a lo mejor mi memoria ha tergiversado la realidad. A lo mejor. Pero creo que no. 

La cuestión es que estos días, una vez más, he perdido la fe en los políticos. El jueves pasado nos despertamos con las esperanzadoras palabras de la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato. Ante la Comisión de Igualdad de la Cámara Baja anunció una serie de medidas que, si se llegasen a cumplir, quizás la situación de la mujer-madre-trabajadora-dentro-y-fuera-de-casa mejoraría sustancialmente: igualdad de sueldos, flexibilidad de horarios, guarderías en los centros de trabajo, posibilidad de teletrabajo… vamos, un mundo ideal para la conciliación familiar y laboral. Algunos grupos de la oposición aplaudieron las propuestas pero apuntaron su carácter etéreo y poco conciso. 

Dos días después aparecía otra noticia. Esta vez más concisa y menos esperanzadora: el Gobierno suprimía los incentivos para los contratos por reincorporación de las mujeres tras un permiso de maternidad o una excedencia por cuidado de hijos. A lo mejor es que ese dinero es el que van a usar para llevar a cabo el resto de medidas anunciadas dos días antes. Pero me da a mí que no. 

Tengo la negativa sensación que al final, nadie sabe cómo solucionar un tema que es más grave de lo que parece. Hace tiempo oí hablar de algo que se conoce como el 'suicidio demográfico' es decir, la tendencia de nuestra sociedad a un envejecimiento demasiado acelerado y una reducción exagerada de los índices de sustitución generacional. Vamos que ya no nacen suficientes niños como para poder mantener en pie una sociedad que cada vez es más mayor. 

El tener hijos no es un capricho de las mujeres. Es un hecho natural y una necesidad social, si queremos que nuestra sociedad tenga un equilibrio demográfico. Y se nos debería reconocer esa importancia social de una vez por todas. 

Pero mientras tener un hijo suponga un drama económico, laboral, profesional y mental para la gran mayoría de mujeres, la cosa no va a ir en buen camino. Mientras las mujeres que se quieren quedar en casa cuidando de sus hijos no lo puedan hacer porque necesitan su sueldo para salir adelante. Mientras las mujeres que quieren trabajar no tienen dónde dejar a sus hijos. Mientras la mujer y el hombre (que también tiene sus derechos en todo esto) no sean dueños de sus propias decisiones familiares, no sé qué sociedad vamos a dejar a nuestros (pocos) hijos. 


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