Editorial Páginas de Espuma. 163 páginas. 1ª
edición de 2016.
Coincidí con Valeria Correa Fiz
(Rosario, Argentina) y su editor Juan
Casamayor en los estudios de Gestiona
Radio un viernes por la tarde. Antonio
Martínez Asensio –el conductor de Todo literatura y compañía– iba a
grabar su programa esa tarde, hablando con Valeria
Correa Fiz, Almudena Sánchez, Manuel Cerdán y yo.
Cuando Valeria y Juan salieron del estudio y entraba Almudena, estuve
hablando un poco con ellos y quedamos en que Juan Casamayor me enviaría La
condición animal para que lo pudiera leer y hacer una reseña.
Me he acercado a este libro de relatos en diciembre, entre un libro de
Mario Levrero y otro.
El libro de Valeria Correa está dividido en cuatro partes: Tierra,
Aire,
Fuego
y Agua,
y cada una de ellas contiene tres cuentos de muy variadas extensiones.
Una casa en las afueras es el primer relato. Aquí nos
encontramos con la historia de una mujer argentina que vive en Florida. Desde
un futuro cercano, se evoca una historia truculenta que le ocurrió en una casa
alquilada, en una zona solitaria de Florida. El recurso de la evocación de la
historia, con leves apuntes que adelantan lo narrado y, en parte, su desenlace,
proyectando sobre él un misterio mayor, se utiliza en más de un cuento del
libro.
Esta narración va acumulando tensión, pero también algunos excesos
descriptivos y lingüísticos, para acabar convirtiéndose en un cuento de terror pulp, que, como tal y dentro de su
propuesta de literatura de género, acaba siendo efectivo.
El segundo cuento es La vida interior de los probadores. En
él nos acercamos a la voz narrativa de un chico perturbado, que oye voces en su
cabeza. Como en el caso anterior, también aquí nos encontramos con una narración
pulp, pero en esta ocasión el
desarrollo de la historia es más convencional y, por tanto, el resultado está
menos logrado.
Las invasiones tiene dos tiempos narrativos: uno transcurre en
una tienda de manicura de Buenos Aires, en la actualidad, y el otro en Japón,
poco tiempo antes de que se lanzaran sobre su territorio las bombas atómicas.
Es un cuento evocador y sus imágenes están bien dibujadas pero, para mí, le
falta tensión narrativa.
Lo que queda en el aire evoca la infancia y el campo argentino
desde el punto de vista de una niña de siete años, que tendrá que descubrir la
existencia de la muerte, lo que posiblemente se relacione con el fin de su
infancia. Hay belleza en la creación de las imágenes, pero las revelaciones del
cuento me han resultado algo pobres. Tal vez habría faltado un mayor desarrollo
de personajes.
El mensajero es un microrrelato. Lo he leído tres veces, pero no
acabo de atravesar el velo del extrañamiento que provoca. No me gusta.
Aún a la intemperie, sobre una persona que ha de abandonar su
hogar en el campo, es un cuento de atmósfera, escrito con un lenguaje poético,
en el que apenas se desarrolla una historia. Me ha recordado a algunas páginas
de Juan Rulfo, pero sin llegar a la
precisión estilística del maestro.
Regreso a Villard es un cuento de tres páginas. Es una
narración correcta pero, para mí, que me gustan los cuentos largos, las tres
páginas han resultado algo escasas.
En Perros nos trasladamos a una villa miseria argentina. Toda la
marginalidad y la violencia de una sociedad se encuentran aquí reunidas. En un
cuento contenido y tenso. Bajo mi punto de vista, uno de los más logrados del
libro.
Nostalgia de la morgue, con sus cuarenta páginas, es el cuento
más largo del conjunto y en sus planteamientos se acerca bastante a la novela
corta. En él, un homosexual que, en el momento de los hechos narrados, tenía
treinta años evoca su amistad en el hospital con un chico de catorce al que le
acaban de amputar las manos. Es un cuento muy hermoso, muy bien trazado, para mí
el mejor del libro. Aúna ternura, crueldad y cierto aire fantástico que lo
hacen muy atractivo; y si hasta ahora podía tener alguna duda, esta historia me
demuestra hasta dónde puede llegar Valeria Correa Fiz narrando.
En Deriva volvemos a un cuento más corto y más convencional, con
un guionista de cine en plena deriva creativa y descontrol personal, cuyos
planteamientos no consiguen levantar vuelo.
Leviatán, un cuento que reúne una propuesta política y otra
fantástica, me ha parecido original y me ha gustado bastante. Me ha recordado a
esos cuentos estupendos del también argentino Elvio E. Gandolfo, que nunca sabes por dónde van a salir. Al abrir
sus libros, puedes encontrarte con un cuento de ciencia-ficción mezclado con
una narración de amor decimonónica, o con un relato que aúna el costumbrismo y
lo onírico.
Criaturas, el último cuento del libro, también me ha parecido
bastante bueno. «Hacía meses que tu país se había poblado de ranas y otras
criaturas con piel de anfibio», leemos en la página 143. El relato es abiertamente
fantástico y el mundo creado es muy atractivo para el lector.
Cuando leo reseñas de libros de relatos, observo que lo habitual es
que el reseñista trate de encontrar elementos comunes en los cuentos e ilustre
sus ideas citando algunos títulos, pero yo he preferido hacer un recorrido
siguiendo el orden del libro y acompañarlo de un pequeño comentario sobre cada
una de sus piezas. Compruebo que en este libro de doce cuentos, hay cinco que
me han gustado mucho, que serían: Una
casa en las afueras, Perros, Nostalgia de la muerte, Leviatán y Criaturas. Si sumamos sus páginas, deben de superar la mitad del
libro.
En este volumen, Valeria Correa Fiz se acerca a la escritura del
relato desde diversas perspectivas: desde el relato de terror pulp hasta el relato evocador y poético
en el que casi no hay desarrollo narrativo. Tengo la impresión de que los
cuentos que componen La condición animal
están escritos durante un largo periodo de tiempo, en el que la escritora ha
ido probando diversos enfoques y acercamientos a la escritura.
Hace no demasiado leí Qué vergüenza, el libro de relatos
de la chilena Paulina Flores. Los
cuentos de este libro me resultaron más homogéneos; se notaba que estaban
escritos en un periodo de tiempo más reducido y con unas intenciones narrativas
más claras y coherentes.
Realmente no creo que a un libro de cuentos se le deba pedir
coherencia en sus planteamientos (que, por ejemplo, todos los cuentos sean
realistas, todos fantásticos o que estén escritos en el mismo tono), porque los
libros de relatos de Elvio E. Gandolfo se caracterizan precisamente por su
diversidad, y creo que en ella reside gran parte de su encanto; pero sí que
debería pedírsele más coherencia en cuanto a su resultados, unos resultados que
han de evitar los titubeos propios de los ejercicios de un taller literario («esta
semana trabajamos el cuento fantástico al modo de…, esta otra semana el cuento
realista al modo de…»), y así conseguir un tono más propio.
He querido hacer estas reflexiones sobre los libros de relatos porque
es un género que me interesa mucho y, pese a opinar que La condición animal es un libro un tanto irregular, no quisiera
acabar esta reseña sin destacar el buen hacer de Valeria Correa Fiz en, al
menos, los cinco cuentos que ya he señalado. Si sólo hubiera leído de ella el
relato largo, o novela corta, Nostalgia de la morgue, pensaría que
es una gran escritora. Si consideramos este relato aislado, podemos sospechar
el nivel de escritura que puede alcanzar esta autora en el futuro. Un nivel
parejo de calidad y madurez en sus planteamientos y resultados es lo que
esperamos para sus próximos libros.