Revista Espiritualidad

La conexión lógico-ontológica desde un punto de vista hebraico

Por Josep Pradas

El problema de la conexión lógico-ontológica en el paso del mito al logos

Guthrie advierte del peligro de considerar al pensamiento griego totalmente depurado de referencias mitológicas, así como de la posibilidad de toparnos con momentos en que la diferencia entre magia y razón sea mucho más sutil de lo que esperamos. Se refiere, por ejemplo, al tema del lenguaje, es decir, a la relación entre las cosas y el nombre de las cosas, que en la época arcaica se consideraba de esta forma mágicamente explicativa: “quien conoce les nombres conoce las cosas”, es decir, una relación natural entre los nombres y su referente, a causa de algún poder inexplicable, activado por algún dios que puso los primeros nombres a las cosas (así lo recoge Platón en su Crátilo). Es una creencia primitiva, que ya aparece en el Génesis, considerando la creación del mundo en paralelo a la creación de un libro (según Manguel); también en relatos egipcios, como el de Psamético, citado por Herodoto (Historia II, 2, también según Manguel); y en textos hindúes del siglo V d. C., que recogen la disputa entre naturalismo y convencionalismo lingüísticos (de nuevo citados por Manguel).

El texto bíblico contiene alguna pista sobre cómo los pueblos semitas abordaron la cuestión de una forma parcialmente diferente que los griegos, pero con consecuencias más que divergentes. La lengua hebrea conduce directamente a un naturalismo lingüístico, ya que une la palabra con la cosa de una manera tan intrínseca que evita posteriores cuestionamientos: en hebreo, verbo y cosa se escriben de igual modo: davar; más aún, el verbo es también el creador de las cosas (véase el comentario de Lola Josa en su edición del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, Barcelona, Lumen, 2023, págs. 210-211, siguiendo una interpretación cabalística del texto del místico; asimismo, Souzenelle, El Egipto interior o Las diez plagas del alma, Buenos Aires, Kier, 1999, págs. 102-104). 

En hebreo, la palabra "verbo" y la palabra "cosa" se escriben de la misma manera: דבר (davar):

  • Verbo: דבר (davar)
  • Cosa: דבר (davar)

Esta coincidencia se debe a la importancia de la raíz común en el idioma hebreo, donde muchas palabras comparten la misma raíz y se diferencian por el contexto en el que se usan. En hebreo, muchas palabras comparten raíces comunes que llevan significados fundamentales. La raíz דבר (D-B-R) es una de estas raíces y puede dar lugar a varias palabras con significados relacionados (y, por tanto, a fusiones de significados, o lo que es igual, a confusiones filosóficamente condicionantes). Por ejemplo:

  • דבר (davar) puede significar "cosa" o "materia".
  • דיבר (diber) es la forma del verbo que significa "hablar" o "decir".

El hecho de que la misma raíz pueda producir diferentes palabras con significados relacionados es una característica del hebreo y de otras lenguas semíticas. La conexión entre "cosa" y "verbo" en hebreo puede reflejar una perspectiva en la que las palabras y los objetos están vinculados conceptualmente, una idea que induce a pensar en la conexión entre logos y realidad, de forma equivalente a la cultura griega, pero con mayor intensidad si cabe. Lo cual explica que en el ámbito hebreo no haya filosofía (en sentido estricto) hasta la Edad Media.

La conexión lógico-ontológica se da entre los griegos de forma problemática, como se verá más adelante; primero como una convicción casi mitológica, religiosa, mágica, que acaba debilitándose; después, como un problema que ha de resolverse, cuando los sofistas plantean el carácter convencional del lenguaje. De ahí que el paso del mito al logos sea un proceso, un cierto recorrido histórico, un progresivo cambio de mentalidad que presenta resistencias incluso cuando parece que ya se ha culminado y, nuevamente, el logos recae en el mito, como si no pudiera zafarse de él. Tal es el caso de Platón, por ejemplo. Sin embargo, entre los hebreos, tal proceso está ausente: la separación sólo se da cuando la cultura judía entra en contacto con el neoplatonismo, a partir del siglo IX. No hay un paso temprano del mito al logos porque no se ha planteado la relación entre la palabra (logos) y la realidad (ontos, ser, ente) de forma problemática, sino envuelta en una convicción religiosa que está avalada por el mismo lenguaje hebreo, puesto que palabra y realidad se dicen de la misma manera, davar.

Siguiendo con la cuestión de la resistencia a abandonar el mito, ya entre los griegos, esto ocurre en autores de indiscutible talante racionalista, o que al menos no se defienden apelando explícitamente a la magia o lo sobrenatural, porque se supone que están en ese proceso del paso del mito al logos, en vías de abandonar la explicación mitológica. Es decir, que en ellos podemos encontrar maniobras sospechosamente audaces, saltos lógicos no explicados pero que presuponen una concepción previa, mágica, que une un elemento con otro a pesar del aparente salto. Uno de esos autores es Heráclito, que une discurso lógico y realidad ontológica bajo la metáfora del fuego (la llamada conexión lógico-ontológica, que impregna todo el pensamiento presocrático); otro es Pitágoras, que relaciona los números con la materia (porque supone en el número unas cualidades mágicas que Aristóteles, por ejemplo, ya no puede asumir. En resumen, concluye Guthrie, no se trata de un salto desde una mentalidad primitiva, como suponen algunos antropólogos, hasta una mentalidad lógica, sino de un proceso de emancipación del pensamiento respecto de prejuicios culturales a menudo aún presentes, de los que la filosofía debió zafarse con esfuerzo.


REFERENCIASGuthrie, W. K. C., Los filósofos griegos. México DF, FCE, 1985. Josa, L., edición comentada del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, Barcelona, Lumen, 2023.Manguel, A., Una historia natural de la curiosidad. Madrid, Alianza, 2015.Souzenelle, El Egipto interior o Las diez plagas del alma, Buenos Aires, Kier, 1999 [1991].

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