Cierro la lectura de la trilogía de Martín Ojo de Plata con el abordaje de la novela La conjura de Cortés, en la que Matilde Asensi introduce como ingrediente adicional al suculento plato una especia nueva, que nada tiene que ver con piratas, virreyes o nobles corruptos: un tesoro al que se accede mediante unos acertijos, unos laberintos y unas pruebas de difícil superación. Lo digo, claro está, sin asomo de ironía. Aquí no buscamos un salón de ámbar, ni el acceso al mundo misterioso del Catón, ni la llegada a un ignoto reino perdido en medio de la selva, ni la tumba de Jesús, sino algo más stevensoniano: el fabuloso tesoro que ocultó Hernán Cortés. Lo innovador de la propuesta es que tal búsqueda no constituye la médula del libro, sino que es sólo una de las montañas que participan de esta cordillera narrativa. Así, la escritora alicantina nos facilita varios momentos climáticos, en los que compromete el ritmo cardíaco de sus lectores, quienes se verán conducidos hacia la escalofriante muerte de Arias Curvo (primer clímax), hacia la no menos atroz muerte de Lope de Coa (segundo clímax) o hacia el esforzado descubrimiento del ingente tesoro precolombino (tercer clímax), por no hablar de otras secuencias igualmente inolvidables, como cierta boda, cierto robo nocturno y otras alteraciones inesperadas, que no desvelo para que cada persona que coja el libro los descubra por sí misma. Igual que descubrirá con cuál de sus dos identidades (Martín Nevares y Catalina Solís) decide quedarse el personaje protagonista; y por qué. También seremos informados de que el protagonista bebe “buen vino de Alicante” (p.11), ampliaremos nuestra cultura al saber que la palabra huracán tiene un origen maya (p.116) o sentiremos atorarse nuestra garganta cuando nos detalle la escalofriante forma en que el sacerdote Nacom Nachancán tortura a unos presos españoles. Y sólo cito tres pequeñas anécdotas de un volumen que contiene docenas de ellas.
Matilde Asensi sabe disponer sus cartas con inigualable eficacia. Y en esta trilogía lo hace de nuevo, para gozo de sus lectores.