Revista Cine
Terminamos con este libro la trilogía de Martín Ojo de Plata, cuyas partes anteriores también pasaron por el blog: Tierra Firme y Venganza en Sevilla. Y empezamos mal porque en una especie de prefacio que inaugura la obra me están contando parte de la trama. A mí, que no leo siquiera las solapas o la contraportada de los libros nuevos porque me gusta empezar “virgen” a leerlos, van y me lo sueltan a traición justo al principio.Poco voy a contar yo de la trama porque tampoco hay mucho que destacar, así que me voy a centrar en los aspectos que me han llamado la atención tanto en la parte positiva como en la negativa. Es una obra escrita utilizando palabras, giros y estructuras propias de la época en la que transcurre la acción, allá por el siglo XVII. Si en los capítulos anteriores me quejaba de que Matilde era poco contundente a la hora de matar a sus personajes, ahora sí que lo es. Sin embargo, ahora ya parece ser tarde, quizás a causa de la rémora que arrastra de las páginas precedentes. El libro tiene una estructura lineal salvo cuando se acerca el final y se pone a entremezclar las escenas. Despista un poco que te hayas acostumbrado a un orden y te lo cambien al final, supongo que fue la única opción que encontró para desarrollar esta parte de la narración. Y un final que no ofrece nada sorpresivo y que me dejó bastante frío. Eso sí, el título me parece de lo más acertado.He leído toda la obra de Matilde y me da pena que esta trilogía no me haya llegado tanto como obras anteriores. Quizás cuando las leí buscaba otro tipo de historias o no había leído lo suficiente para poder comparar, lo cierto es que ha tenido poco éxito este Martín Ojo de Plata. Esperemos que lo próximo que escriba sea más de mi agrado, porque es una autora a la que respeto mucho y que me ha enseñado mucho a la hora de escribir. Amén.