Víctor Alvarado (publicado en Pantalla 90)
El director Robert Redford no es muy prolífico, pero es justo reconocer que la mayoría de sus películas están razonablemente bien rodadas (Gente corriente, El río de la vida, El hombre que susurraba a los caballos…), mostrándose como un gran conocedor del séptimo arte. Desde nuestro punto de vista, La conspiración (2011) es su trabajo más redondo.
El largometraje en cuestión trata un conocido hecho histórico de la joven historia de los EE UU sobre el que giran diversas teorías con respecto a los participantes en la conspiración para asesinar al presidente Abraham Lincoln. El cineasta apuesta por la teoría que demostraría la inocencia de Mary Surratt, una de las condenadas a muerte por un tribunal militar, acusada de haber participado en el citado complot, aportando unos prismáticos y un rifle a los asesinos.
El realizador se ha rodeado de un elenco de lujo, encabezado por una convincente Robin Wright y un notable James McAvoy. Los secundarios, que aparecen, resultan irrepetibles como un irreconocible Kevin Kline, muy bien caracterizado, por cierto, y un siempre solvente Tom Wilkimson, que nos ha maravillado en innumerables ocasiones.
Por otra parte, Redford ha contado los hechos de una determinada manera con la intención de criticar la gestión del partido republicano tras la guerra de secesión, pero con la idea de que esas decisiones, que se tomaron en el pasado, puedan extrapolarse a la administración Bush tras los atentados del 11s. Por esa razón, tenemos la impresión de que el director toma partido claramente por el pensamiento del partido demócrata, aunque de manera bastante menos sectaria de lo que la harían algunos de nuestros directores españoles. Una vez dicho esto, la película es de un altísimo nivel, respaldada por una excelente banda sonora de Mark Isham y con una fotografía muy sugerente y cargada de significado. La cinta presenta un ritmo aparentemente pausado, pero en el que no paran de suceder situaciones, que despiertan el interés del espectador. El guión cuenta con un trabajo de documentación de 18 años por parte del escritor James Solomon, un libreto que tardó un tiempo considerable en encontrar financiación.
La conspiración permite reflexionar sobre la importancia del correcto funcionamiento del estado de derecho en un estado democrático, que considere a todos los ciudadanos iguales ante la ley, y en la que los poderes del estado (ejecutivo, legislativo y judicial) se encuentren claramente separados. El valor de la justicia queda reflejado en la integridad del personaje interpretado por James McAvoy que, a pesar de su animadversión a los confederados, no se puede quedar impasible, por lo que decide defender a una persona que considera inocente.
Finalmente, Redford pretende humanizar al personaje femenino, que es el referente familiar, y demuestra no tener prejuicios en mostrar la dimensión religiosa de la protagonista, interpretada por Robin Wright, no dejando de mostrar ningún detalle, como la serenidad de una católica que tiene la conciencia tranquila, confortada por el apoyo de un sacerdote, que actúa en consecuencia frente a los otros procesados que desconfían de la providencia.