Revista Opinión

La conspiración agartha

Publicado el 10 mayo 2019 por Carlosgu82

Ya antes de la llegada de los nazis al poder en Alemania, varios intelectuales europeos, entre ellos alguien de la talla del novelista John Buchan, advirtieron a los políticos de la época de la llegada de una religión satánica a Alemania, así como del tipo de civilización que podría desarrollarse a partir de la fusión entre la tecnología alemana y la magia oriental, esa execrable disciplina condenada por las Sagradas Escrituras y por los Divinos Cánones. No se prestó ninguna atención a estas advertencias, incluso en el proceso de Nüremberg sólo se escucharon algunas risas irónicas cuando algunos imputados mencionaron desde el banquillo a Agartha.

Las espediciones alemanas al Tíbet que se realizaron entre 1926 y 1942, fueron dirigidas a establecer contacto con las comunidades de las cavernas y convencerlas de que consiguieran la ayuda de los poderes luciféricos para la continuación de la causa nazi. Tras los primeros contactos con los adeptos de Agartha y Schamballah, una comunidad tibetana se estableció en Berlín, Munich y Nüremberg. Pero sólo los adeptos de Agartha estaban dispuestos a apoyar la causa nazi. No fue así con Schamballah, comunidad que se ocupaba de la llegada del materialismo, que se alió con algunas logias de países aliados. Agartha, conocida en Occidente gracias a la literatura del grupo Thule, luchaba por un ser humano espiritualmente independiente de las jerarquías celestiales, tentado a erigirse él mismo en Dios. Schamballah, por su parte, celebraba rituales para controlar los poderes elementales y luchaba por establecer un reino totalmente material en la Tierra que hiciera perder al hombre su consciencia acerca de su orígen y destino espiritual. Himmler creó una escuela de ocultismo en Berlín y se impuso a muchos de los miembros de las capas altas de las SS y la Gestapo, la asistencia a cursos de meditación, trascendentalismo y magia. Su exigencia de «Lebensraum» no era más que la fachada de objetivos exclusivamente demoníacos, con la única intención de conquistar el mundo al servicio de los poderes luciféricos.

El coronel de las SS Von Sievers, el director de la oficina de ocultismo nazi, la Ahnenerbe, fue visitado mientras esperaba su ejecución, por Friedrich Heischler, un iniciado que nunca se unió al partido nazi, sino que era miembro de un culto mundial de orden superior al que muchos de los miembros de la cúpula dirigente del partido nazi le consideraban su mentor espiritual y padre confesor. Si los nazis hubieran ganado la guerra, probablemente se hubiera convertido en el sumo sacerdote de una aberrante nueva religión mundial que habría sustituido la Biblia por «Mein Kampf», los curas por oradores del Reich y la cruz por la esvástica. El nazismo se propuso algo más que conquistar el mundo: fue una verdadera conspiración diabólica.

No es difícil comprender que los poderes de la magia negra protegieron al Führer contra sus adversarios. El famoso atentado del 20 de julio de 1944, pese a ser el más mediático, no fue (ni por asomo) el único del que Hitler se salvó inexplicablemente. Pero también es cierto que hay otros poderes más elevados que utilizan los instrumentos del mal para alcanzar sus propias metas morales. La supervivencia de Hitler causó tal destrucción que constituyó la salvación moral de Alemania.

En cuanto a Agartha, seguiría existiendo si nadie les hubiera hecho frente con contudencia. Con esa gente no valía, por ejemplo, el: «miren, en nuestra humilde opición, creo que ustedes están equivocados. Además, siempre pueden expresarse dentro de un marco democrático y bla, bla, bla…». Siguieron la misma suerte que los «nacis» chilenos tras rebelarse contra el gobierno derechista de Alessandri. En este caso fue un izquierdista, Mao, quien tras anexionarse el Tíbet exterminó ese movimiento.

Foto: Musical «Kabaret» en Krasnodar, Rusia.


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