Un país que se hacía mayor de edad y proclamaba que no era patrimonio (artículo 2) de ninguna familia ni de persona alguna. Me siento con respeto a mirar. Habla un guía bastante flojo. Busco silencio. Aquí se hizo historia, y yo soy un hombre respetuoso con lo que fuimos.
De ahí enfilamos al Museo de las Cortes, donde me encuentro con la gran maqueta de la ciudad, ya saben, aquella ejecutada en un país sin ciencia y sin respeto por el saber. Qué cosas.
Algunos viejos amigos, como Diego José de Cádiz, uno de los personajes más fascinantes del complejo XVIII español, están también en la galería de retratos. Los saludo uno a uno con cordialidad antes de retomar el camino a casa.