Revista América Latina

La Constitución Bolivariana.

Publicado el 16 diciembre 2018 por Jmartoranoster

Ana Cristina Bracho.

La Constitución Bolivariana. En su última página, el librito azul que siempre acompañó al Comandante Chávez tiene escrita
una fecha. La del 15 de diciembre de 1999, pues ese día Venezuela decidió que la moribunda debía fenecer y dar paso a la primera norma escrita desde el corazón del pueblo. Este texto,
tiene algunos rasgos que la distinguen. El primero, si queremos pensar como los juristas, es que significó el nacimiento de un nuevo
consitucionalismo latinoamericano. Es decir, reformuló la palabra democracia y los sujetos que tienen derechos; también cambió su lenguaje para que la gente pudiera usarla
directamente; dispuso un mecanismo en el que la sociedad puede cambiarla, y, le dio voz a las
mujeres que encontraron en la letra “a” su primera prueba de pertenecer a este país. Al ser construida por medio de las consultas, la Constitución dio lugar a un cabildo intenso en el que los distintos temas se lidiaron, como por ejemplo, el gran debate sobre el derecho a la información y los términos en los que la misma debía transmitirse, que ha sido recogido en
las crónicas de Earle Herrera. También, la entrada del derecho a la demarcación de tierras y a sus propios idiomas, que obtuvieron revolucionariamente los pueblos indígenas. Con el paso del tiempo, aquel momento se ha contado cambiando omitiendo o tergiversando algunos hechos fundamentales. Tales como que la Constitución tuvo feroces oponentes, como Henrique Capriles quien entonces estaba en el Congreso o la Conferencia Episcopal. Las
academias también miraron con dudas lo que se hacía temerosas que sus espacios de prestigio y poder se redujeran. Así como la importancia que tuvieron algunos ajustes
realizados por un personaje que pronto quedaría al descubierto para todo el país, Luis Miquilena. La niña de Chávez, su eterna acompañante, la carta de navegación que llevó a la construcción de la democracia entendida como una fórmula de gobierno y no como un ritual electoral; la que dijo que los derechos son más importantes que las formas y así permitió las misiones; o,
que los pueblos tienen derecho a tener los gobernantes que quieran por el tiempo que quieran, ha pasado toda su existencia en un entorno hostil. Que va desde su abierta
derogación por Carmona Estanga hasta el fetichismo que algunos han tenido al interpretar el artículo 350 entendiendo que el sistema democrático puede suspenderse si ellos no están de acuerdo con la manera en la que las cosas se hacen. Así, en sus diecinueve años, la Constitución bolivariana ha pasado una reforma que no la modificó y una enmienda que la cambió. Una falta absoluta del Presidente de la República, un contexto internacional cambiante y la exigencia de las instituciones internacionales de ser
consideradas como superiores a su contenido. Igualmente, ha visto activarse los mecanismos de interpretación y protección, principalmente en la Sala Constitucional pero también con el Decreto del Estado de Excepción, la convocatoria al Consejo de Estado y al Consejo de Seguridad de la Nación, en el marco de las dificultades institucionales que se han vivido desde el año 2014. Para finalmente, desde el año 2017 encontrarse en el marco de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que debe dar respuestas a la compleja situación social y política que enfrenta Venezuela por la
hostilidad de ciertas potencias y la difícil convivencia del Estado con una Asamblea Nacional que, sin respetar las formas ni reconocer al Poder Judicial, intenta todas las vías para terminar el proceso político que dio nacimiento a la Constitución bonita. El Derecho Constitucional, que antes era llamado tan sólo Derecho político y ocupaba sólo interés de algunos juristas que, se inclinaban por la política o la filosofía, es en el marco de esta norma una actividad viva, en permanente reescritura que tiene que además entenderse reconociendo cuál es la naturaleza y el sentimiento de una Nación. Así, fuera de los criterios
imperialistas del Derecho que buscan convencernos que la calidad de una norma depende de su longevidad podemos ver que cada pueblo decide qué entiende como su ley fundamental. Es cierto, Venezuela es un país joven con muchas Cartas Magnas pero más allá de repetir que eso indica la falta de estabilidad de nuestro Estado podemos ver que demuestra que para los venezolanos una Constitución es un pacto social que se renueva al candor de las exigencias de un momento político. Algunas veces, como la Constitución de 1999, las normas que se adoptan
marcan una era e incluso un punto de no retorno: un nuevo estamento mínimo con el cual se ha hecho la República, como pienso pueden ser los derechos sociales adquiridos y el
reconocimiento de los sujetos que antes de esta norma jurídicamente no existían como entes
diferenciados. Por el otro, el nacimiento de una Constitución refleja un clamor de los sujetos que la hacen. Algunos de los cuales se han mantenido relativamente incólumes desde el momento que vio nacer la norma bolivariana. Por ejemplo, la urgencia de un sistema de justicia que sea
sencillamente justo; de una Administración Pública que adopte sus formas para garantizar los
derechos civiles y alguna forma que, con la fuerza que le otorga tener rango constitucional, logre darnos un sistema económico que logre evitar que nuestra historia sea tan sólo un
péndulo entre periodos de barriles petroleros a precios altos y menguas. El presente tiene algunos puntos adicionales que nos exigen respuesta porque el momento constituyente ya ha significado el triunfo del consenso sobre la barbarie pues logró desactivar una estrategia de promoción extranjera de una guerra civil en Venezuela. Por eso, el acto
constituyente debe pensar que cada día que vive debe ser una pista para entender cómo hacer
justicia, cómo evitar los enfrentamientos, cómo detener los mercenarios y como reconstruir la
convivencia que cada día, con guerra económica, ineficiencias inducidas o promoción de la emigración, se encuentra amenazada. Recuerdo aquellos días y la impresión que encartada en algún periódico llegó a mi casa. La emoción de subrayar la palabra y leer palabras que nos nombraban. El aliento de esperanza que infundaba aquel texto a un país que quería nuevos caminos. Es cierto, la Constitución
bolivariana es el más importante regalo que nos hizo Chávez y nuestra mayor promesa es que al tocarla, prolongaremos esta idea, que vivir una Constituyente es mirarnos y mejorar. Anuncios

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