Un teniente coronel de Infantería, Francisco Alamán Castro, acaba de provocar una tormenta política nacional al anunciar en una entrevista que la eventual independencia de Cataluña sólo se produciría “por encima de mi cadáver”.
Advirtió que los militares juraron "cumplir el ordenamiento constitucional que consagra la unidad de España como principio irrenunciable".
También que “aunque el león parezca dormido, que no provoquen demasiado al león, porque ya ha dado pruebas sobradas de su ferocidad a lo largo de los siglos", en una aparente referencia a las Fuerzas Armadas (FF.AA.), aunque también podría ser al poder del Estado.
Los partidos secesionistas exigen su degradación, incluso que se le encarcele por amenazar con un golpe de Estado.
Pero él sólo expuso su opción individual basada en una interpretación errónea de los artículos 2 y 8 de la Constitución, referidos a la unidad de España y su defensa, puesto que ni él ni ningún civil o militar que no sean el Jefe del Estado y el Gobierno, con apoyo de las Cortes, quienes pueden decidir cómo aplicar esos artículos
Y aunque las actuales FF.AA. son fieles cumplidoras de la Constitución, la declaración de Alamán alerta sobre por la reacción individual de unos pocos militares, seguramente de mínima importancia y responsabilidad, ante los llamamientos de los independentistas en dos regiones españolas.
El Gobierno de Zapatero estimuló esos independentismos con las promesas del nuevo Estatuto catalán y con la presión al Constitucional para legalizar a los proetarras Sortu-Bildu.
Pero el gobierno Rajoy, con sus pactismos electoralistas con los nacionalismos, que le impiden limitar contundentemente sus exigencias, facilita que se crezcan y amenacen crecientemente con la separación.
Lo que a la vez da a luz espontáneos superpatriotas dispuestos a morir por nosotros sin que queramos ni se lo pidamos.
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SALAS