Revista Opinión

La cooperativa de canguros del Capitolio

Publicado el 10 septiembre 2014 por Polikracia @polikracia

“¡Acabad ya con esta crisis!” es el último libro del economista Paul Krugman, Nobel de Economía en el año 2008. El libro critica la inacción de los gobiernos ante la Gran Recesión, desvirtuando las que considera equivocadas políticas de recorte fiscal. Argumenta que la socorrida medicina de aumentar la oferta monetaria no funciona en esta crisis porque hemos caído en la trampa de la liquidez. En esta situación, la impresión de dinero no genera ni inflación ni gasto debido a que bancos y particulares prefieren atesorarlo y no invertirlo, dada su desconfianza en el estado de la economía. Con los tipos de interés cercanos al cero, los bancos centrales ven limitadas sus opciones en política monetaria tradicional y se verán obligados a impulsar políticas no convencionales. Dos ejemplos de estas políticas son la flexibilización cuantitativa (el banco central imprime dinero para comprar activos) y la expansión fiscal de la economía, alternativa que defiende el autor. La teoría de la trampa de liquidez es una de las ideas de Keynes que recoge Krugman en su libro, si bien supera sus postulados en alguno de los planteamientos.

Para Paul Krugman el problema económico actual no se encuentra en el motor económico, que sigue siendo tan potente como siempre, sino que se trata de un problema de organización y coordinación. Le recuerda a la analogía keynesiana del magneto: “Todos sabemos que, a veces, basta con sustituir una batería de 100 dólares para devolver al asfalto un coche de 30.000 dólares que había dejado de funcionar. A las depresiones económicas se les podía aplicar una desproporción parecida entre la causa y el efecto.” Y el autor continua con la analogía: “Suponga usted que su esposo, por la razón que sea, se ha negado durante años a hacer el mantenimiento del sistema eléctrico del coche familiar. Ahora no hay forma de que el coche arranque; pero él se niega incluso a pensar en cambiar la batería, en parte porque con ello admitiría haberse equivocado antes; e insiste solo en que ahora la familia tiene que aprender a caminar y a coger el autobús. A todas luces, usted tiene un problema y podría llegar a ser un problema insoluble en lo que a usted respecta. Pero el problema lo tiene con su marido, no con el coche de la familia, que podría —y debería— arreglarse con facilidad.”

Krugman apela a la grave falta de demanda como causa de las elevadas tasas de paro y de la reducción en la producción económica. El pinchazo de las burbujas americana y europea hundió el gasto en construcción de viviendas y bienes de consumo. Como las ventas caían, la inversión empresarial que ampliaría la capacidad productiva se redujo a su vez. Además, los gobiernos disponen de una menor cantidad de dinero y esto ha supuesto una caída en el gasto. El esquema es a priori sencillo: este gasto moderado supone una tasa de empleo moderada, “porque las empresas no producirán lo que no pueden vender, y no contratarán a empleados si no los necesitan para la producción.”

Para responder a las voces que defienden la imposibilidad de una falta demanda general, Krugman recuerda la historia de la cooperativa de canguros del Capitolio. Una asociación de unas 150 parejas jóvenes que se ahorraban el dinero de la atención infantil haciéndose cargo entre ellos de los niños de las demás parejas. Pero surgió un problema, ¿cómo asegurarse de que todo el mundo cumplía con la parte que le correspondía como canguro? La cooperativa respondió con un sistema de vales canjeables: las parejas que se unían a la cooperativa recibían 20 cupones, válido cada uno para media hora de canguro. (Se esperaba que, al abandonar la cooperativa, entregasen el mismo número de vales.) Cada vez que se hacía un canguro, quienes dejaban a los niños entregaban a la pareja cuidadora el número de vales correspondiente. De este modo se aseguraban de que, con el tiempo, todas las parejas habrían hecho tantos canguros como habían solicitado, porque tendrían que recuperar los cupones entregados a cambio del servicio. No obstante, al final, la cooperativa se metió en un lío enorme. De media, las parejas intentaban tener una reserva de cupones de canguro en los cajones del escritorio, por si acaso tenían que salir varias veces seguidas. Se llegó a un punto en el que el número de cupones en circulación era notablemente inferior a la media de reserva que las parejas querían tener disponibles. ¿Qué había sucedido?

Las parejas, nerviosas porque tenían poca reserva de cupones, se mostraban reticentes a salir hasta que hubieran aumentado las provisiones haciendo de canguro para otros niños. Pero, precisamente porque había muchas parejas reticentes a salir, las oportunidades de adquirir cupones cuidando a niños ajenos empezaron a escasear. Eso hizo que las parejas con menos cupones se mostrasen aún menos dispuestas a salir, y el volumen de canguros en la cooperativa cayó estrepitosamente. En resumen, la cooperativa de canguros entró en una depresión que se prolongó hasta que se aumentó el suministro de cupones.

La cooperativa de canguros refleja un sistema monetario real, dado que tanto en la economía mundial como en la cooperativa se cumple un rasgo crucial: “tu gasto es mi ingreso y mi gasto es tu ingreso”. Critica la decisión del presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, John Boehner de apretar el cinturón al gobierno a la vez que lo hacen los ciudadanos, ¿quién compraría los productos estadounidenses? Krugman extrae tres conclusiones de la historia de la cooperativa de canguros. La primera es la factibilidad de una escasez de demanda general. “Cuando, en la cooperativa de canguros, los miembros que iban cortos de cupones decidieron dejar de gastarlos y renunciaron a salir por la noche, eso no provocó ningún automático y compensatorio incremento del gasto por parte de otros miembros de la cooperativa; al contrario, la reducida disponibilidad de oportunidades de cuidar a otros niños hizo que todo el mundo gastase menos.”

La segunda hace referencia a la metáfora del magneto: una economía puede caer en una depresión real por fallos en la coordinación, más que por una deficiencia de capacidad productiva. Los problemas de la cooperativa no se debieron al mal cuidado de los niños ni a unos impuestos demasiado altos. La razón eran las insuficientes existencias de cupones, lo que provocaba que “cada miembro de la cooperativa intentara hacer algo, a nivel individual —acumular cupones a los ya atesorados— que no podían sostener, en realidad, como grupo.” A nivel colectivo, los residentes del mundo intentan comprar menos cosas de las que pueden producir, para gastar menos de lo que ganan. Esto lo puede hacer un individuo, pero no una sociedad en su conjunto. El resultado de lo contrario es la devastación que nos rodea.

La tercera conclusión es que incrementar la oferta de dinero, forma en que normalmente Estados Unidos ha salido de las recesiones, podría parecer la solución a seguir. La Reserva Federal puso las prensas a trabajar en las recesiones de 1981-82, 1990-91 y 2001 con buen resultado. El motivo por el que esta medicina no funcionó en esta ocasión es que Estados Unidos se encontraba en una trampa de liquidez: “cuando ni siquiera el cero es lo suficientemente bajo; cuando la Reserva Federal ha saturado la economía con liquidez hasta el punto en que tener más efectivo ya no supone ningún coste, pero la demanda general sigue siendo demasiado escasa.” La solución que propone es un arranque de gasto gubernamental. Desde luego no descarta tratar las implicaciones del endeudamiento gubernamental o el exceso de deuda privada, pero considera que terminar con esta depresión debería ser casi increíblemente fácil.

 


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