Cuando un intelectual reaccionario se atrevió a consignar en una breve frase, eso que llamamos un aforismo, el ideal de la derecha se aclararon mucho las cosas.
Tener el valor de afirmar que es preciso que todo cambie de tal manera para que, en el fondo, todo siga igual significó tanto como cuando en una partida de póker, se ponen todas las cartas boca arriba, sobre la mesa.
Ya sabemos todos a qué atenernos. La derecha pretende fundamentalmente mantener, en todos los aspectos, las cosas como están, por eso se autodenominan, en lugar de derechistas, conservadores, ellos quieren que todo se conserve como ha estado siempre, los buenos, o sea, ellos, arriba, y los malos, o sea, nosotros, abajo, trabajando como negros por cuatro perras para que ellos sigan engrosando sus gigantescos patrimonios.
Pero en aquella magnifica definición de Lampedusa, en su simplicidad, en su esquematismo, se encierra un compendio de conclusiones, una de las cuales es la necesidad de la mentira en política.
Dicen los polítólogos que la política es el arte de lo posible, yo propongo otra definición: la política es el arte de mentir lo mejor posible.
Y, aquí, es cuando entra en escena la ética que anunciábamos en el titulo puesto que la política se ha convertido así en el arte de mentir mejor.
Pero el arte de mentir es indudablemente el de cubrir o esconder la realidad bajo un pudoroso manto de palabras.
O sea que, al final, todo se reduce a una simple cuestión estética, mentir de tal manera, con tanto arte que la mentira desaparezca bajo un inmenso montón de palabras.
Esto es la política.
De donde se deduce, también lógicamente, que la tarea de la izquierda consiste precisamente en levantar ese manto mentiroso para que resplandezca la verdad.
La verdad, he aquí la más hermosa de las palabras.
Pero ¿qué es la verdad? Los filósofos la han definido como la adecuación de las ideas a la realidad. También ésta es una hermosa creación verbal porque no hay suceso más hermoso en l a tierra que esa acomodación del pensamiento humano a la realidad, pero como todo lo precioso, no en el sentido de la belleza, sino de la escasez, la verdad tiene un precio casi inalcanzable.
La verdad, como todo lo precioso, como todo lo escaso, es muy difícil de encontrar, a veces hay que ir a buscarla debajo de las más escondidas piedras. Y hay que romperse el cerebro y no sólo las manos para descubrirla, para alumbrarla, para destaparla. Por eso casi nadie quiere asumir este trabajo porque daña profundamente al que lo realiza.
Yo, ahora mismo, estoy sufriendo, y mucho, porque me doy cuenta de que tengo la batalla perdida porque no voy a convencer a nadie de que todos somos unos formidables mentirosos puesto que colaboramos, de una u otra forma, en que la verdad continúe escondida debajo no ya de las piedras sino de esas inmensas rocas con las que la mentira política ha ido cubriendo la verdad de tal modo que es ya casi imposible descubrirla.
Porque la política, como ya nos dijeron hombres tan viejos, en el buen sentido de esta también hermosa palabra, como los filósofos griegos, debería de ser el arte del buen gobierno de la polis y no lo que realmente ha devenido en ser, todo lo contrario, el arte de engañar de la mejor manera a los ciudadanos.
De tal modo que un buen político es aquel capaz de subir a un estrado y engañar de la mejor manera a los ciudadanos. De hacer como hacía aquel flautista de Hamelin, entonar una melodía que arrastre a la gente hacia su propia perdición, engañándoles con una música tan falsa como si la hubiera compuesto el mismísimo Judas.
Hoy, Judas ha cambiado su nombre por el de Rajoy, que ha cogido su flauta y le ha dicho a un pueblo asustado por una espantosa crisis que amenaza con llevarnos al fondo del río, que él tiene el secreto para salir de tan terrible circunstancia y la gente, incapaz ya de pensar porque el miedo a la ruina ha cegado su capacidad de hacerlo, le sigue a ciegas, sin ver las señales evidentes de que se halla ante un consumado mentiroso que representa, precisamente, a todos aquellos que nos han llevado a esta crisis.
Y seguramente le va a seguir hasta lo más profundo de ese torrente cenagoso en el que acabará de hundirse del todo porque se entregará de pies y manos a los mismos que no buscan sino explotarles aún mejor, privándoles de sus legitimas defensas laborales.
Y, como aquí, se nos acaba el espacio, escribimos “continuará” porque, como es evidente, lo verdaderamente importante, aquello que anunciábamos en el título, que es explicar en qué consiste la corrupción de la izquierda, se nos ha quedado en el teclado. Hasta mañana, si es posible.