Por Miguel Angel García Alzugaray
Donald Trump, fue demandado el año pasado ante una corte federal del estado de Maryland, bajo la acusación de cometer actos de corrupción, pues no se distanció de sus negocios.
La demanda fue presentada por los fiscales generales del Distrito de Columbia y de Maryland, pero de manera conjunta, los fiscales generales de la ciudad de Washington y Maryland interpusieron una demanda contra el presidente acusándolo no solo de corrupción, sino de no someterse a la Constitución.
Trump había dicho que dejaría sus negocios a cargo de un fideicomiso y que sus hijos administrarían las empresas, sin embargo, los propios fiscales indicaron que Trump recibe informes periódicos sobre el estado de sus negocios.
La Constitución de Estados Unidos prohíbe, claramente, que un funcionario público reciba donaciones, premios, estipendios o títulos provenientes de gobiernos extranjeros, en cambio, a través de su hotel a pocas cuadras de la Casa Blanca ocurre exactamente lo contrario. Trump recibe acusaciones por violar cláusulas anti-corrupción de la constitución con el hecho de que acepta millones de dólares en pagos y beneficios de gobiernos extranjeros desde que se mudó a la Casa Blanca. Asimismo, empresas hoteleras se quejan de una competencia desleal.
Los fiscales dijeron haber iniciado la demanda a causa del silencio cómplice del Congreso de mayoría republicana, el cual no estaría cumpliendo con el precepto constitucional de control y balance de poderes.
¡Y que decir de Marco Rubio!, el “amiguito íntimo” miamense del presidente Trump. Según señaló un informe de la Comisión General de Elecciones, Rubio tomó un total de 98,300 dólares en “donaciones” para la campaña, provenientes de la ahora Secretaria de Educación, Betsy DeVos, acusada de haber ganado el puesto por corrupción.
Betsy DeVos, una multimillonaria sin ningún tipo de experiencia, fue acusada por obtener el puesto mediante pequeños sobornos en forma de “donaciones” con los que obtuvo los votos correspondientes. Entre los “sobornados”, Marco Rubio fue el senador que más dinero obtuvo con 98,300 dólares, dato reflejado en una lista del Center for American Progress (CAP).
De manera muy curiosa, el CAP o Centro Americano del Progreso reflejó que DeVos ha sido muy abierta en afirmar declaraciones que tarde o temprano le costarían el escarnio público. Según informó The New Yorker, esta funcionaria señaló, en noviembre, que había “dejado de ofenderse con las acusaciones de que compraron influencia”, además dijo: “admito que tienen razón… Esperamos un retorno de nuestra inversión”. Aunque la cita no se refería directamente a este problema, sí mostraba su deseo de un Gobierno dominado por conservadores.
Pero ella no es la única, sobresalen otros casos.
En el pasado reciente, Marco Rubio y su colega Ileana Ros-Lehtinen (la loba feroz), destacada en el Congreso estadounidense por sus ataques contra Cuba y la América Latina progresista, se quitaron la máscara para intentar salvar de una humillante y pronosticada derrota al representante cubanoamericano David Rivera, nombrado “el miembro más corrupto del Congreso”.
El grupo independiente Ciudadanos Responsables por la Ética (Citizens for Responsible Ethics) de Washington, atribuyó a Rivera, este poco envidiable título, lo que tuvo el efecto de rayar un poco más su ya deteriorada imagen en plena campaña.
Para colmo, la Comisión de Ética de La Florida denunció que Rivera cometió 11 faltas mientras se desempeñaba en la Legislatura estatal, entre las que sobresale: someter información financiera falsa, malversar fondos de campaña y ocultar un contrato de consultoría de cerca de $1 millón.
La fiscalía federal de Miami presentó por entonces una brocheta de cargos contra el político que iban desde el lavado de dinero, de vinculación con el crimen organizado y hurto mayor.
En materia de elecciones, Rivera – heredero de la cultura electoral batistiana – tenía varias manchas en el expediente. Una de ellas es bastante impactante. En el 2002, en plena campaña, se le acusó de haber chocado voluntariamente con un camión del servicio federal de correo que transportaba, a última hora, folletos de propaganda de su principal adversario
El sur de la Florida siempre tuvo desde años la mala fama de hacer elecciones como se hacían en Cuba en la época “dorada” del dictador Fulgencio Batista y de sus socio mafioso Meyer Lansky.
Ros-Lehtinen y Rubio, confirmaron entonces públicamente su apoyo y hasta su confianza a su semejante en peligro.
Ros-Lehtinen, durante largo tiempo jefa de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes donde se dedicara a difamar de Cuba, Venezuela y Nicaragua y a sublimar a Israel, cumplió la tarea con un correo electrónico enviado a la prensa mafiosa local. En su mensaje afirmó que el campeón de la corrupción se destacaba por sus “iniciativas” y buen nivel de preparación en las reuniones y audiencias” de esta misma comisión, olvidándose del expediente de Rivera.
En tanto Marco Rubio, el niño prodigio “latino”, dejó el trabajo a su portavoz, Alex Burgos, que extendió el apoyo del senador a todos los candidatos republicanos.
“El senador Rubio está apoyando a todos los candidatos republicanos al Congreso en Florida y ha grabado llamadas de varios de ellos, incluyendo a David Rivera, Karen Harrington, Steve Southerland y Allen West, entre otros”, balbuceó Burgos, a pesar de que Rubio y Rivera tienen fama de ser viejos socios desde siempre.
Soborno, robos de boletas, manipulaciones de listas electorales, son los tradicionales métodos utilizados para implementar la democracia mafiosa en un país que se pretende un modelo universal en esta esfera y muchas más.
La sucia politiquería norteamericana privilegió durante las últimas elecciones la compra de “votos de ausentes” gracias al cual se autoriza la votación anticipada por correo con boletos bajo el pretexto de favorecer la participación. Pura casualidad, es en el condado de Ros-Lehtinen, que los investigadores del FBI descubrieron que se generalizaba el fenómeno de venta de boletos gracias al cual un político puede ampliar artificialmente su “popularidad”.
Por su parte, la relación cada vez más fuerte de Marco Rubio con Alvaro Uribe, ex presidente colombiano, se convirtió poco a poco en una alianza que ahora hace fruncir el ceño a más de un observador.
Es que Rubio y Uribe, además de ensañarse contra Venezuela y sus aliados, llevan episodios en su historial que les vinculan, de una manera u otra, al narcotráfico… lo que abre bien grande la puerta a delicadas conjeturas.
Hay un suceso en la vida familiar de Rubio que marcó su adolescencia de manera indeleble, y del cual se niega a hablar. Hace un par de años, el programa televisivo Univisión Investiga se encargó de recordárselo.
Cuando tenía 16 años, la policía irrumpió en su universo, en el medio de la operación antinarcóticos más importante de 1987 en el sur de La Florida, para nada menos que arrestar a su hermana Bárbara y su esposo, Orlando Cicilia.
De acuerdo con documentos públicos revelados por Univisión, la fiscalía federal de Miami ordenó la confiscación de la casa de Bárbara por ser usada para “actividades criminales”. Por lo mismo, la otra propiedad de la pareja, en North Miami Beach, también fue objeto de una orden de incautación.
Y el cuñado Orlando terminó en la cárcel con una condena a 25 años por “conspiración para distribuir cocaína y marihuana”.
Horrible detalle: el grupo de narcotraficantes con el cual “trabajaba” la pareja – el del conocido traficante cubanoamericano Mario Tabraue – estuvo implicado en la muerte de un informante federal. El juicio de Tabraue contó con el testimonio de que había intentado desmembrar el cadáver del colaborador de la policía con un machete.
Tabraue era el capo de un multimillonario imperio de la cocaína de Miami. Su villa palaciega y despiadado sindicato de la droga han evocado comparaciones con la película estadounidense “Scarface”.
Orlando Cicilia salió en libertad en noviembre de 2000 por reducción de pena. Vive hoy en la propia casa de la madre de Rubio en Miami y figura en los registros como copropietario de esa residencia.
Tabraue fue condenado a 100 años de prisión pero resultó beneficiado con una reducción del 85 por ciento de la pena y hoy está libre.
No se asusten. Tales “reducciones de penas” son comunes en el narco-universo de La Florida, el estado donde Marco Rubio prosperó, protegido de prominentes miembros de la mafia cubanoamericana. Esa jauría domina desde hace medio siglo la vida política no solo de Miami y de New Jersey, sino también de Washington, donde sus más conocidos miembros (Bob Menéndez, Ileana Ros-Lehtinen) orientan a menudo la política exterior de la nación.
Cuando fue interrogado sobre las incidencias “narco” de su pasado, Rubio – que logró buscarse un escaño en el Senado de Estados Unidos – se negó a contestar. Según sus voceros, el tema no debe ser motivo de “escrutinio periodístico”.
En el Congreso, Rubio parece a prueba de balas. Ni las numerosas infracciones a las reglas de los fondos de campaña que cometió ni sus relaciones con su colega corrupto Rivera lograron descarrillar a este niño lindo de Ros-Lehtinen, verdadera bruja de esta selva política floridana.
Orlando Cicilia, el narco cuñado, se había casado en 1980 con Bárbara Rubio en Nevada, donde vivían los padres del senador. Mario, el padre de Marco Rubio – emigrado de Cuba en los años 50 – trabajaba de barman en Las Vegas y Oria, su madre, era mucama del Imperial Palace, cuando decidieron mudarse a Miami, una ciudad plagada por el narcotráfico.
Algo muy lejano a la leyenda de “víctima del régimen castrista” que Rubio intentó fabricarse durante años cuando vivía de la retórica anticubana, un negocio que entonces prosperaba en la Miami de los nostálgicos de la dictadura de Fulgencio Batista.