Publicado en ValenciaOberta.es
Muchas veces, la mayoría, uno quisiera abstraerse del pestilente tufo, político y mediático, y contarles a sus lectores, a ustedes, opiniones bien meditadas, pensadas y desarrolladas. Profundas. Referir alguna idea alumbrada a la luz de una tertulia con amigos o adversarios. Poner negro sobre blanco algún razonamiento novedoso, escrito con parsimonia, rumiando las palabras.
La triste realidad es que cada semana algún acontecimiento rompe con estruendo en la prensa, en el Teatro del Despropósito del que les hablaba hace una semana, invadiendo con su ruido cualquier amago de la tranquilidad que sería necesaria para poder llevar a cabo un análisis como el que mencionaba en el párrafo anterior. La situación, el contexto es tan poco propicio para el análisis sosegado, como muestra el hecho de que cuando aún no se ha digerido un titular, una noticia, ya tenemos otra explosión que ahoga el estruendo de la anterior.
Hoy, como ayer, todo está invadido por la putrefacta corrupción de la democracia nacida en la Constitución del 78. Un régimen creado para crecer in eterno hasta ser inasumible por los contribuyentes. Una forma de entender el gobierno basada en inmiscuirse en la vida de las personas, en el latrocinio legal e institucionalizado y en mantener a toda costa un sistema de partidos, dónde la única motivación es ascender a cualquier precio. No hay ideas, no hay valores, no hay siquiera conocimientos técnicos que poner en práctica. Se trata de gestionar cuanto más dinero robado a los ciudadanos mejor – siempre con la excusa del bien común, son los impuestos – y de entorpecer, cuando no eliminar, a cuantos mecanismos de control independientes se les ocurra aparecer. Eso sí, crear comisiones para controlar las comisiones con peones del partido que no saben hacer la O con un canuto, es chachi piruli, guapi. Por cierto gestionar dinero es sinónimo en este país de despistarlo a mi bolsillo.
Así mientras hablamos de corrupción de unos y otros no hablamos de lo que nos interesa. No hablamos de propuestas ni de ideología. No hablamos de otros datos que no sean el dinero sustraído por el elemento de turno. Si hablamos de los árbitros no hablaremos de la buena o mala labor del equipo en el campo. A los valencianos nos interesa hablar de proyectos como los que se desestiman por este gobierno cacique. Nos interesa poner un plato en la mesa y ahorrar. Nos interesan también, por qué no, el fútbol o las fiestas. O los impuestos. Sin embargo, cada día se las apañan para que nos pasemos el día hablando del fango de aquí o de allí. Del local o del importado.
Y así interesa a nuestros políticos. Porque de no ser por su interés, la Justicia funcionaría. Aquí no somos más tontos que en países donde se resuelven los asuntos judiciales en 15 días. Aquí simplemente hemos dejado en manos de unos inútiles un sistema que solo puede engordar para morir. La cuestión es cuanto más ha de engordar y hasta donde llegará la mierda el día que reviente. Qué no les pille por medio.
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