Hace pocos días se divulgó por distintos medios de comunicación la noticia de que el catedrático Pérez Bustamante había hecho pública la última carta escrita por Cristóbal Colón en la primavera de 1506 y dirigida, precisamente, a La Coruña.
Y el que fue Adelantado de las Indias entregó con profunda emoción la carta de su hermano reclamando por última vez sus derechos. Colón estaba ya gravemente enfermo, y aunque la reina Juana creyó recordarle, pronto volvió a su indiferencia habitual que, con posteriores extravíos, le darían el nombre de Juana la Loca, en tanto que su esposo demostró su peculiar indiferencia hacia sus deberes como rey de España.
Tras su infructuoso viaje, Bartolomé regresa al lado de su hermano agonizante. Cristóbal Colón ya no puede mover las manos ni los pies, pero su cerebro y su corazón están conscientes. Y de este angustioso modo surge el amanecer de aquel memorable 21 de mayo. Ha llegado el definitivo momento y el almirante comprende que va a comenzar su postrero viaje, y que le espera una carabela cuajada de estrellas. Entre los resplandores del día que nace el descubridor del Nuevo Mundo invoca angustiosamente la piedad y la clemencia de Dios…
Josefina López de Serantes