En la sucesión de atentados terroristas promovidos por el gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, sobresale como uno de los más sangrientos, la voladura del vapor La Coubre, el 4 de marzo de mil 960.
A 59 años, los cubanos no olvidamos el hecho que sembró tanto dolor y muerte. Alrededor de 100 fallecidos y más de 500 mutilados o heridos fue el saldo del sabotaje.
¡Qué bárbaros! cuántas vidas cegaron quizás en plena juventud, cuántos sueños truncaron, cuántos niños sin padre y cuántas familias quedaron enlutadas.
Muy conmovedora fue la jornada en que se produjo la explosión del mercante francés La Coubre, que procedente de Bélgica, descargaba armamento necesario para la defensa de nuestro país.
Más aún, por originarse dos detonaciones, con solo minutos entre una y otra. La segunda, causante del mayor número de víctimas, dada la cantidad de personas que acudió a brindar su solidaridad.
Lo que no logró la acción ejecutada por la Agencia Central de Inteligencia, fue aminorar el ímpetu de un pueblo que cada día robustece su voluntad de resistir y preservar la libertad de la patria al precio que sea necesario.
La sangre derramada demostró el carácter terrorista del gobierno de los Estados Unidos contra la naciente Revolución, al tiempo que ahondó la convicción de los cubanos de llevar adelante el camino escogido el primero de enero de mil 959.
En la despedida de duelo de las víctimas, el Comandante en Jefe Fidel Castro pronunció por primera vez la consigna de ¡Patria o Muerte!, frase que hoy continúa como guía y bandera de combate de todos los revolucionarios.
Esa es nuestra promesa a los que llevamos en el recuerdo desde el 4 de marzo de mil 960.
Tomado de Radio Guamá