Abordar la interpretación de un oratorio de tanta ciencia y sabiduría musical como es La Creación de Franz-Joseph Haydn, en el que voces solistas y masa coral aseguran el éxito o el fracaso de la empresa, exige de todos los intérpretes vocales la más pura cantabilidad y una perfecta adecuación al estilo de la época en que nos encontramos, el Clasicismo de finales del siglo XVIII. En la lectura ofrecida en el Teatro Monumental por los conjuntos orquestales y corales de la RTVE se evidenció que, si uno se pensaba que en lo que atañe a las voces, el coro salvaría únicamente el oratorio más popular de Haydn con unos cantantes de menor altura musical, se estaba bastante alejado de la realidad, pero lo cierto es que la velada fue salvada en gran parte por el coro, como siempre de presencia tan destacada en este tipo de obras sinfónico-corales. Y es que en este caso particular no se aciertan a comprender las razones para la elección de los cantantes.
Parafraseando el Génesis, en el primer capítulo, Dios crea el mundo en seis días. En los capítulos 6 al 9 Dios castiga al hombre, aquel al que había creado en el sexto día, y le envía el Diluvio Universal. Sólo salva a Noé y su familia. Pues bien, aquí, del trío de arcángeles, salvaríamos del diluvio sin pensárnoslo dos veces a Gabriel, interpretado por la soprano brasileña que posee, curiosamente, el nombre femenino del arcángel, Gabriella Pace, y que también daba vida a Eva, la cantante más convincente y de mejor solvencia vocal del reparto. Su timbre, de tinte lírico, es grato al oído, y si a eso se suman gusto canoro, homogeneidad vocal, capacidad para realizar filados y medias voces, y facilidad en el registro más elevado, se tiene casi todo en Haydn, pese a poseer una discreta proyección. Se hubiera deseado un punto más de expresión, no tanta levedad, y quizá un mayor grado de ligereza en vocalizaciones u ornamentaciones, pero en términos generales la soprano consigue defender correcta y dignamente su parte.
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