Entre las divinidades más complejas y desconocidas del antiguo Egipto se encuentra la polvorienta figura de la poderosa Neit, adorada por los egipcios mucho antes del reinado del primer faraón.
Venerada desde los tiempos predinásticos ( 5300- 3000 a.C) como Diosa de la caza y la guerra, sus emblemas eran el arco, las flechas y el escudo por lo que es asociada con las diosas griegas Atenea o Artemisa.
Su figura se transforma con el crecimiento de la civilización egipcia y a partir del Reino Antiguo (2686- 2125 a.C) se convierte en la protectora de Osiris, Ra y el faraón, con sus flechas que adormecían a los espíritus malévolos.
En el período del Reino Nuevo (1550-1069 a.C) es reconocida como "La gran Diosa Madre", deidad
anterior al océano primordial. Es adorada como quien otorgó la luz al mismísimo Ra y como creadora de dioses y hombres. Un poco más tarde se convierte en la diosa del cielo y como madre de todos los dioses y precursora del mundo goza de una especial veneración en todo Egipto.
Salida del caos primigenio, ayudante en la primera salida del sol o creadora con sus siete flechas mágicas de la colina primordial los egipcios identificaban a Neit como principio creador de la existencia, inventora de los textiles y protectora de los difuntos en su viaje al inframundo.
Una deidad guerrera benévola a la par que poderosa, que dio a luz a un pueblo y a sus dioses con el amor inconfundible de una madre divina y terrenal.