lo mejor de la navidad son los niños y su ilusión. Estas navidades he disfrutado como un enano viéndolos comentar lo que le habían traído los Reyes y/o Papa Noel. Mientras observaba y escuchaba sus comentarios me daba cuenta de lo creativos que pueden llegar a ser y los más sorprendente es que esta creatividad no era patrimonio de unos pocos, todos la tienen en uno u otro grado. Esto contrasta con el mundo adulto, donde la creatividad es sólo patrimonio de una minoría muy selecta y cotizada.Quizás ésta sea una de las desventajas de irse haciendo viejo: que poco a poco pierdes esa frescura que te ayuda a hacer cosas de mil maneras diferentes.
Pero estas navidades también tuve la suerte de toparme con un tipo llamado Sir Ken Robinson que me ayudó a entender que esta pérdida de creatividad no tenía nada que ver con la vejez, él lo achacaba más al modelo educativo que tenemos, algo con lo que no puedo estar más de acuerdo.
Antes del siglo XIX no existía ningún tipo de sistema educativo. En ese momento surge la necesidad de educar a la población para hacer frente a una nueva era: la Revolución industrial. Era preciso formar a mano de obra para que ésta pudiera trabajar en las nuevas fábricas.
Por triste que parezca, este sistema educativo poco ha evolucionado desde entonces, los principios que lo regían siguen siendo muy parecidos: la formación de personas para incorporarse a un mercado laboral predecible. Y mientras el sistema educativo apenas ha cambiado, el mercado laboral ha evolucionado a una velocidad de vértigo, y en estos momentos nos encontramos con un modelo educativo obsoleto y que ha fomentado el ahogo uno de los tesoros que actualmente demandan las empresas: la creatividad.
En estos sistemas educativos la jerarquía de conocimiento pasa por muchas matemáticas, lengua o historia y poca música, arte o dibujo. Además este sistema busca minimizar algo tan “horrible” como el error. Esto hace que se fomente el miedo a arriesgarse, siempre moviéndose sobre seguro, respondiendo a lo que se sabe y callando cuando algo no se sabe, anulando así el desarrollo de la capacidad para imaginarse múltiples soluciones.
Si nos preguntasen cómo va a ser este año casi todos coincidiríamos en decir: “quién sabe”. Ese es el mundo en el que nos movemos, el mundo de quién sabe. La incertidumbre desde el siglo XIX hasta nuestros días se ha multiplicado exponencialmente, y sin embargo, seguimos formando mentes para trabajar en entornos seguros, donde sólo se responde a las preguntas evidentes que vienen en el temario, salirse de ahí es todo una aventura al alcance de unos pocos.
La educación es la que nos lleva a ese futuro, y frente a un futuro incierto, nosotros tenemos un sistema educativo totalmente previsible. Hay algo que no encaja y que vaticina tiempos difíciles...
Ante la ausencia de responsabilidad de quienes diseñan el panorama formativo, quizás deban ser las empresas las que asuman el liderazgo en este ámbito y se encarguen de recuperar el tiempo perdido, haciendo que quienes conforman las empresas, las personas, recuperen ese don con el que nacieron y que le “ayudaron” a perder en su proceso de maduración.
Si las personas no recuperan este don, será muy difícil pasar de pantalla en este juego. Con la revolución industrial lo conseguimos, pero creo que no hace falta recordar que ésta ya terminó hace mucho tiempo, y que las nuevas reglas del juego reclaman cosas nuevas, ¿o quizás no tan nuevas? .... al final, la creatividad siempre ha estado ahí, pero nunca se la ha valorado como se merece. Ahora ha llegado su momento, y las empresas serán las primeras en notarlo, quizás por ello deban ser las primeras en reaccionar creando y fomentando nuevas culturas corporativas que apuesten por el trabajo en equipo, donde todas las ideas tengan cabida y sean valoradas, donde el error sea quedarse callado y donde no moverse sea “castigado”.
Al igual que la inteligencia, las empresas deben ser dinámicas, únicas y heterogéneas ... y la creatividad es el camino.