Un grupo de mujeres discute el mandato de tomar el cuidado de sus bebés como un acto individual, o familiar. Para ellas es colectivo y político. Comparten sus miedos y fantasmas, y así van encontrando sus propias respuestas.
Por Lucia Alvarez
Es sabido que la llegada de un bebé revoluciona el hogar, la pareja, la vida de las mujeres. En los últimos años, manuales y guías para evitar el colapso prosperaron como una opción ante los miles de mandatos que existen sobre la maternidad. La organización Las Casildas ideó ahora una propuesta para afrontar ese momento y esa sensación de soledad: los grupos de crianza. La invitación es sencilla, pero profundamente transformadora: hacer de la crianza un acto colectivo. Tejer una red de contención, armar una tribu. Para ser parte de ese tejido no hay requisitos, ni reglas. Las recetas, los mitos, los prejuicios quedan del otro lado del salón, en ese "afuera" que estas mujeres sienten como un gran dedo acusador, una voz que les repite "lo estás haciendo mal". Adentro, hay piedra libre para criticarlo todo, para exponer los miedos, el cansancio, las dudas, y sobre todo, para asumir que la maternidad es muchas cosas, pero jamás el lecho de rosas de las propagandas de pañales.
Tal vez por eso, los grupos están compuestos por mujeres que, a simple vista, parecen tener poco en común: se unen allí publicistas, diseñadoras, maestras, empleadas públicas, antropólogas, cantantes o biólogas. Algunas parieron en la casa, otras en instituciones; unas practican el budismo, otras cumplen con un trabajo de oficina. La magia del compartir se extiende luego a otros espacios: sus participantes se juntan a tomar mate, van juntas a clases de masajes con sus hijos, de yoga para bebés, o incluso a una marcha contra la violencia de género.
La idea nació hace algo más de un año, cuando Valeria Wasinger, Julieta Saulo y Mariela Franzosi, coordinadoras de los grupos de crianza, crearon Las Casildas.
La organización trabaja sobre aquellos temas que el feminismo más tradicional había dejado vacante: el parto, la maternidad y la crianza. En poco tiempo, montaron varios grupos, en la Ciudad y provincia de Buenos Aires.
Tiempo Argentino conversó esta semana con cinco mujeres del grupo de crianza del barrio de Chacarita (Lola, Natalia, Micaela, Pamela y Laura) y contaron por qué asumieron este desafío. "Es el espacio menos careta del mundo", contaron.
–¿Por qué se unieron al grupo?
Natalia: –Me decidí después de estar un mes encerrada en casa, en invierno. Mis amigas tienen hijos más grandes, o no tienen hijos, y cuando no tenés pares, es difícil.
Laura: –Cuando estás embarazada te cuesta mucho compartir con otros que no están en tu misma situación. Si bien somos distintas, estamos atravesando cosas similares. También es un modo de enfrentar la desinformación y poder decidir sobre qué es lo que una quiere.
Pamela: –Hay mucha ignorancia en algunos temas clave. El grupo te sostiene, te ayuda a que no tomes decisiones en la soledad del hogar, con tu marido que, quizá, está en crisis igual que vos.
Micaela: –Yo creo que nos une la búsqueda de una tribu. De una cosa que quizá antes se daba naturalmente, pero que en la ciudad está perdida: todas las mujeres criando juntas a los chicos.
Laura: –Acá las coordinadoras nos ayudan a encontrar una decisión propia, no la estándar. Es dentro de una línea pero sin fundamentalismos, sin bajar línea. En general todos tienen recetas, pero acá el saber se construye en el grupo.
–¿Cómo es esa soledad de la que hablan?
Pamela: –Más allá de tu pareja, de tu familia, está la soledad de vos y tus mambos, que reverdecen y sentís que nadie te entiende. Y todo el mundo piensa que te agarró la depresión. El gran fantasma de la depresión posparto.
Laura: –Creo que siempre debe haber existido la sensación de soledad, pero no se hablaba o no era legítimo. Quizá estaba mal visto que una madre plantee que la maternidad no es color de rosa. Pero cuando estás recién parida, te recluís y ves pasar la vida por la ventana, te sentís afuera del mundo.
Micaela: –Yo empecé a sentir soledad cuando empecé a tener miedos nuevos, porque tenés la responsabilidad de la vida de alguien. Pero la gente te acusa de paranoica. Las mujeres lo viven en silencio, pero estos espacios te hacen dar cuenta que no estás sola.
Pamela: –Y te conectan con tu bebé, porque si te dejas llevar por todo eso, es difícil encontrar la conexión con él. También está el miedo de haberse imaginado como mamá de una manera y darse cuenta que no sos eso que te habías imaginado. Cuando te encontrás con que es mucho más difícil y entrás en crisis, te peleás con tu pareja, se viven momentos de caos y ese es un miedo grande.
–¿Cómo trabajan esa sensación en el grupo?
Pamela: –Te pongo un ejemplo. Hay días que venís con una carga tremenda y entonces las chicas proponen hablar del puerperio. Es algo que nunca te planteaste, es algo que te está pasando, hay gente que escribió sobre eso, y ese día te vas tranquila, diciendo: soy una mujer puérpera, ya se me va a pasar.
Micaela: –También ayuda a confirmar lo que uno piensa. Todos te dicen que lo vas a malcriar, que le va a agarrar vicios. Las chicas nos guían, nos dicen que no es tan así. Y una puede sostener lo que siente, y que el afuera te pone en duda.
Lola: –Parece que la maternidad es patrimonio de la humanidad, todos tienen la receta, lo hacen mejor que una. Yo creo que el ser humano es así, pero la maternidad te pone en un lugar tan vulnerable que uno lo siente potenciado.
Pamela: –Este es un espacio donde podemos decir cualquier cosa y nadie se va a horrorizar.
Laura: –Es el espacio menos careta del mundo.
–¿En qué consiste la crianza con apego?
Laura: –Más que definiciones, se trata de algo que te va saliendo. Yo pensaba que no estaba bien que el nene duerma en la cama, pero no me salió dejarlo en el catre.
Micaela: –Con tantas recetas te mareás, pero vos lo que querés es que duerma con vos, o toda la noche.
–¿Es seguir la intuición?
Lola: –Es verlo llorar y no aguantar.
Pamela: –También hay pediatras que bancan eso y te sentís segura.
–¿Y hay algo de dogma en la filosofía del apego?
Laura: –Sí, pero justamente estos grupos tienen la idea de libertad, que vos tomes lo que te sirve, lo que te sale. Hay algunos que bajan el apego como dogma, y si no le das la teta a demanda, sos una mala madre.
Lola: –Es el miedo del hombre, querer bajar un concepto y encerrarlo. Me parece piola lo que dice al respecto el pediatra Carlos González: más amor y menos instrucciones con los hijos.
–¿Qué reacciones hay cuando dicen que van a un grupo de crianza?
Pamela: –"¿Qué es eso? ¡Qué fundamentalista!" También da miedo que quieras atravesar tu maternidad de un modo tan carnal. ¿Para qué tanto si te puede ayudar tu mamá y tu familia?, te cuestionan. El concepto de tribu da miedo.
Lola: –Yo subí una foto al Facebook y me ponían comentarios muy graciosos, tipo: "¿es una competencia de amamantamiento?"
Micaela: –A mí me dijeron: "¿Necesitas ir a un grupo para poder criar?" Igual yo creo que explicando, el otro entiende que está bien, porque se trata de ignorancia.
Laura: –Creo que da miedo desnaturalizar la crianza, obliga al otro a hacer algunas preguntas.
Pamela: –Yo trato de no explicar tanto, porque da la sensación a algunas mujeres como que se confundieron en todo, y no es tan así.
–¿Se puede politizar la crianza?
Lola: –Es que no se trata de mi hijo, son los hijos del mundo, de la nueva era.
Laura: –Hay una necesidad de involucrarse y participar. El acto de criar es profundamente ideológico. Cuando acompañás a un hijo, estás transmitiéndole tu mirada de la vida. Por el modo en el que lo criás, podés favorecer que sea una persona libre o que se deje someter, que sean súbditos. «
el hombre, padre y compañía
A las 8 de la noche, cuando ya el grupo está terminando, uno de los padres se asoma por la puerta. Las mujeres festejan la aparición, lo animan.
Él prefiere tomar a su bebé y quedarse a un costado del salón. Lo sabe: este es un espacio para ellas. Aunque los grupos fueron pensados sólo para mujeres, Las Casildas también ofrecen actividades mixtas para aquellos varones que también buscan vivir su rol de un modo distinto. "Una, como mujer, le demanda presencia, contención, una paternidad activa. Pero además el hombre sigue en el lugar de proveedor y eso los coloca en un lugar difícil", reflexiona Laura.
"Se trata de una crianza, en la que estamos los tres. Pero el rol del padre consiste sobre todo en acompañar a la mamá, entenderla, para que ella a la vez pueda contener al bebé", dice Pamela, mientras su marido escucha a un costado, con Rufo en brazos, el hijo de ambos.
la idea del parto orgásmico
Las Casildas es por Casilda Rodrigañez Bustos, una feminista española cuya primera obra, Pariremos con placer, se convirtió en emblema para los defensores de recuperar la energía sexual femenina y el parto orgásmico. Allí Rodrigañez Bustos expone el encierro de la maternidad al ámbito doméstico y la investidura del parto como una experiencia dolorosa y sufrida. En la web, la española explica: “Aunque ahora las mujeres creamos tener más libertad sexual que antes, en realidad tenemos más libertad formal pero más represión y más violencia interiorizada: los úteros espásticos y atróficos, los dolores de parto y de regla, así como los cánceres de útero y mama serían la punta del iceberg de esta violencia.”
"el sistema busca la desconexión"
La crianza con apego fue un modo de recuperar un modelo de maternidad que había quedado de lado tras la revolución de las mujeres y su ingreso masivo al mercado laboral.
A los mandatos de los manuales como Duérmete niño, se opuso entonces toda una nueva filosofía en defensa de la lactancia, el colecho y el instinto materno.
Un promotor de esta filosofía es el médico pediatra español, Carlos González, autor del best seller Bésame mucho.
González cuestionó las recetas sobre la necesidad de que los niños duerman solos o aprendan a comer de todo.
Pero también la crianza con apego fue blanco de severas críticas, sobre todo, por promover un modelo de familia conservador y exigirles a las mujeres que suspendan sus aspiraciones profesionales.
"Tampoco es cuestión de volver al rulero y las pantuflas", responden las chicas a la pregunta sobre cómo combinar esta maternidad más comprometida con sus trabajos.
"Tiene que ser una elección. Hay mujeres que necesitan conectarse con el mundo laboral para mantener la cabeza sana y está genial. Pero si no, el sistema tiene que permitirles a las mujeres vivir su maternidad de otro modo. Yo ahora me tomé una licencia sin goce de sueldo, pero muchas mujeres no pueden hacerlo, tienen que volver a los 45 días", aclara Laura, y agrega: "Por eso, estos grupos son también una forma de posicionamiento político. Hay que pelear para que las mujeres puedan decidir cómo parir, y cómo quieren criar, y eso también tiene que ver con la vida material de esas mujeres."
Entre la agenda de demandas, la extensión de la licencia es la más relevante. Pero hay otros temas, vinculados con la lactancia, que también resultan de gran importancia para ellas. "Una cosa se une a la otra. La teta se debe dar, mínimo, por seis meses. Pero si tenés que trabajar durante ocho horas, desde los 45 días, es muy difícil. No tenés dónde sacarte leche, dónde guardarla en condiciones. Yo creo que el sistema busca esa desconexión, te quiere hacer creer que la leche que se vende es mejor que la tuya, y eso es imposible", reflexionó Micaela.
Fuente: http://tiempo.infonews.com