Revista Cultura y Ocio

La cripta de la iglesia de “La Santa” en Ávila: de cementerio a Museo Teresiano

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

La cripta de la iglesia de “La Santa” en Ávila: de cementerio a Museo TeresianoDaniel de Pablo Maroto, ocd
“La Santa” (Ávila)

Los habitantes de la ciudad de Ávila saben a qué se refiere el título de este breve estudio, al menos, así lo espero. Para los lectores que lo ignoran, les digo que se trata de una construcción en el subsuelo de la iglesia dedicada a santa Teresa de Jesús construida los años 1629-1636 sobre el solar de la casa de sus padres y otros espacios de propietarios particulares. Esa “cripta” se construyó para salvar un fuerte desnivel del terreno en dirección norte-sur desde la plaza hasta la calle de Santo Domingo. El arquitecto carmelita. Alonso de San José, optó por construir la iglesia y parte del convento de los frailes sobre unos fuertes muros y bóvedas que es lo que llamamos la “cripta” objeto de nuestro estudio.

En la actualidad, se ha destinado a un monumental espacio museístico dedicado a la fundadora del Carmen Descalzo Teresa de Jesús y su obra fundacional. Aprovecho la ocasión para invitar y animar a los lectores a que visiten este amplio y mágico espacio arquitectónico, no sé si único en el mundo, riquísimo también por el contenido de los objetos que en él se exhiben en sus paredes y vitrinas. La invitación se dirige de manera especial a los habitantes de la Ciudad que ignoran el tesoro que tienen a la puerta de casa. Y también a las agencias de viajes y al Centro de orientación de los turistas que los inviten a que hagan lo mismo.

Pero el propósito de este escrito no es presentar el museo actual, sino recordar el destino que se le dio a esa “cripta” en su origen. Para eso el visitante de la iglesia de “La Santa” tiene que saber que existe ese amplio espacio abovedado. Además, recuerdo a los lectores que su estructura actual ha variado mucho de lo realizado por el arquitecto carmelita en sucesivas reformas. En su edificación original, existía una amplia nave central y en los dos laterales cuatro capillas independientes cerradas por unas rejas de madera de nogal, lo mismo que el altar mayor, y que fueron eliminadas en 1864. Después de las últimas reformas de la iglesia en el siglo XX, se han abierto los espacios interiores y aparece la iglesia con su nave central y las dos laterales más estrechas con sus altares dedicados a varios santos y otras advocaciones.

Abandonemos la iglesia y accedamos a la “cripta” convertida en Museo teresiano bordeando la fachada por la izquierda hasta encontrar la entrada al actual “museo” para que el visitante comprenda mejor la construcción originaria. Bajo las ocho capillas laterales de la Iglesia, el subsuelo (llamado por los cronistas antiguos la “bóveda”) se dedicó a enterramientos de las familias que las “compraban” (temporalmente) a la comunidad de frailes para celebrar sus fiestas litúrgicas y honrar a los santos de los altares. Así este amplio espacio se convirtió en un cementerio de la comunidad de frailes y de los seglares. El espacio dedicado a esa función podían ser los muros, con sus correspondientes nichos, o el pavimento. Ignoro si el subsuelo de la parte dedicada a convento estuvo también dedicada a cementerio, aunque tengo indicios que me inclinan al sí.

Se ha conservado en el archivo del convento un libro que ilustra esta función de la cripta hasta la exclaustración de la comunidad en 1836. Lleva por título: Libro de la Sacristía en que se hallan las cosas y noticias siguientes (Armario 1, B – 4). Es un manuscrito sin fecha de inicio, se supone que después de 1637, cuando comenzó la vida carmelitana en el nuevo convento. Los sucesivos secretarios de la comunidad, han anotado noticias interesantes sobre el culto en la iglesia por la comunidad de carmelitas, del cabildo catedralicio y de las autoridades de la ciudad con motivo de las celebraciones en honor de la Santa abulense. Me resulta curioso, por ejemplo, conocer las salidas de la imagen de la Santa a la catedral para las “rogativas” pidiendo la lluvia acompañando a la Virgen de Sonsoles. Así como la participación del cabildo en los actos de culto a santa Teresa tanto en la catedral como en la Iglesia de La Santa; así como las salidas a las parroquias de San Vicente y San Juan y otros datos de interés.

Pero el libro es, además, una guía necesaria para ilustrar el proyecto de esta crónica: la conversión del hábitat subterráneo en cementerio. Justo debajo del presbiterio de la iglesia se encuentra una sala amplia y bien abovedada dedicada al enterramiento de los religiosos difuntos de la comunidad utilizada hasta bien entrado el siglo XIX. Además, por la cantidad de enterramientos de frailes reseñados en el citado libro, podemos sospechar que se utilizó el pavimento y los nichos de las paredes; los nombres y la fecha del enterramiento se encuentran entre las páginas 74-97 escritas a dos columnas, solo el recto, y algunas páginas vacías. Espigando en ese rico e interesante material, encuentro que existen enterramientos al menos desde el año 1650 (empezó la vida conventual en torno al 1637); y el último controlado por mí es del año 1834 (p. 94), teniendo en cuenta que la “exclaustración” de los frailes tuvo lugar en 1836. Constan también pocos enterramientos en los “nichos” (pp. 100-106). No constan en este libro los enterramientos de los pocos religiosos que permanecieron en el convento como “capellanes” como sacerdotes seculares hasta el año 1876.

A continuación (pp. 161-235), se reseñan los enterrados en las “sepulturas de los seglares”, noticia valiosa para confirmar la costumbre de enterrar en “sagrado” a las personas no pertenecientes a la comunidad religiosa, secuela de lo dicho con anterioridad: la “compra” del uso de las capillas en los laterales de la iglesia. Por ejemplo, están enterrados aquí, de manera excepcional por lo que he podido leer, algunos sacerdotes seculares; y, los más frecuentes, fueron las mujeres, los varones, también niños y niñas, etc. Puede ser de interés la categorización social de los difuntos, algunos de alto rango social al que aluden los copistas. Y una “curiosidad”: tuvieron problemas morales para enterrar en sagrado a un niño de 4 años de edad (en 1789), hijo de un padre inglés que era protestante, también enterrado aquí y que murió el año 1793, habiendo previamente “adjurado de herejía” y recibidos los sacramentos del bautismo, confesión, confirmación, comunión y extremaunción (los dos, p. 180).

No puedo olvidar a un ilustre personaje vinculado a esta casa e iglesia de la Santa del que una crónica del tiempo presenta su “enterramiento” y que completa lo dicho en este breve escrito: “En la bóveda de esta capilla [de la Virgen del Carmen] está enterrado el Sr. Don Diego Merino de Rojas, corregidor y superintendente en esta ciudad de Ávila. Murió el 29 de octubre de 1730”. “Que fue el que hizo la capilla en la forma que hoy está; dotó una de las dos lámparas…” (Libro de la Sacristía, folio 72). Antes esta capilla fue una sala de reliquias que se comunicaba con el presbiterio de la iglesia. Con ese motivo se trasladó aquí la imagen de la Santa que antes estaba “de rudillas” (sic) ante el Cristo a la Columna, donde sigue estando en su altar.

Termino aludiendo a una obra mía anterior para completar las noticias que ofrezco en esta breve síntesis con referencia a muchas noticias del archivo conventual. DANIEL DE PABLO MAROTO, Iglesia y convento de “La Santa” en Ávila, edición de los Carmelitas Descalzos de Ávila, 2014, 109 pp., con varias fotografías. De venta en la Sala de Recuerdos y Reliquias. Y en MUSEO TERESIANO.


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