Revista Economía

La crisis: cómo empezó todo

Publicado el 18 mayo 2010 por Albertorm


La crisis: cómo empezó todo

En los años ochenta surge una tendencia creciente hacia la desregulación y la autorregulación bancaria. Esta tendencia se basaba en dos tesis: una teórica, según la cual los mercados son eficientes, completos y neutrales para la actividad económica, y otra política, a partir de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, en la que se tomaron medidas basadas en estas hipótesis no suficientemente contrastadas.

Los bancos centrales, partiendo de la premisa de que los mercados son eficientes y los precios de los activos financieros son siempre correctos, se limitan a controlar que se cumplan los objetivos de inflación de los precios al consumo, pero no de los precios de esos activos, que son los que realmente producen la inestabilidad financiera y bancaria.

En los años noventa, los países emergentes de Asia, Europa y América Latina se ven inmersos en una crisis debida a su excesivo endeudamiento. Dejaron de endeudarse en el exterior, redujeron su inversión y su consumo, comenzaron a ahorrar y acabaron acumulando grandes reservas en moneda extranjera para evitar futuras crisis.

De tomadores e importadores de capital de los países desarrollados pasaron a ser prestamistas y exportadores de capital a dichos países, entrando éstos en una situación de déficit externo corriente. Las grandes empresas de los países desarrollados aumentaron así sus inversiones en tecnologías de la información e Internet.

Tras el estallido de la burbuja tecnológica, los bancos centrales, y en especial la Reserva Federal americana, desarrollaron, para evitar la recesión, una política monetaria basada en bajos tipos de interés, disponibilidad de crédito y enorme liquidez, que era suministrada por las inversiones de los países emergentes ahorradores. Estas políticas provocaron que aumentase la compra de viviendas, su precio y los créditos hipotecarios, sobre todo en Reino Unido, España, Australia o EEUU. En éste último se desarrolló el crédito hipotecario conocido como “subprime”, dirigido a familias con pocos recursos económicos.


Los inversores internacionales no solían comprar estos créditos hipotecarios por ser a largo plazo, inciertos y por su tasa de impago. Pero acabaron comprándolos porque la ingeniería financiera americana sacó estas hipotecas de sus balanzas y las titularizó, las dividió en tramos y las reempaquetó con otros créditos de consumo, de coches y de tarjetas de crédito. Mejoraban así, supuestamente, su calidad crediticia, aumentaban su diversificación y reducían su riesgo de impago.

Los bancos son quienes titularizan y ofrecen, a las agencias de calificación crediticia, la información sobre la solvencia del propietario y la relación porcentual entre el valor de la hipoteca y el valor de la vivienda, información que las agencias de rating no pueden contrastar. Las agencias otorgaron una alta calificación crediticia a estos títulos, los inversores y los propios bancos se fiaron de esta calificación y acabaron comprando unos activos de elevada rentabilidad en relación a su riesgo.


En agosto de 2007 los inversores perdieron la confianza en unos instrumentos financieros complejos, garantizados por hipotecas cuya elevada calificación crediticia resultó errónea, algo que muchos sospechaban. Pero ya se sabe que algunos son capaces de ignorar la realidad cuando pueden ganar más. Tras la caída de del banco de inversión americano Lehman Brothers, cundió el pánico en los mercados financieros. Si el grande había caído, cualquiera podía hacerlo así que los accionistas e inversores perdieron la confianza y vendieron masivamente sus acciones en bancos que ocultaban la tenencia de enormes activos deteriorados o tóxicos.

Por la misma razón la confianza también se perdió entre los propios bancos y dejaron de prestarse en el interbancario. Los mercados financieros, uno tras otro, dejaron de funcionar parcial o totalmente: primero fue el del papel (pagarés), después el resto de los mercados garantizados por hipoteca, a continuación los de otras titulizaciones de créditos, luego el interbancario y los mercados monetarios y finalmente los mercados bursátiles.

Muchos bancos estuvieron a punto de quebrar y algunos tuvieron que ser nacionalizados o salvados de la quiebra por sus gobiernos, el crédito se contrajo enormemente, el consumo y la inversión se desmoronaron y se produjo, por primera vez en la historia, una recesión global y altamente sincrónica.


¿Se podría haber previsto esta crisis con antelación? Los economistas Andrew K. Rose y Mark Spiegel desarrollaron un modelo muy sofisticado de alerta avanzada llamado “indicador múltiple de causas múltiples”, en el que utilizaron más de 60 causas posibles, 107 países y un marco estadístico flexible. A pesar de todo ello no fueron capaces de ligar las causas a su incidencia en dichos países.


Fuente:


- La primera gran crisis financiera del siglo XXI, de Guillermo de la Dehesa.


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