Revista Opinión

La crisis de la derecha española es moral más que política

Publicado el 17 mayo 2019 por Carlosgu82

La derecha se ve afectada por una crisis que tiene su origen mucho tiempo atrás, una crisis ideológica, ante cuestiones como la historia de España y el propio pasado del conservadurismo español.

La derecha española no tiene analogía en la Unión Europea. Por buscar una semejanza diría que se asemeja quizás a la de algún país tan hosco como Hungría. Esta derecha española es heredera de la dictadura franquista. No obstante, la primera organización política de la derecha en la Transición fue Alianza Popular, un partido fundado por ministros y altos cargos de la dictadura franquista.

En la extrema derecha española destaca Vox por su política reaccionaria. Un partido nostálgico de tiempos pretéritos donde el pueblo se descubría la cabeza ante los caciques y señoritos. Pero la nostalgia sólo cabe para aquello que no se vivió en su momento. Aún así, esta abyecta derecha española se reinventa intensificando sus huellas, mientras una parte importante de la sociedad no puede llegar a fin de mes. El palio bendecido de esta élite perniciosa se prepara para cubrirles en la aventura de clausurar la conciencia del pueblo.

En España asistimos a un repliegue estudiado bajo el pretexto de la unidad nacional y, con la falacia de llamarse constitucionalistas, ante la amenaza interesada y aumentada de la secesión de Cataluña. En el ceremonial aprendido de confusión que la derecha maneja, cuando la realidad no coincide con lo que les interesa, cambian el significado de las palabras que definen esa realidad hasta que encaje en lo que les conviene para sus oscuros planes. Como llamar golpistas a los independentistas. Cuando la verdad, sólo se puede hablar de golpe de estado cuando hay una clara amenaza directa de violencia armada. Condición sine qua non para llamarlo así.

Las derechas mantienen esa línea de recurrir a la mentira, al miedo, a la confrontación y a la crispación, hablando de traición, de humillación y de cesiones que nunca han existido, porque el Gobierno socialista, lo único que siempre ha expresado muy claramente es su voluntad de buscar una vía política para resolver el problema de Cataluña, dentro de los límites de la ley, de la Constitución.

Si nos remontamos atrás en nuestra historia vemos que las derechas suelen deslegitimar lo que hace la izquierda desde el poder, y así ha sido siempre, al margen de las circunstancias económicas o sociológicas del momento. Ya ocurrió en la primavera de 1936, tras las elecciones ganadas por el Frente Popular, celebradas el 16 de febrero de ese mismo año. Ya en campaña se podían adivinar advertencias, que nos suenan muy actuales, Acción Popular decía frases como estas: «Las izquierdas burguesas del brazo de los comunistas. Elector: todos son una misma cosa: ¡Revolucionarios! ¡Contra la revolución y sus cómplices!»«Sevillano: ¿Te acuerdas de los años que estuviste sin Semana Santa? Pues prepárate a no tenerla nunca más si entran las izquierdas. ¡No ves que son laicos. Y enchufistas!». Al igual que hoy día, excesos verbales que se materializarían en los meses siguientes en conflicto, agresiones y la creación de un clima político crispado y polarizado que serviría como justificación para el golpe de estado que, en ningún caso, tenía como objetivo evitar una revolución, dado que no había ni iba a haber revolución alguna.

No obstante, fueron las derechas las que mantuvieron su lucha en la calle y en el mismo parlamento, donde se llegaría a plantear una proposición de ley para acabar con el estado de subversión en que decían vivía España. Este debate fue el 16 de junio, con duras, muy duras intervenciones de Gil Robles y Calvo Sotelo, quien defendía un determinado modelo de Estado: «A este Estado le llaman muchos Estado fascista; pues si ese es el Estado fascista, yo, que participo de la idea de ese Estado, yo que creo en él, me declaro fascista». Una audaz y feroz Dolores Ibárruri le replicó sin miedo: «Cultivasteis la mentira; pero la mentira horrenda; la mentira infame».

Afortunadamente aún estamos a tiempo de frenar este despropósito, conocemos nuestra historia, sabemos quienes son y qué quieren, tenemos una oportunidad. La coalición de un gobierno progresista sería un hito muy positivo para poner a la derecha en su lugar, al mismo tiempo que permitiría priorizar la agenda social y afrontar los problemas que afectan a los sectores más desfavorecidos, y demostrar que la propaganda del miedo que los medios de derecha y extrema derecha hacen anunciando la ruptura de España es falso, innoble y miserable.

Por esto, un frente común entre las formaciones políticas nacionalistas de izquierda y la izquierda estatal, cuyos objetivos, sin ser idénticos, disponen de un marco político que los hace afines, podrían proponer una Constitución reformada de manera que el continente adecuado para asentar una solución satisfactoria a las aspiraciones al autogobierno del pueblo catalán establecerían las bases necesarias para un acuerdo de solución y esperanza de unidad. Y todo ello sin dejar de lado la consagración de la recuperación de los contenidos sociales adecuados y democráticos, erosionados por la acción de los gobiernos de la derecha que han minado el Estado de Bienestar.


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