Vicenç Navarro
Es importante no perder la perspectiva de lo que ocurre en la Eurozona, pues la avalancha neoliberal reproducida a través de los medios de mayor difusión es tal que a veces es difícil ver la realidad tal como es a través de tanta desinformación. Veamos los datos. Y el primero que aparece con toda claridad es que ni la Unión Europea (UE), ni la Eurozona tienen ningún problema de deuda pública. En realidad, la deuda pública promedio de la UE y de la Eurozona es más baja que la existente en EEUU. Es más, dentro de EEUU, el déficit y la deuda pública de California es mayor que el déficit y la deuda pública de Grecia, dentro de la Eurozona. Es importante que estos datos se conozcan porque el nivel de alarma sobre el nivel de la deuda pública en la Unión Europea ha alcanzado niveles totalmente desproporcionados.
¿Cuál es, pues, el problema? La respuesta es fácil de ver, aunque usted, lector, no la verá en los medios de mayor difusión, y es que el mal llamado “problema de la deuda” reside en causas políticas, más que económicas o financieras.
De nuevo, veamos los datos. Los intereses de la deuda de algunos países europeos en la periferia de la Eurozona (los mal llamados PIGS) son muy elevados, forzando a los estados de estos países a pagar cantidades exuberantes y claramente desorbitadas, que consumen muchos recursos públicos que se podrían utilizar en otras actividades como, por ejemplo, en sanidad o educación públicas (que están muy poco financiadas en estos países).
Pero la pregunta que debemos hacernos es ¿cómo puede ser que Grecia tenga que pagar intereses tan altos y California no? Pues la respuesta es que EEUU tiene un gobierno federal que ayuda a California a través de una serie de medidas realizadas por un conjunto de instituciones (incluido el Banco Central Estadounidense, llamado en inglés The Federal Reserve Board) que no existen en la Eurozona, ni tampoco en la Unión Europea. Ahí está la raíz del problema. Y no existen porque la banca (que tiene nombres y apellidos concretos) en los países de la UE y sobre todo en el establishment europeo (el Consejo de Europa, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) tiene un enorme poder sobre las instituciones políticas y no permite que se establezcan. Así de claro. Lo que está ocurriendo en la UE es algo similar a lo que ocurriría en EEUU en caso de que, a pesar de que los cincuenta estados que componen EEUU tienen la misma moneda (el dólar), no hubiera un gobierno federal que se responsabilizara de ello. Por muy extraño que ello parezca, esto es precisamente lo que está ocurriendo en la Unión Europea y en la Eurozona. Es el sueño del pensamiento neoliberal (que es la ideología sobre todo del capital financiero), que consiste en eliminar el estado o disminuir sus responsabilidades al mínimo (excepto cuando se trata de ayudas para salvar a la banca).
El Banco Central Europeo no es un Banco Central
El lector podrá indicar que la UE tiene ya un Banco Central, el Banco Central Europeo, BCE. Pero, por extraño que parezca, tal entidad no es un Banco Central. En realidad, es un lobby de la banca y, muy en particular, de la banca alemana. Llega a tal extremo, que el BCE presta (en realidad, casi regala, dinero, pues los intereses son bajísimos, un 1%) a los bancos privados, pero no a los estados con dificultades, como son los estados periféricos de la Eurozona. Es cierto que recientemente ha comprado a regañadientes bonos de los estados con dificultades, pero no los puede comprar directamente a los estados, sino que tiene que hacerlo comprando tales bonos públicos a los bancos, algo que beneficia a los bancos que se engullen un buen bocado. ¿Le parece injusto? Sí, lo es, y es mucho más que suficiente para indignarse. Pero lo mismo ocurre en España, donde una entidad pública, ICO, ha estado prestando 20.000 millones de euros, no directamente, sino a través de bancos como el Santander y el BBVA, que se han ido enriqueciendo todavía más con las consiguientes comisiones. ¿Por qué el estado necesita de la banca privada? En realidad, no la necesita. Podría, y debería, establecer un sistema bancario público, como solía tener, que funcionaba mejor, por cierto, que el sistema privado actual.
En realidad, si los gobiernos quisieran, el problema de la deuda pública se resolvería rápida y fácilmente. La UE podría establecer unos bonos propios, llamados eurobonos, que se venderían muy bien pues, recuerde que la UE no tiene un problema de deuda pública. Son sólo los países periféricos que tienen tal problema. Y la UE podría permitir que la deuda nacional de estos países periféricos se convirtiera en eurobonos. Los especuladores dejarían de amenazar a aquellos países, de la misma manera que no se especula en contra del dólar, en contra de EEUU o en contra de California. La UE podría establecer una Autoridad Pública Financiera que crease los bonos que serían comprados y gestionados por el BCE que, por cierto, debería transformarse en un Banco Público, responsable a las autoridades electas y representativas de la Unión Europea, incluido el Parlamento Europeo, que debería tener mucho más poder del que tiene ahora.
Y los Bancos Centrales de cada país (hoy también lobbies de los bancos de aquellos países) deberían regular, supervisar e intervenir el sistema financiero nacional (que en teoría aparece en su narrativa, pero no en la práctica), estimulando y facilitando, como he dicho en el párrafo anterior, el establecimiento de bancos públicos que tuvieran como objetivo principal ofrecer créditos a personas y a empresas, en lugar de aumentar los beneficios de los accionistas. La banca privada ya ha mostrado que este último objetivo entra frecuentemente en conflicto con la provisión de crédito. La irresponsabilidad e incompetencia de la banca privada no la hace acreedora del espacio económico que ocupa en España.
Es más que suficiente para indignarse
Hace falta una movilización general, que rompa con la enorme influencia de la banca en las instituciones políticas del país. De ahí la enorme valía del movimiento 15-M, en su exigencia de democratizar al estado español, un estado escasamente democrático, que parece representar más a los intereses financieros y a los intereses de la gran patronal que los intereses de la población, y muy en particular de las clases populares. Y la evidencia accesible documenta ampliamente ese hecho. La representatividad, eje de un sistema democrático, está muy limitada en España, resultado de un sistema electoral muy sesgado a favor de las fuerzas conservadoras y los intereses económicos, financieros y mediáticos que éstas representan. De ahí que lleven razón aquellos del movimiento 15-M al indicar que la clase política “no les representa”. Aún cuando tal dicho es una simplificación, en parte lingüista, pues incluye en la clase política a partidos políticos que están siendo marginados y discriminados por los establishments políticos y mediáticos, el mensaje que aquel eslogan subraya es que la clase política dominante no les representa. Es difícil poner en duda esta afirmación, tal como hizo recientemente el predecible Fernando Savater, quien con el estilo vulgar, grosero y ofensivo que le caracteriza, acusó al movimiento 15-M (a los que definió como un “hatajo de mastuerzos”) de no entender la democracia española, subrayando que sí que les representa. Me temo que tal autor conoce la realidad española peor que los indignados del 15-M. El hecho de que grandes sectores de la población no estén ni se sientan representados por los que toman o tomarán decisiones altamente impopulares, es un problema grave para la democracia incompleta que tenemos.
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Tomado de Vicenç NavarroUna mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización