Doscientos sesenta y cuatro cargos cobran más que Mariano Rajoy y, a mí, no se me ocurre qué puede ser más caro que presidir un país como éste. Sin embargo, una se levanta una mañana de diciembre, a un suspiro de la Navidad entrante, y escucha a su presidente proclamar que la crisis en España es historia del pasado y aún le da para valorar que hay días en que Mariano Rajoy cobra demasiado.
"La crisis en España es historia del pasado" y cinco millones de parados se miran como si acabase de entrar un elefante rosa en el Congreso. Y los padres de los tres millones de niños que viven bajo el umbral de la pobreza se preguntan si todos vivimos en el mismo país. Y el conjunto del país vuelve a sentirse excesivamente poco representado por el gobierno que lo representa. El mismo país que ha perdido la cuarta parte de su poder adquisitivo, la mitad de los derechos alcanzados y en el que la brecha que separa a los ricos de los pobres se abre como un profundo abismo, sin parangón en toda Europa, bajo sus pies piensa que lo de Mariano Rajoy tiene que ser un chiste sin ninguna gracia.
Sentirse en manos de un gobierno que tiene el valor de afirmar que el mayor problema de malnutrición infantil en este país es la obesidad asusta y mucho. Escuchar cada una de sus declaraciones invita por todo lo alto a quedarse sordo de una buena vez. Verlos represantar cada uno de sus sainetes semanales no divierte aunque se esfuercen. Y vivir a merced de unos dirigentes que dirigen sin mirar da ganas de bajarse en marcha. Exasperan una barbaridad. Y exasperan, fundamentalmente, porque es imposible entender que no lo entiendan. Que no alcancen a darse cuenta de que sostener que todo ha pasado es negar la desesperación de una horda de trabajadores sin trabajo, es negar el dolor de miles de enfermos esperando un tratamiento, es obviar las necesidades de los dependientes sin ayudas, de los desahuciados, de los niños sin comedor... Es confirmar, otra vez, que les importa poco. Tan poco como que pueden felicitarse a sí mismos por haberlo solucionado todo tanto y tan bien. Por haber conseguido, contra todo pronóstico, que la crisis en España sea "historia del pasado".
La crisis en España podrá ser historia del pasado, pero, cuando cinco millones de personas no entienden lo que dices, es posible que no te estés explicando, Mariano. Cuando cuarenta millones de personas no están de acuerdo contigo, es posible que no tengas razón en lo que dices. Cuando todo evidencia lo contrario, quizá estés mintiendo como un cosaco. Cuando el país se sigue desmoronando mientras tú construyes castillos en el aire, posiblemente sea hora de asumir que no tienes ni repajolera idea de lo que estás haciendo. Y, si tres millones de niños te miran con ojos de hambre, cállate, por dios, cállate esa sarta de sandeces.
Pero, efectivamente, y por lamentable que nos resulte a casi todos, la crisis en España es historia. Una historia para no contar porque se nos acercan las elecciones. Una historia que poco tiene que ver con el cuento de Navidad que se escucha en el congreso. Es más una historia de Charles Dickens venida a menos. Un musical sin adaptar de la obra de Víctor Hugo. Una historia del pasado, sí, una historia de ese pasado que hemos recuperado a fuerza de recortes. Una historia en blanco y negro que todavía, pero sólo a veces, nos conduce a situaciones desesperadas. Mientras el gobierno de Mariano lo consigue cada viernes.
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