El fútbol europeo, por su poder para congregar a los mejores jugadores casi de manera automática, se convirtió desde hace mucho tiempo en el que marcaba el ritmo en muchos aspectos que se relacionan con él. El deportivo, el social y, por supuesto, el económico.
En la segunda mitad de los noventa, este último se ha tornado casi tan importante como la cantidad de copas que pueda levantar un equipo.
