Antonio Aponte
La Crítica es de vida o muerte para una Revolución. No se conocen Revoluciones perdidas por la crítica, pero sí derrumbadas por su ausencia o por la sordera. Allí están los soviéticos, no oyeron al Che.
La salud de una Revolución estará en relación directa con la calidad de la crítica que la habite. Ahora bien, el proceso de análisis,
la crítica, en una Revolución tiene una fuerte carga ideológica. Veamos.
El término “crítica” puede significar ataque, instrumento para destruir, tener fines políticos de los adversarios.
En este caso no lo clasifiquemos como “crítica” sino como arremetida enemiga.
Puede significar detección de fallas, llamados a corregir rumbos, alerta sobre peligros, argumentos dispares y discordias sanas sobre posiciones dentro del campo Revolucionario. En este caso llamémosla crítica. Igual a aquella a las que nos convocó el Comandante, a la que decía Martí,
“criticar es amar” o la que postulaba el clásico:
“cuídate del que te alaba, oye al que te critica.”
En los dos casos la respuesta debe ser de argumentos, de discusión, presentación de la realidad, nunca persecución ni zancadillas, ni argumentos dirigidos al hombre y no a la idea. Recordemos que siempre en este tipo de combate lo que se disputa es la aceptación de la masa, de la sociedad.
De lo anterior se deduce que
la clase dominante ha instalado en la masa la antipatía por la crítica. Los desprevenidos la consideran sólo un ataque, de esta manera nos privamos de un instrumento valioso para la búsqueda de los caminos ciertos, para corregir errores. Se puede decir que un pueblo tendrá la calidad de su capacidad de crítica. Y concluir que no habrá Revolución sin crítica revolucionaria.
En esta Revolución la crítica debe estar en la primera línea. Ahora es más necesaria que nunca, sólo podremos reponernos del descomunal golpe que significó el asesinato de Chávez con una alta dosis de crítica, de análisis constante, de balance del camino y corrigiendo errores rápidamente. Estamos sometidos a una ofensiva contra el Socialismo que tiene un poderosísimo frente externo, el imperio, y un formidable frente interno, las ideas reformistas y la práctica anarcoide.
En los últimos días la crítica, por parte nuestra, ha redoblado porque el movimiento del paisaje político así lo amerita: la conversación con mendoza no es algo para pasar por alto, las llamadas a los empresarios y las medidas con el dólar no son tonterías, señalan un rumbo que debe ser discutido, debatido, criticado, y ese es un deber de los revolucionarios.
Es un error pensar que el enemigo es sólo capriles y su fascismo raquítico, y dejar de lado las alianzas decisivas con el gran capital nacional e internacional y el aparecimiento en la palestra política de la burguesía tradicional. Y mientras esto pasa, la Revolución se diluye en un gobierno de calle, que se reduce a realizar las tareas del gobernador y hasta las del alcalde, nos quita presencia nacional y no hay respuesta al avance oligarca.
¡Seguiremos criticando duro y resteaos con Maduro!