Un grupo de turistas de despedida de soltero (ahora hay una nueva modalidad de hacer turismo sin turismo que es ir a una despedida de soltero o soltera, beber, gritar, golpear papeleras, mear en la calle...) se soltaron la melena en un pueblo alicantino y decidieron gastarse cien eurillos de nada en contratar a un tatuador para que dejara, de manera indeleble, un recuerdo con el nombre y la dirección del soltero - no en una pared con un spray, ni en un vagón de metro- en la frente de un indigente polaco.
Qué risas ¿no?
Ya no consiste en comprar una camiseta que haga un chiste sobre el matrimonio, ni una diadema que evidencie que mañana estará bajo un contrato social entre dos personas adultas y responsables (o eso). Se trata de que la broma sea original, divertida, inédita, "un pasote lo que han hecho", "que grandes somos que se nos ha ocurrido esto..." a costa de la dignidad de una persona por cien euros de mierda.
El artesano dibujante de la piel se defiende diciendo que él solo hizo su trabajo, por el que cobra... cien euros de mierda... y no se cuestiona si es ético escribir con agujas en la cara de alguien que no tiene donde dormir, ni qué comer, que todo lo que consigue lo gasta en el alcohol que le hará olvidar que no tiene donde dormir ni donde comer.
Estos señores, los clientes pagadores y el tatuador proveedor del servicio, no aprendieron, en sus primeros años de vida, el valor de la compasión, ni de la empatía, ni de la dignidad humana. Pero aprueban con nota en el valor de la crueldad.
Al final, de regreso a sus cuevas, todo quedará en una anécdota, dirán. Los comerciantes del pueblo dicen que harán una colecta para borrar la ofensa de aquella frente, y le darán al individuo unos dineros para sus gastos. Y con eso quedará todo arreglado.
El homenajeado se casará, sus amigos irán a sus trabajos y ¿educarán? a sus hijos. El tatuador seguirá cogiendo encargos sin preguntar nada más, sin cuestionarse nada, porque él es solo un dibujante; y el mendigo pedirá otro cartón de Don Simón y se lo beberá en la playa.
Y mañana otro capítulo de la serie titulada La crueldad, que como tantas otras, si nos desagrada solo tenemos que apagar la tele, ¿no?