En la profundidad de la Galicia misteriosa, la de la Costa da Morte, donde las leyendas se mezclan con la historia, una serpiente vigila un cruce de caminos. Pero no es libre. La serpiente está atrapada, inmóvil, convertida en piedra desde hace siglos. Por si no fuera suficiente, como si se temiese que este reptil escurridizo consiguiera algún día escabullirse de su cautiverio, una gran cruz la clava en el suelo. Es la cruz del Cristianismo, la misma que en los últimos años del Imperio Romano no pudo vencer los mitos ni las leyendas antiguas, solamente clavarse encima y adaptar estas historias a su propio relato. Adaptación para llegar a la victoria.
La romanización de Galicia no fue tan intensa como en otras zonas de la antigua Hispania. Fue de las últimas zonas de la Península en ser conquistadas y, a diferencia de las primeras provincias en la costa del Mediterráneo donde sus habitantes acabaron por olvidar sus orígenes anteriores a la conquista, en Galicia siguieron cultivando sus raíces prerromanas de manera paralela a una romanización débil. La última y definitiva influencia cultural (y política) de Roma fue el Cristianismo. Legalizado en el Imperio por Constantino en el Edicto de Milán en el año 313, y convertida en religión obligatoria por el emperador Teodosio a través del Edicto de Salónica en el año 380, todas las demás religiones y cultos quedaban prohibidos. También el posible culto a la Pedra da Serpe en la Costa da Morte.Pero una cosa es prohibir y otra obligar. La Iglesia no tenía entonces la todopoderosa fuerza que disfrutaría después, y en más de una ocasión no pudo imponer la ley que obligaba a los ciudadanos del Imperio a rezar al dios cristiano y abandonar las religiones que habían adorado sus antepasados durante siglos. Simplemente no se podía cambiar una costumbre arraigada y una forma de vida de la noche a la mañana. La Iglesia se tuvo que adaptar. Así, en vez de competir con las demás religiones, en muchos casos se las apropió. Allá donde había un templo o un lugar de culto al que acudían las personas a rezar, allí se construía una iglesia o se erigía una cruz.
Los antiguos fieles seguían acudiendo a los lugares que les eran familiares, pero en vez de rezarle directamente a las aguas de un manantial o al sol del horizonte como siempre habían hecho sus padres y abuelos, lo hacían delante de una cruz. Así fue como poco a poco, a lo largo de los años, dejaron de dirigir sus plegarias a las antiguas fuerzas divinas para hacerlo a los nuevos símbolos cristianos que señalaban la llegada de un nuevo tiempo.La Pedra da Serpe podría ser uno de esos lugares de culto que la Iglesia no pudo o no quiso destruir, pero que conquistó clavando una cruz encima. Como si esa cruz se hubiera clavado en el corazón de esa serpiente matando así todo un pasado milenario y dando paso a una nueva etapa que perdura hasta hoy.
