Revista Cultura y Ocio
Camaradas,
La Cruz de Cristo y la Cruz Gamada no se oponen entre sí y no deben hacerlo; todo lo contrario, deben permanecer juntas. Una no debería dominar a la otra, sino que cada una debería mantener su propio significado.
Por un lado, la Cruz de Cristo apunta hacia el cielo y nos advierte de lo siguiente: Recordad que sois un pueblo cristiano, apoyado por el amor eterno del Padre Celestial, libre a través de la fe en el Señor Jesucristo, santificado por el poder del Espíritu Santo.
La Esvástica, por otro lado, apunta hacia el mundo como creación divina y nos advierte de lo siguiente: Recordad que sois alemanes, nacidos en territorio alemán de padres de sangre alemana, llenos del espíritu y la esencia alemanas, formados de acuerdo a la naturaleza alemana.
Las dos juntas, por ultimo, la Cruz de Cristo y la Cruz Gamada, nos advierten: ¡Recordad que sois un Pueblo Alemán Cristiano y que cada vez debéis ser más un pueblo alemán cristiano y permanecer así!
El Führer, piadoso hombre de Dios, sale de una iglesia.
La lucha de los primeros Nacional Socialistas Cristianos.
Nosotros, los “Alemanes Cristianos” surgimos de las grandes batallas de la lucha de Alemania por la libertad, un combate que tuvo lugar durante años en el frente, en la calle y en las reuniones. Día y noche, marchamos al lado de nuestros camaradas con camisas marrones, fuimos atacados por el odio de la chusma roja del bolchevismo satánico y sus aliados burgueses. Nosotros los “Alemanes Cristianos” procedemos de la batalla por la vida o la muerte de nuestro pueblo, procedemos del sacrificio de la juventud alemana, sobre cuyas tumbas brillan las palabras no escritas de Jesucristo: “Nadie demuestra mayor amor que el que entrega la vida por su prójimo.”
Procedemos de un tiempo de lucha incansable y desprendida por los camaradas del pueblo alemán y por el alma del pueblo alemán, con un amargo dolor en nuestros corazones porque durante mucho tiempo no hemos sido entendidos incluso por muchos que asumían cargos y responsabilidades dentro de la Iglesia. Falta de comprensión era lo menos que encontraban algunos pastores que se atrevían a hacer lo inaudito, vestir camisas marrones y volverse políticamente activos. Muchos no entendían que nuestra lucha era algo completamente distinto de la política del pasado y que el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores tan sólo tenía la forma de un partido, pero que internamente era, es y seguirá siendo la verdadera expresión de la verdadera Comunidad del Pueblo.
Fotografía obtenida en Nüremberg en 1928 en la que aparecen Adolf Hitler y Hermann Göring entre una muchedumbre de Nacional Socialista. Nótese al fondo la Iglesia de Nuestra Señora, como si representara la fundación del NSDAP.
Como Cristianos, nos situamos entonces en medio del movimiento alemán por la libertad de Adolf Hitler porque estábamos convencidos de que Dios nos llamaba a ello y lo exigía de nosotros. Cuántos Nacional Socialistas de entonces, durante la batalla contra el Satán del Bolchevismo esperaron una palabra clara de la Iglesia, de aquellos que tenían cargo y responsabilidad dentro de la Iglesia. Pero –con unas pocas excepciones- aguardamos en vano; al contrario, fuimos acusados de ser “paganos” o fuimos expulsados porque nuestro lenguaje era demasiado crudo o porque el odio de nuestros oponentes nos involucraban en peleas a puñetazos o en combates a punta de pistola casi a diario. Adoptaron el punto de vista de la prensa judía y de parte de la así llamada prensa burguesa, que siempre clamaba excitadamente que los nazis eran los culpables de estos disturbios y peleas. Después de uno de aquellos domingos sangrientos, un pastor protestante comentó: “¿Por qué vais allí si sabéis que los Rojos no quieren que vayáis?” Esa falta de entendimiento era desalentadora. Parece mentira que no se entendiera que al marchar a través de las calles rojas donde vivían los obreros alemanes estábamos demostrando que formábamos parte de ellos, incluso si varios centenares de asesinos bestiales acechaban en los tejados.
Adolf Hitler en 1938 ante la tumba de su madre Klara, una devota católica que le inculcó su fe.
Caminábamos nuestro propio sendero solitario hacia delante, dejando que nos acusaran de ser problemáticos o bulliciosos o que nos tildaran de blasfemos cuando afirmábamos: "Vemos en Adolf Hitler el Führer que Dios nos ha enviado." Hoy todo el mundo ve que esto es verdad y por lo tanto ya no es una blasfemia. Pero, ¿entonces? A menudo eran atacados aquellos pastores que predicaban en reuniones que la Cruz de Cristo y la Cruz Gamada debían estar juntas. Aún así, luchábamos, incluso si la Iglesia no nos entendía, y continuábamos nuestro camino porque nos sentíamos obligados como Cristianos hacia nuestros hermanos y hermanas alemanes. Fue nuestra fe lo que hizo nuestra lucha por seguir a Hitler un deber sagrado. Vimos con terrible claridad, sin ninguna duda, que el enemigo del Pueblo Alemán, el Bolchevismo, sabía muy bien que sólo podría llegar una Alemania Soviética si tenía éxito en separar y despojar al alemán de su fe y de su Dios, destruyendo, eliminando o ridiculizando todo lo santo que hay en el alemán.
El Führer ante la Iglesia de Nuestra Señora de Nüremberg. Septiembre de 1934.
La campaña del Bolchevismo fue satánica en los frentes de la política, la economía, las artes, el entretenimiento y la prensa. La batalla, sin embargo, sólo podía decidirse en el campo de batalla sobre el que se encontraba Hitler; en consecuencia, nos pusimos de su lado. Tan sólo hubo algunos pocos pastores procedentes de la “esfera de la Iglesia” que se situaron abiertamente al lado de Hitler como creyentes y luchadores. Aquellos antiguos luchadores agradecemos a Dios con orgullo que nos llamara y que abriera nuestro corazón a su llamada.
La Iglesia muestra su adhesión al Führer.
El 30 de enero de 1933, Adolf Hitler se convirtió en Canciller del Reich Alemán. Comenzaba así una nueva era para Alemania, una época de despertar económico, político, social y, también, una época de renovación de relaciones con la Iglesia..
La Iglesia de Hanover, engalanada con cruces cristianas y gamadas.
Pocas veces ha demostrado la Iglesia de una manera tan festiva su compromiso con el Führer del Pueblo como lo hizo la Iglesia Provincial de Hanover en su misa de lealtad del 25 de octubre de 1933 en la Iglesia del Mercado. Fue durante ese periodo decisivo que el Führer abandonó la Sociedad de Naciones y convocó a los alemanes a unas nuevas elecciones el 12 de noviembre de 1933.
Todo el mundo acudió a la invitación del presidente del consejo de la Iglesia provincial: los miembros del consejo de la Iglesia provincial, el senado de la Iglesia, todas las agencias de la Iglesia, representantes de las SS, de las SA y de las Juventudes Hitlerianas, el Stahlhelm y representantes de las agencias del estado, de la provincia y de la ciudad junto con muchos cientos de fieles de la ciudad y del campo. Las banderas del Reich Alemán colgaban de los pilares de la iglesia y predicaban en su idioma nuestro deseo:
¡La Iglesia y el Pueblo se pertenecen! ¡La Cruz de Cristo y la Cruz Gamada se alzan la una junto a la otra!
Juntos, cantamos el himno “Wir treten zum Beten” (Nos Reunimos) y nos unimos en oración a la palabra de Dios. A continuación el presidente leyó la decisión del consejo provincial de la Iglesia que había sido propuesto por los “Alemanes Cristianos”:
El consejo de la Iglesia provincial afirma unánimemente de la siguiente decisión:
Por el bien de nuestro pueblo y en memoria de nuestros muertos en la Guerra Mundial, el consejo de la Iglesia provincial de la Iglesia Provincial Evangélico-Luterana de Hanover da la bienvenida con gran placer a los viriles hechos del Canciller de nuestro pueblo Adolf Hitler y acuerda unánimemente que:
La Iglesia y el Führer se dan la mano.
Nosotros y los miembros de la Iglesia queremos estar con valor y sin reservas junto al Canciller.
Nosotros y los miembros de la Iglesia queremos luchar con y trabajar por la Alemania Nacional Socialista de Adolf Hitler, no sólo con palabras, sino con hechos y sacrificio.
Nosotros y los miembros de la Iglesia en este decisivo momento elevamos nuestras oraciones por las necesidades de nuestro pueblo ante Dios, pidiéndole que nos conceda sagrado coraje y nos prepare para la verdadera unidad entre todos los hermanos alemanes.
Nosotros y los miembros de la Iglesia oramos fervientemente a Dios por que ayude a los que nos dirigen a soportar su carga.
Esta es nuestra inquebrantable y unánime voluntad, que nosotros en esta hora solemnemente juramos al Canciller del Reich Alemán.
Heil Hitler!
A la conclusión de la lectura, el obispo provincial ha pronunciado graves palabras para un momento grave. A continuación, el presidente ha abierto la votación con las siguientes palabras:
Como presidente del consejo de la Iglesia provincial, he convocado esta reunión para poner en práctica lo que se prometió el 28 de agosto de 1933 en la ceremonia solemne en la Ständehaus: apoyar siempre y sin reservas a la Alemania Nacional Socialista de Adolf Hitler. Los acontecimientos políticos del pasado reciente han demostrado con claridad que nuestro pueblo alemán se enfrenta a una gran decisión, una decisión que quizás determine el futuro de Alemania durante siglos. Uno incluso puede decir que se trata de una decisión entre la libertad o la esclavitud, la existencia o inexistencia, la vida o la muerte del pueblo alemán.
El 14 de octubre, Adolf Hitler, Canciller del Reich Alemán, por el bien del honor de Alemania y con respecto a los grandes sacrificios de sangre y vidas de los últimos 14 años que nos imponen un deber sagrado, y consciente de la necesidad de tener una buena conciencia como Führer del pueblo y con total honestidad ante Dios y el pueblo, realizó una muy grande y seria decisión acerca de nosotros y nuestro pueblo.
La Iglesia y el Führer, de acuerdo.
Aunque no queremos esconder la importancia de esta decisión, recibimos con genuina alegría este acontecimiento porque sentíamos que a través de ello los insanos y destructivos lazos que nos habían tarado durante los últimos 14 años quedaban rotos, porque veíamos que en vez de palabras más o menos dignas de confianza provenientes de gente temerosa, irresponsable y no libre, finalmente, un hombre valiente, responsable y libre llevaba a cabo un acto de salvación.
Uno pregunta: “¿Qué ocurrirá?”
El otro: “¿Es esto justo?”
Y esto precisamente es lo que diferencia al hombre del esclavo.
El Führer del pueblo ha actuado según ese principio, y actuado de un modo que le ha permitido estar en todo momento en conciencia ante Dios y el pueblo alemán que Dios le ha confiado. En su disposición a asumir responsabilidades, se ha situado ante el pueblo y le ha convocado a afirmar su decisión, la decisión del Führer. El 12 de noviembre, el pueblo alemán dará su aprobación y en consecuencia expresará ante el mundo su voluntad de sacrificio y su confianza en el Führer.
El Führer firma un autógrafo a una cristiana.
Como presidente del consejo de la Iglesia provincial, me siento obligado por mis anteriores declaraciones para convocar a los representantes de nuestra Iglesia provincial de Hanover de modo que la Iglesia pueda declarar con solemnidad y públicamente que aprobamos con alegría la acción del Canciller alemán. Para mí es un placer comprobar que cientos y cientos de camaradas del pueblo alemán han venido aquí para ser testigos de que la Iglesia no se aparta mientras se está decidiendo el futuro del pueblo alemán.
No tenemos que hablar de lo que eso significa para nuestro pueblo, de lo que está en riesgo para nosotros y nuestros hijos. Las palabras del Canciller del Reich han dejado clara la gravedad y decisiva importancia de estos días al pueblo alemán y el Canciller no se cansa de dejárselo claro día tras día a la patria. Ha terminado el tiempo de las medias tintas y de la pusilánime falta de responsabilidad. Ha llegado la hora de la acción viril, responsable e inquebrantable. Es hora de que cesen las disputas, de que toda queja y pesimismo desaparezcan. En este momento, nosotros como Iglesia queremos demostrar que estamos unidos al pueblo, que permanecemos junto a él en confianza divina, que reconocemos que la llamada de Dios resuena en esta ahora.
¿Quién quiere apartarse?
¿Quién todavía quiere dudar y titubear?
¿Quién quiere preguntar “y si” y “pero”?
¡Las medias tintas no conceden la libertad y el cielo!
Cruces cristianas sobre tumbas alemanas.
Como hombres de la Iglesia y miembros de la Iglesia, somos conscientes de nuestra santa responsabilidad, y es nuestro deseo proclamar solemne y públicamente:
¡Canciller del Reich, nosotros desde la Iglesia decimos sí a tu acción!
¡Führer del pueblo, nosotros desde la Iglesia estamos dispuestos al sacrifico a tu lado!
Hitler, nosotros desde la Iglesia te apoyamos a ti y a tu gabinete con la fuerza de la fe y no nos cansaremos de rogar por las bendiciones del padre celestial. Amen, ¡que así sea!
Todos en esta ceremonia de lealtad lo afirmaron – y para reforzar esa afirmación, miles se unieron cantando poderosamente la Canción de Alemania (Deutschlandlied) en este espacio sagrado bajo la cruz de una manera pública y solemne: ¡Alemania, Alemania, sobre todo, sobre todo en el mundo!
Mientras todavía retumbaban los ecos de la última estrofa, el presidente ha dicho a todos los presentes:
El Führer ante la cruz del Memorial a los Caídos de Franken.
Ahora pregunto a todos los reunidos en esta casa de Dios que no son miembros del consejo de la Iglesia provincial la pregunta de si queréis uniros a nosotros como miembros de la Iglesia. Os pido que os alcéis y proclaméis: "¿Estaréis con confianza pía y oración fiel, lealmente y dispuestos al sacrificio, junto a nuestro Canciller Adolf Hitler?” Todo el mundo decid juntos: ”¡Sí!”
Como un solo hombre hablando a través de una sola palabra, la respuesta ha sido un alto “¡Sí!” Para reafirmarlo, ha sonado el himno:
¡Nuestro Dios es una poderosa fortaleza!
¡La Canción de Lutero y la Canción de Alemania deben estar en armonía!
¡La Iglesia y el Pueblo deben estar inseparablemente juntos en la alegría y en el pesar, en la muerte y en la necesidad!
¡La Cruz de Cristo y la Cruz Gamada deben y tienen que estar juntas!
Es lebe das Christuskreuz und das Hakenkreuz!
Gott mit uns!