Revista Religión
Le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado… y ser muerto, y resucitar después de tres días. Marcos 8:31
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:10
Los autores del Nuevo Testamento habían comprendido que la cruz de Cristo era el centro del Evangelio. Su convicción descansaba en las propias declaraciones de Jesús. Sin embargo, sabían que Su crucifixión lo había expuesto a la desgracia pública. También sabían que ella era un escándalo para los judíos y una locura para los demás, como lo sigue siendo hoy para el incrédulo (1 Corintios 1:18-23).
Entonces, ¿por qué los cristianos siempre mantuvieron, contra viento y marea, que la muerte de Cristo era el punto central de los pensamientos de Dios Salvador? ¿Por qué Jesús tomó voluntariamente el camino que conducía a la cruz?
Todos estamos de acuerdo en que su muerte fue un horrible crimen, una atroz injusticia que revela hasta qué grado de crueldad puede llegar el hombre. Al amor de Jesús, los hombres respondieron con un odio mortal. Pero al mismo tiempo su muerte es la prueba más brillante del amor divino, amor del Padre que dio a su Hijo único, y amor del Hijo que dio su vida.
¿Por qué debía morir Jesús? Mediante esta muerte, Dios puede perdonar al hombre sin negar su justicia. Cristo, santo y puro, sufrió la muerte de cruz en lugar de los que se reconocen culpables y confían en él.
Y su muerte en la cruz es única porque Jesús, quien no tenía pecado, entró en la muerte para salir de ella resucitado, y para dar la vida eterna a aquellos que estaban “muertos en pecados”.
¡Vaya a él, el Viviente, para ser salvo!
(EL VERSICULO DEL DIA)