SER COMO SE DEBE O NO SER de F. Míguez
El Sol saldrá a las 6,10h. y se pondrá a las 6,17h.
Se han puesto de moda los cruceros y con ellos los problemas asociados a su actividad. Algunos barcos pueden trasladar hasta casi 5000 turistas y cerca de 1000 trabajadores. Por ello, gestionar correctamente los residuos de estas ciudades flotantes constituye un problema de gran magnitud, por cuanto no están sujetos a las mismas regulaciones a las que podría estar cualquier población costera. Los servicios de estos “hoteles” (saunas, restaurantes, piscinas, lavandería, etc) generan toneladas de residuos que en su mayor parte van a parar al mar.
Mientras las equipaciones hoteleras situadas en tierra tienen que adaptar sus actividades a las normativas sobre residuos existentes en el lugar, a los cruceros a penas les afecta la legislación internacional sobre el tratamiento y vertido de agentes contaminantes. Este vacío legal posibilita desmanes importantes en la emisión de humos provenientes de la combustión en las calderas que mantienen todo los sistemas de propulsión de la nave, de electricidad y climatización.
Gran parte de los deshechos orgánicos provenientes de la limpieza, comida y aguas fecales terminan en el océano sin el debido tratamiento. De la misma manera que se emiten gases tóxicos con metales pesados sin que ningún sistema de filtrado atenúe la contaminación. En la práctica, pasadas las cuatro millas de la costa, estos barcos escapan a cualquier tipo de control.
El poder económico de estas ciudades flotantes es de tal importancia que en numerosas ocasiones se dragan los fondos marinos, se realizan espigones y se modifican los atraques con el fin de atraer a su pasaje, generando destrozos medioambientales importantes. La legislación internacional debiera regular adecuadamente esta actividad económica que en los últimos 30 años está generando un impacto en la flora y fauna marina importante.