Revista Cultura y Ocio

La Cruz de Mayo, Noez

Por Pablet
La Cruz de Mayo, NoezLas cruces de mayo, a buen seguro, no son otra cosa que la cristianización del Beltane celta, o, lo que es lo mismo, las celebraciones de mitad de primavera, unas fechas a caballo entre el Equinoccio primaveral, en el hemisferio norte terrestre, y el Solsticio de Verano al que poco a poco nos iremos acercando. 
También se dice de estas fechas que son el inicio del verano pastoral, pues a partir de este momento, el ganado sube, poco a poco, a la montaña en busca de los pastos que aparecen tras el deshielo. 
En irlandés o gaélico actual "Mi na Bealtaine" es la forma de denominar al mes de mayo; podría ser, por tanto, la herencia del nombre de estos festejos y romerías, en amplias zonas de influencia céltica, celebrados en honor al mes en el que nos encontramos y que, como tal, es celebrado en buena parte de la geografía ibérica. 
La Cruz de Mayo, NoezYa tuvieran un nombre u otro en el pasado, o fueran de ascendencia o no céltica, pues pudieran gozar, seguramente, de una génesis mucho más antigua, parecen reunir todos ellos un origen común, que no es otro que la exaltación de la Naturaleza y de la Madre Tierra, uniendo al cielo con la tierra a través de estos mayos hincados en las plazas de los pueblos que aún lo celebran, en unas fechas de tránsito, como se ha dicho, entre momentos astronómicos -o más bien solares- concretos del ciclo anual.
El mayo de Noez, en la comarca de Montes de Toledo, es el más grande existente en la Península Ibérica. Una clara muestra, además, del culto ancestral al árbol y a la fertilidad de la primavera y, por tanto, al resurgir de la vida y de la Naturaleza adormecida durante el largo y oscuro invierno. 
En Noez, el mayo, se crea a partir de un gran tronco, de varios metros de altura, el cual se recubre de romero, con toda la simbología y propiedades que esta especie vegetal encierra, formando círculos, denominados coronas, y que recuerdan, en cierto modo, a las cruces solares, símbolo que se ha venido manifestando desde tiempos prehistóricos y que, en lugares como en Irlanda, ha persistido a través de la conocida como cruz celta. El propio círculo en sí, encierra también mucha simbología. Podría ser, igualmente, una metáfora del trascurrir de las estaciones o del propio círculo de la vida.
Otro elemento que, igualmente, percibimos, y que considero de gran importancia en cualquier acto social de unión -o comunión-, como son estas festividades, fue el sentimiento de pertenencia a la comunidad que se respiraba en esta celebración y que se plasmaba a través del esfuerzo colectivo de subir el mayo, trabajo que recuerda, salvando las distancias, al que tuvo que suponer construir los grandes megalitos y que tan clara cohesión social tuvo que producir en las antiguas sociedades de nuestros antepasados. 
De este sentimiento de pertenencia, cooperación y esfuerzo colectivo, el que esto escribe, tuvo el honor, aún siendo forastero -fue mi primera visita a este municipio toledano- y de una forma bastante insignificante, de participar sosteniendo, junto a otra persona, una de las sogas que sujetaban el alto mayo.
Como anécdota diremos, según nos contaron, que este año el mayo era algo más pequeño que el de otros años, al menos cuatro o cinco metros; por lo menos en comparación con su antecesor del pasado año. El mayo se corona con ramas de chopo o álamo blanco, según me pareció comprobar. Tras la elevación del mismo, la gente acudió ante la puerta del ayuntamiento, donde se cantaron los alegres mayos, con las mozas noeceñas como protagonistas en sus letras. 
Al término de los mismos se pudieron degustar los deliciosos "bollos de la Cruz de Mayo", además de un licor, algo igualmente típico de la celebración en este pueblo. El mayo permanecerá durante todo el mes en la plaza, formando parte de la silueta del propio pueblo durante este tiempo, pues se puede contemplar desde muchos de los rincones de la población.
Para terminar, quiero mostrar mi alegría ante el encuentro de un ilustre noeceño que ya tenía el gusto de conocer, como es Antonio Martín Asperilla, autor de la magnífica Guía Mágica de La Mesa de Ocaña, además de otros buenos amigos y amigas, como la también noeceñaFausti Galán, a la que también quiero saludar desde este humilde rincón del ciberespacio.
http://iberiamagica.blogspot.com.es/

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