POCOS ASPECTOS VIENEN a representar mejor la ocupación del poder por parte de un político que el derecho a disponer de coche oficial. La utilización del vehículo pagado con cargo al anónimo y despreciado contribuyente marca una de las diferencias más sutiles que hay entre el ciudadano de a pie y los gestores de lo público. Supone una señal inequívoca de estatus y es un signo de poder. En ocasiones, incluso, los cristales tintados les impiden ver lo que acontece en el exterior.
La obligada austeridad en los tiempos que corren nos ha puesto delante de una realidad consentida durante años. Un caro privilegio que ha derivado en un despilfarro que supera, dicen, los 240 millones de euros al año. El Movimiento 15-M, y también UPyD, ha sabido captar y expandir un sentimiento de malestar latente durante años que está obligando a los partidos a reaccionar.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos coches oficiales hay en toda España. No existe un censo oficial con datos actualizados y fidedignos. Se habla de unos 5.000, de tal manera que la primera tarea debería ser elaborar un censo público que incluya los vehículos del Estado, Comunidades Autónomas, Diputaciones provinciales, Ayuntamientos, Ejército, Fuerzas de Seguridad del Estado, Judicatura, Universidades, empresas y entes públicos, etc. Nunca se ha hecho un recuento y ya va siendo hora de que los ciudadanos conozcan cuánto gastan sus altos cargos en berlinas. Porque esa es otra. Con demasiada frecuencia no estamos hablando de vehículos normales sino de gama alta que para eso paga Juan Pueblo.
Los políticos, qué duda cabe, necesitan instrumentos de trabajo adecuados para ejercer sus funciones. Claro que, de ahí al abuso consentido hay un trecho que nunca debería haberse traspasado. No es la única prerrogativa pero es, sin duda, una de las más significativas. No se trata de condenarlos a la indigencia, al contrario.
Pues eso, que ya va siendo hora de que nuestros gestores de lo público se bajen de coche oficial, y una vez que lo hayan hecho empezaremos a hablar de las otras prebendas: doble sueldo, viajes, pensiones... No hay nada como predicar con el ejemplo.