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La cuarentena, de Jean-Marie Gustave Le Clézio

Publicado el 30 noviembre 2009 por Flenning

La cuarentena es como un juego de simetría axial, de simetría de abatimiento, es como un origami con pliegues de espacio tiempo, como un diorama de encuentros y desencuentros. La historia atraviesa continentes, desde Cachemira hasta Mauricio, y se pliega sobre las hojas de un cuaderno de poemas en el que cabe una vida. Noventa años de historia en un corpus de cuarenta días.

La cuarentena es un encierro que libera, porque con sus pliegues crea puentes que permiten atravesar las lagunas de la historia, todo lo no dicho.

Simetrías y asimetrías...

Dos narradores, León y León; uno, el tío abuelo, y el otro, el sobrino nieto; Anna y Anna, un lugar y una mujer; Amalia, y Ananda, dos madres sin historia, dos hijas con un pasado invisible, borroso. Una es hija de indios criada por ingleses y la otra es hija de ingleses y criada por una mujer india. Surya y Suryavati, una es la cazadora de pulpos de la isla y la otra es la reina madre de Cachemira. Todos los espejos se pliegan sobre el eje de la poesía de Arthur Rimbaud y sobre un diario de viaje, una bitácora de cuarenta entradas.

La cuarentena transcurre dentro de una isla esdrújula, mágica, palúdica, trágica, poética, caótica, oceánica, volcánica, mística, agónica. El fuego de la cuarentena no consume, sino que redime. La cuarentena de La Cuarentena no aisla ni exilia. En La Cuarentena no hay futuro, todo es pasado.


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Cuenta León en su diario, el día 27 de mayo
«...Surgida de resultas de la gigantesca fuerza volcánica que levantó el fondo del océano hace diez millones de años, la isla estuvo al principio unida a Mauricio por un istmo que se fue hundiendo paulatinamente en el océano. Un árido islote llamado Gabriel la flanquea hacia el sureste. De la punta más occidental se despega un peñón de basalto en forma de pirámide que sirve de refugio a las aves marinas: Pigeon House Rock. Otras islas, diseminadas hacia mar abierto, dan fe del antiguo basamento: la isla Ronde, la isla de las Serpents, y, cerca de las costas de Mauricio, Gunner's Quoin, el Coin de Mire.»

Encuentros y desencuentros…

León, el nieto, va en busca de su abuelo, León. Atraviesa el arrecife de coral custodiado por la barracuda Tazor en busca de algún rastro de su pasado aventurero. León, el abuelo, atraviesa la historia custodiada por la memoria, en busca del pasado de Amalia, su madre. Surya, amiga de Tazor, la barracuda, va en busca de León, el abuelo, para que la ayude a encontrar el pasado de Ananda, su madre. Jacques, hermano de León, el abuelo, va hacia Anna, su casa, y espera que los patriarcas, custodios de su estirpe, le permitan reconciliarse con su pasado.


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Cuenta León en su diario, el día 22 de junio
«...No quiero esperar a ver cómo asciende en el cielo el humo negro que anuncia que alguien ha muerto en Gabriel. Tampoco quiero seguir escudriñando la línea azulada de Mauricio desde la cima del volcán, bajo las nubes que nacen en el horizonte. Si viniera ahora la chalupa de los ingleses, ni siquiera iría a esperarla. A estas alturas, todo eso me da igual. Prefiero morir en algún rincón perdido de la isla, debajo del cráter seco, en medio de la vertiginosa ronda de los rabijuncos. Prefiero dejarme arrastrar por la corriente del canal y desaparecer en alta mar...»

«… Muy cerca de la orilla, vi pasar una sombra veloz, parecida a un perro que recorriera el fondo del agua. Es Tazor, la barracuda dueña de la laguna. Surya no la teme, pero el viejo Mari me ha dicho que muerde a los que no conoce [...]».


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Cuenta León en su diario, el día 27 de junio
...Jacques había conservado la gran hoja de papel en la que Amalia había escrito el largo cuestionario al que las muchachas de aquel entonces sometían al que habían elegido como galán para una fiesta.
«–¿Qué le gusta de esta noche?
»–Mirarla a usted.
»–¿Qué aborrece?
»–Que los demás la miren.
»–¿Su baile preferido?
»–Ninguno, no sé bailar.
»–¿Su héroe?
»–Alejandro.
»–¿Su heroína?
»–Julieta.
»–¿Qué le hace soñar?
»–Los países lejanos.
»–¿En qué país le gustaría vivir?
»–No sé. En Laponia, quizás.
»–¿Su cualidad preferida en el hombre?
»–La franqueza.
»–¿En una mujer?
»–La dulzura.
»–¿Qué deseo formularía?
»–Verla todos los días.
»–¿Su estado de ánimo en este momento?
»–Inquietud y expectativa.»
Nunca he sabido qué había hecho Jacques con esa hoja. Pero yo la había copiado, y me la había aprendido de memoria para recitármela por las noches...

¿Quién armará el rompecabezas? ¿Quién pondrá las almas en su sitio? ¿Quién quitará las cenizas que cubren a los muertos de estas historias? ¿Puede una bitácora de cuarenta días condensar la historia de noventa años? ¿Puede un poema de Rimbaud ser la pieza de amalgama que une Oriente y Occidente, el pasado y el presente?


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