Habiendo sido derrotado Saladino, su verdugo Ricardo Corazón de León, no reclamó Jerusalén, la ciudad para los cristianos, sino que prefirió dejárselas a los musulmanes, consiguiendo paz. A Ricardo no le importaron mucho los comentarios, tuvo sus propias problemas y se fue a la tumba habiendo obtenido la gloria de acabar con el famoso caudillo musulmán. Pero en Europa se hacían planes para una nueva cruzada que recuperase de modo total y definitivo Jerusalén. Para el siglo XIII las cruzadas estaban quedando claramente vistas como empresas sangrientas, desgastantes y despilfarradoras que sólo buscaban complacer a Roma para tenerla de aliado en las disputas de Europa, los reyes por supuesto tenían sus propios intereses políticos y tesoros que buscaban capturar.
Casi unos ocho años después desde la paz establecida entre Saladino y Ricardo, Inocencio III convoca una nueva campaña que no tiene el menor eco. Bizancio estaba muy débil, corrompida y resentida con Europa occidental, mientras que Francia, Inglaterra y Alemania tenían sus propios problemas y ninguno de ellos tenían buenas relaciones con el Vaticano.
Fulco de Neuilly sería el encargado por Roma de llevar el mensaje de la nueva empresa por diversos lares. Al final Inocencio consiguió lo que quería y al mando del Conde Teobaldo de Champaña iba un ejército de soldados de varias nacionalidades como era de esperarse y también de nobles, una lista considerable proveniente de Francia y Países Bajos. El primer problema de este ejército de soldados y nobles fue el tema del transporte, no tenían flota y querían evitar la travesía por tierra a toda costa para no pasar por Bizancio, siempre hostil.
Por desgracia Teobaldo muere y es reemplazado por Bonifacio de Monferrato como comandante en jefe. También existía un nuevo plan: se marcharía a Egipto, donde se buscaba debilitar a los musulmanes en dichos lares y luego marchar a Jerusalén, ¿resultaría acertada tan arriesgada empresa?
Los soldados cogieron sus armaduras y espadas, se llenaron de entusiasmo y creyeron que su fe bastaría para triunfar, además, contaban con un nuevo comandante en jefe, ¿por qué se les negaría la victoria? Pero había un problema, siempre faltaban los barcos…para ello y ante la falta total de dinero Bonifacio, dejándose llevar por un error acepta el ofrecimiento de Alejo IV Ángelo, hijo del emperador derrocado Isaac II Ángelo. El mismo consistía en volver a colocar a su padre en el trono, sacando de allí al usurpador, su tío Alejo III Ángelo, a cambio claro, se le daría el dinero para las naves que tanto necesitaban, Bizancio además inició los tratos comerciales con Venecia para que esta accediera a construirlas.
De por sí, ¿cómo es que Roma había permitido que el ejército se pusiera en marcha sin la logística adecuada? Bonifacio estaba entre la espada y la pared, entre volver y seguir adelante, estando en esas circunstancias decidió aceptar la oferta. Se volvería entonces a derramar sangre cristiana primero. Al final, los venecianos determinaron el costo: 85 mil marcos de plata y la mitad de las conquistas para 50 galeras, que le servirían de transporte a 33500 cruzados y 4500 caballos. La misma estaría lista para junio de 1202, era 1201, y lo cruzados ahora debían pagar lo acordado.
Una macha errada
Venecia tenía los barcos pero se negó a entregarlos antes de recibir el dinero, pronto la ciudad, la cual se hallaba en guerra con Hungría, cambió de planes y le pidió a los cruzados que recuperen la ciudad de Zara, si es que querían las galeras antes. Por primera vez el Papa pareció reclamarle a los cruzados sus fechorías, pero estos marcharon atacando la ciudad en noviembre del 1202. Roma envió un comunicado excomulgando a todos los soldados, no era para menos, pero todos parecían muy contentos con haber masacrado a cristianos, pues era una buena práctica para las espadas.
Alejo también terminó el acuerdo con los cruzados por aquel entonces ofreciendo 10 mil soldados más, 200 mil marcos y pagar la deuda con Venecia. Bonifacio no pudo más con la tentación, además ahora contaría con todos los medios necesarios para marchar a Egipto. En el año 1203 los cruzados atacaron las ciudades de Calcedonia y Crisópolis como preludio al asedio de Constantinopla, nada sencillo pero luego de vencer las murallas, toda la resistencia en la ciudad pareció cesar. Alejo III, el usurpador huyó e Isaac II Ángelo recuperó el trono, su hijo Alejo claro, el promotor de la idea también fue recompensado.
La estancia en Constantinopla no fue lo que los cruzados esperaban, se produjeron algunos roces con los soldados bizantinos y el descontento aumentaba por los excesivos aumentos de impuestos del emperador repuesto, además, el tiempo pasaba y el ejército no veía el pago prometido. Al final a inicios de 1204 Alejo terminó siendo muerto y su padre Isaac encarcelado, luego de un sublevación que por fortuna fue aplacada. El país quedó en la anarquía. Se llegó al límite de tolerancia y los cruzados, cometiendo errores pasados, incendiaron Constantinopla, el sitio duró alrededor de diez días y dejó a la ciudad en la miseria y el caos.
El imperio se desintegró pues los nobles salieron huyendo de la ciudad a cuestas. El botín, fue repartido, cínicamente, entre cruzados, venecianos y el futuro emperador, cargo que al final recayó en Balduino IX de Flandes, y no en Bonifacio como se esperaba. En pocas y sencillas palabras, Jerusalén y su recuperación eran ya un objetivo olvidado, el Papa y Roma entera sólo podían esconder la cara, en sentido figurado, por tanta vergüenza. Los musulmanes, no recibieron el peso de la campaña, y seguían poseyendo la sagrada ciudad.
Inocencio III se molestó mucho por tan mala y descarada empresa y los resultados les favorecerían más en la llamada Cruzada Albigense, en suelo europeo y que nada tiene que ver en la lucha contra los musulmanes, sin embargo, el término estaba de moda y se le decidió llamar del mismo modo.
La cruzada de los niños .
Sin embargo, otro acontecimiento importante que a menudo la historiografía occidental enlaza con la Cuarta Cruzada, es la llamada cruzada de los niños, un hecho que culminó en un genocidio a todas luces. Si bien no se poseen demasiados datos al respecto. Al parecer los hechos fueron más o menos del siguiente modo: un niño de origen francés, según se cree llamado Stephen, campesino y con aproximadamente doce años había tenido un encuentro con Jesús, quien le ordenó marchar a Tierra Santa en son de paz para recuperarla, antes que por acción de las armas. Era ya el año 1212, el rey de Francia no lo apoyó pero sí le permitió emprender la campaña por su cuenta. Partió, entonces, el joven reuniendo niños y adolescentes, ese sería su ejército, acompañados por algunos clérigos y maestros.
En Alemania otro púber, de nombre Nicolás, manifestaba haber tenido la misma aparición y reclutó gran cantidad de niños y adolescentes, resultando entre 20 000 y 30 000 los reunidos. Los alemanes pasaron muchas dificultades y llegaron a Niza donde se dedicaron a saquear. Su camino iba dejando patente la desorganización y muchos cadáveres marcaban la ruta que llevaban. A Niza llegarían un poco menos de 2 mil niños, según las fuentes de la época.
Se dice que consiguieron llegar al mar donde esperaban se repitiese la proeza que logró Moisés: abrir el mar de par en par. Como esto no ocurrió, los mercaderes les ofrecen navíos para que lleguen a su destino. Aunque en total eran siete embarcaciones, dos se perdieron en el camino y el resto llegó a Alejandría, en Egipto donde los mismos mercaderes deciden venderlos. El resultado fue desastroso, así culminaba todo este genocidio, esperar por la Quinta Cruzada era sólo cuestión de tiempo.
Escrito por: Joaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.