Por Nicolás Pérez Delgado
Continuamente oímos por la radio y televisión en español de Miami sobre la jacarandosa y desarrollada Cuba de antes de la revolución. Muestran esplendorosos club nocturnos, bares, casino, mujeres y hombres con elegancia parisién por las aceras de la calle Galeano, la cámara recreando los lumínicos de El Encanto, La Época, Flogar, el edificio de CMQ y Radiocentro.
Muy lindo todo. Una Habana con la que quieren ejemplificar toda Cuba. Una ciudad que no suspiraba por la Quinta Avenida de Manhattan, en New York. El espectador oye lo que dice el locutor y recibe la impresión de que todo el país era ese tremendo vacilón antes del 1959. Las imágenes, por supuesto, son reales. Son ciertos también muchos de los datos que el locutor ofrece. Cuba no era un país del peor montón.
La Habana era una de las ciudades de más alegre vida nocturna de América. Nuestra música se escuchaba hasta en la Conchinchina. La capital se enorgullecía del mejor cabaret del mundo: Tropicana. En la costa había un elegante Habana Yatch Club, otro Miramar Yatch Club y más clubes y yates y veleros que con sus hinchadas velas blancas se lucían frente al Malecón.
En 1958 circulaban por las calles de la Isla 25 autos por cada mil habitantes. Sólo Venezuela superaba esa cifra. Había mansiones con cinco y seis automóviles. Teníamos más televisores por cada mil habitantes que el resto de América Latina.
Solo Argentina y Uruguay nos superaban en teléfonos. Ya en los lejanos años de la presidencia de José Miguel Gómez, el famoso “Tiburón se baña, pero salpica”, únicamente los Estados Unidos superaban a Cuba en la red telefónica de larga distancia.
En época de la Colonia, en 1837, Cuba instaló su primer tramo de ferrocarril, de La Habana a Bejucal. Antes lo habían hecho Estados Unidos, primero, e Inglaterra después. Mérito a nuestro ingenio fue el primer control remoto en televisión, cuando en 1954 el empresario Goar Mestre transmitió en vivo un juego de las Grandes Ligas desde un avión que hacía números ocho sobre el estrecho de La Florida.
Incluso no deja de ser orgullo algo que poco se cumplía, pero que era ley: desde 1939 las cubanas tenían derecho a tres meses de maternidad pagas sin perder el empleo.
Cifras, datos, que aceptamos sin recelo y que tomamos de un folleto contrarrevolucionario “Cuba: historia de un desastre económico”.
Era cierto que en muchos aspectos estábamos en los primeros lugares de América Latina. Pero hay que tener cuidado e imaginar la dramática situación de la América Latina con que nos comparan. Los datos que expondremos pertenecen al Censo de Población y Viviendas de 1953, realizado durante la dictadura de Fulgencio Batista. No son cifras del periódico Gramma, del comunista Blas Roca ni de La Historia me Absolverá. Y como no tenemos el voluminoso documento a mano, tomamos los datos del libro Historiología Cubana, tomo III, capítulo II, libro escrito por un destacado insurreccionalista e historiador, anticomunista desde la época del dictador Gerardo Machado y radicado en Miami : José Duarte Oropesa.
Dice el censo que en Cuba las casas de mampostería y azoteas llegaban solo al 44 % en las zonas urbanas y a un 1% en las rurales. Los bajareques o bohíos construidos con yagua o madera de palma real, techo de guano y piso de tierra constituían el 6% de las viviendas en las zonas urbanas.
El suministro de agua de acueducto por tuberías llegaba solamente al 35 por ciento de las viviendas. Es decir, más de la mitad de la población no tenía agua corriente.
El 43% de las casas de aquella Cuba carecían de inodoros interiores. En el campo era solo el 3%. Había que correr pal platanal o pal monte.
¿Y la luz eléctrica? En la poblaciones, un 12% de las viviendas se iluminaban con velas, farolas y chismosas. En el campo la cifra ascendía a un 88%.
¿Y la educación? El antifidelista Duarte Oropesa la califica de “aterradora.” El 44% de los niños en edad escolar (de 6 a 14 años) no asistían a la escuela. El 23.6% de la población era analfabeta.
Datos elocuentes. Aparecen entre las páginas 269 y 273 del citado libro, según censo de población y vivienda de 1953. No es Fidel Castro arengando en el juicio por el ataque al cuartel Moncada.
Y hay más angustia todavía si tomamos en cuenta que la población rural constituía casi la mitad de los cubanos: el 43% de los 5 millones 820 mil 29 habitantes de la Isla.
La Agrupación Católica Universitaria hizo una investigación sobre el campesinado que fue publicada por el reaccionario Diario de la Marina en 1956. Resumiremos algunos datos.
La talla promedio del trabajador agrícolas era de 5 pies 4 pulgadas, con un peso 16 libras menor que el promedio teórico. Esto debido a la desnutrición.
El 15% trabaja después de los 60 años. Solo un 4% come carne, una vez a la semana. Sólo toma leche un 11.22% . El 14% ha padecido o padece tuberculosis. El 43% se halla parasitado. El 31% sufre de paludismo. Solo un 8% recibe atención médica del Estado. Únicamente el 6% de las viviendas tienen suministro de agua por cañería. El 86% trabaja manualmente y solo un 4% lo hace con aparatos mecánicos. El 6% recibe su salario en vales y un 2.5% recibe parte de éste en comida.
¡Qué Cuba tan ideal esa con niños campesinos con las barrigas hinchadas por las lombrices y guajiras jóvenes que lucían como ancianas, desdentadas, los ojos y el cabello sin brillos.
Limpiabotas de 9 y 10 años dando betún y cepillo en los parques y esquinas de La Habana para llevar unos centavos a su casa.
Así era, pero en Tropicana hermosas coristas bailaban cha cha cha y el ganster norteamericano Meyer Lanski, dueño de casinos y del hotel Riviera, dejaba propinas de cien dólares.
Aquella Cuba no era como Miami la quiere pintar.
Tomado de Discrepando
Imagen agregada RCBáez