Revista Sociedad

La cuestión catalana

Publicado el 21 febrero 2014 por Abel Ros

¿Desea usted – ciudadano de a pie – que se reforme la Carta Magna para fines separatistas: sí o no?


La cuestión catalana
ste verano, el alcalde de mi pueblo – Javier Pérez, Callosa de Segura (Alicante) – escribió en su muro de facebook acerca de los catalanes. Decía este "pepero" de las tripas mediterráneas: "¡Que les den la puñetera independencia a estos mierdas ya y nos dejen tranquilos!, pero que se construya un muro de 10 metros de altura para no verlos más". Si esta frase la hubiese escrito un tal Ernesto – el cuñado de Jacinta – probablemente no habría sido titular en las páginas internacionales, pero tratándose de palabras emitidas por un cargo público, la repercusión de las mismas corre por otros derroteros. Son, precisamente, afirmaciones de este calibre, las que invitan a la crítica a reflexionar sobre los efectos colaterales del debate territorial. Otorgar la independencia a "estos mierdas", en palabras del alcalde, no es condición necesaria para que el resto – "los españoles" – vivamos "tranquilos". No lo es, les decía, porque dicha concesión – la independencia – supondría un precedente para el derrumbe gradual del Estado de las Autonomías. 

El patriotismo de nuestros vecinos de arriba ha beneficiado al líder catalán y al patrón de la derecha. Gracias a la contienda separatista, Mas ha conseguido para los suyos: disimular la pésima gestión económica de su feudo al frente del Parlament. Tanto es así, que por un lado: clama a los cuatro vientos el "derecho a decidir" de su querida Cataluña y, por otro: saca su mano de mendigo a las puertas de la Moncloa.  Rajoy, por su parte, también está sacando tajada de la crisis catalana. Gracias al rifirrafe acerca del "querer y no poder" del líder autonómico; don Mariano ha tejido en las telas de su partido el argumento que Franco cosió en sus cuarenta años de "reinado". En días como hoy, la derecha – la de toda la vida – apela a la unidad de España como baluarte estrella de sus vocales conservadoras. "Mientras no se reforme la Constitución – en palabras de Manolo, facha hasta las cejas – seguiremos disfrutando de Cataluña hasta que, de una vez por todas, pase el nubarrón de la crisis económica y podamos sacar cabeza". Así las cosas, el espectador de la butaca sigue atento a la jugada, mientras come pan y fabada los miércoles al mediodía.

"Con el mango de la ley en la mano – decía esta mañana el carnicero de Mercadona – los catalanes no tienen nada que hacer en este chiringuito". Es, precisamente, esta lucha entre los sueños quijotescos de Artur y la realidad de su escudero – las leyes-, la que enquista el discurso catalán en un pozo sin fondo, de retórica barata, y pasatiempos mundanos. La reforma constitucional es, queramos o no, la única luz para que el pueblo catalán despierte de su letargo. Por ello, sería más inteligente, por parte de algunas élites, plantear el referéndum en términos constitucionales. ¿Desea usted - ciudadano de a pie - que se reforme la Carta Magna para fines separatistas: sí o no? A partir del resultado, arrojado por las urnas, es cuando podemos preparar, o no, el andamiaje para construir el "muro de 10 metros", aludido por el alcalde. Mientras tanto, queridos lectores y lectoras, "estamos – como diría Andrés, el dueño de la taberna - hablando por hablar para no decir nada".

Mas, por un lado clama a los cuatro vientos el "derecho a decidir" y, por otro, saca su mano de mendigo a las puertas de la Moncloa

Así las cosas, a pesar de que la cuestión debería plantearse en votación libre y secreta, hay colectivos e instituciones que se han pronunciado acerca del debate. Entre las voces discordantes con el licor separatista suenan con fuerza los "noes" provenientes de Europa, el tejido empresarial y buena parte del Congreso. El desmarque de la patronal y la troika con la propuesta de Mas, pone en evidencia los puntos débiles de Cataluña en el DAFO de su proyecto. Tanto es así, que los cuellos blancos catalanes - los empresarios – miran con recelo la hipotética "vertebración del país", por las consecuencias nefastas que ello supondría para la economía. El cierre de puerta al nuevo vecino – "Cataluña" -, por parte de Europa, pondría en jaque nuestras cuentas internas. Probablemente, sin Cataluña, otro gallo cantaría en nuestro PIB agonizante, posiblemente moriría. Llegados a este punto, luchemos desde las trincheras nacionales para que el pueblo catalán no se salga con la suya. Sigamos luchando, les decía, para que el día de mañana no acabemos como "negritos de África", saltando la valla de espinas que, supuestamente,  separase a España de Cataluña.
Incrédulo. 

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