Esta semana fuimos a ver “La cueva”, después de haber estado a punto de hacerlo unas cuantas veces antes. Se presentó en Sitges, con un montaje diferente, en el 2012, pero aunque andábamos por allí, no nos coincidió bien el horario. También estuvo por el Nocturna de este año pero también nos coincidía con otra peli del festival con la que un par de personas del grupo estaban emocionadas. Al final, la película que vimos era digna de arrancarse los ojos de cuajo y nos dio pena no haber prestado más atención a la producción patria.
Por fin, tras un larguísimo camino que comenzó con el extenuante rodaje en una cueva de Formentera, siguió con un primer estreno en Sitges, continuó con una conversación con el productor de Morena Films, Juan Gordon y el retorno a la cueva y el re-rodaje y re-montaje de muchas más escenas, nos llega a los cines un film repleto de mal rollito y los peores instintos de la raza humana.
Y como decía al principio, fuimos a verla a uno de los pocos cines que disponen de una copia y, casualidad de las casualidades, una de sus actrices, Eva García-Vacas, se pasó por allí para presentarla y responder cualquier pregunta que quisiéramos hacerle. Nosotros, como somos gente tímida, no hicimos ninguna, pero escuchamos atentamente las de los demás. Y por lo que entendimos, ha debido ser un rodaje duro, clautrofóbico, agobiante y, en ciertos momentos, hasta peligroso. De hecho, son esas las sensaciones que intenta transmitir la película.
La premisa de partida es bien sencilla. Una pandilla de amigos se va de vacaciones a disfrutar del campo, emborracharse y tirarse los trastos. Todo va según el plan indicado hasta que deciden explorar una cueva y se pierden. Ahí es donde saldrán las verdaderas personalidades, ocultas bajo el barniz de sociabilidad y buenas maneras.
Después de un prólogo donde se pincelan algunos trazos de los personajes, pintados con brocha gorda, la película se mete rápidamente en la negrura de la caverna y, sin perder tiempo, comienzan a aparecer los momentos en los que el agobio y la inquietud logran traspasar la pantalla. De entre todos esas escenas, destaca una particularmente espectacular, bajo el agua, en la que el actor, Marcos Ortiz, está claro que llega a afrontar cierto peligro. Pero también hay otras muchas interesantes en los que los personajes sacan a relucir sus cartas y toman decisiones extremas que reflejan si prevalece el instinto de supervivencia por encima del gregario o viceversa.
La única baza negativa, que pesa en ciertos momentos, es el bucle visual y argumental en el que “La cueva” se mete en varios tramos. Los personajes se sienten perdidos y dan vueltas y vueltas tratando de encontrar una salida… y puede que el guión que firma el director Alfredo Montero junto con Javier Gullón, también. Hay partes en las que uno puede llegar a tener la impresión de que son meros rellenos para que la obra no se convierta en un mediometraje. No son muchos y siempre vienen precedidos y sucedidos por alguna escena interesante, pero son los justos para que el cerebro se vaya a pasear a ratos.
Tampoco pude dejar de notar algunas diferencias entre los diálogos del prólogo, naturales y fluidos y algunos de los que tratan de dramatizar aún más esos momentos de tensión, que pueden llegar a sonar ligeramente forzados. Aún así, los actores, los mencionados Javier Gullón y Eva García-Vacas y el resto, Marta Castellote, Jorge Paez y Xoel Fernández, aguantan muy bien el tipo y sus líneas de diálogo y aportan un poso de naturalidad que me mantuvo la gran parte de la peli metido dentro de la cueva, con ellos.
A pesar de estos puntos negativos, quizá los típicos de una realización nobel, se trata de un thriller muy entretenido y superior a muchas de las pelis usamericanas de sustos que nos llegan a las carteleras. Quizá no llega a la maravillosa “The descent”, sobre todo por el tratamiento de los personajes, pero consigue unos buenos momentos de tensión.