Tengo devoción por la Virgen del Valle desde que me acuerdo. Lo que me hace afirmar que soy católica, creyente y de las que al “Ayúdame, Dios mío”, le agrego “Ayúdame, Dios mío y Virgencita de mi alma”.
La Virgen del Valle es la patrona del Oriente de mi país, Venezuela; protectora de los pescadores; tiernísima y milagrosa. Todas las historias que involucran su nombre, me emocionan y me sorprenden.
Por eso existe esta cueva.
Ese puntico blanco, en el fondo, es un Virgen del Valle que dejaron ahí
Le dicen también la Cueva de Vallita y está a mar abierto, en alguna coordenada que no me sé del Parque Nacional Mochima -ese que va desde el estado Anzoátegui al estado Sucre- pero cuya ubicación, los pescadores de la zona conocen a la perfección.
Hace muchos años, cuando las lanchas de motor no existían; un grupo de pescadores estaban en su rutina de lanzar y recoger la red, a pleno mar abierto. Cuando quisieron buscar el camino de vuelta, se perdieron y no lograban ubicarse. Se hizo de noche y los pescadores estaban desesperados y perdidos. Pero, de repente, comenzaron a ver a lo lejos un punto de luz blanca que se encendía y apagaba en la espesura de la noche. Remaron y remaron para llegar a esa luz constante y brillante, sin saber hacia dónde iban.
A medida que se acercaban, los pescadores notaron que al encenderse la luz, se reflejaba en la piedra la imagen de la Virgen y así se dejaron guiar hasta llegar y darse cuenta que era una cueva en la que podían pasar la noche y estar protegidos. Al amanecer, consiguieron el camino de vuelta y luego regresaron a la cueva para venerar a la Virgen por haberlos protegido.
Desde entonces, esa cueva se convirtió en un pedacito de fe, en el medio del mar oscuro.
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