En la antigua ciudad de Hebrón, en Cisjordania, bajo una construcción de la época de Herodes, se encuentra uno de los lugares más sagrados para judíos, cristianos y musulmanes: la Cueva de los Patriarcas, donde se dice que están enterrados Abraham y sus descendientes.
Dicha cueva consiste en una serie de cámaras subterráneas con varias tumbas en las que, según las tradiciones bíblica y coránica, reposaban los Patriarcas y Matriarcas (excepto Raquel, que se dice fue enterrada cerca de Bethlehem). Encima de estas catacumbas se construyó, en la época de Jesús, el edificio que hoy las cubre y que constituye la única estructura del reinado de Herodes que ha sobrevivido intacta. Este edificio se convirtió, a través de la conquista islámica y después de las cruzadas, en mezquita e iglesia, pues las tres religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e Islam) veneran a los Patriarcas.
La entrada a la Cueva de los Patriarcas está generalmente prohibida al público en general, salvo ocasiones especiales (como exploraciones arqueológicas) y con los debidos permisos, pero sí se puede visitar la estructura que la cubre, que hoy en día está accesible a los turistas. Allí se encuentran varios cenotafios (monumentos funerarios, que no tumbas) dedicados a los Patriarcas y las Matriarcas, bellamente decorados. Algunas mujeres visitan el recinto antes de su boda para rezar por un matrimonio largo y feliz.