Los dirigentes del PP se desentienden del desastre andaluz y culpan al PSOE, por ser el partido que ha gobernado Andalucía durante las últimas tres décadas, de las desgracias de esta tierra sureña, campeona en desempleo, avance de la pobreza, corrupción, fracaso escolar, recortes y otras vergüenzas. Sin embargo, el PP tiene una notable culpa en el drama andaluz por no haber sabido ser una oposición fiable y por nunca haber sabido conectar con el alma andaluza. ---
Aunque nadie es mas culpable que el PSOE de las desgracias de Andalucía, porque lleva gobernando sin interrupción este territorio desgraciado desde hace casi 40 años, es justo también culpar al PP por no haber sido jamás una alternativa fiable de gobierno, por haber fracasado siempre en su misión de ser alternativa real de poder y por haber frustrado una y otra vez la esperanza de los andaluces, que querían un cambio que les librara del dogal socialista.
Andalucía, por su potencial económico, su clima, sus ventajas turísticas y por su riqueza agrícola y creativa, es como un Ferrari conducido por un inepto que ni siquiera sabe donde está el cambio de marchas. El socialismo, a pesar de haber gobernado Andalucía durante casi 40 años, no ha sido capaz de sacar a esta tierra de la cola de España y de Europa, un puesto que ocupa año tras año, a pesar de haber recibido mas de 70.000 millones de euros en ayudas europeas por ser región subdesarrollada.
Las estadísticas y datos señalan a Andalucía como una tierra atrasada, víctima todavía del señoritismo, inculta, con fama de indolente y poco trabajadora, adicta a las subvenciones y subsidios y ocupando puestos de record en casi todas las miserias: desempleo, con una tasa de mas del 30 por ciento, renta per cápita baja, déficit en la calidad de la enseñanza, fracaso escolar, emigración masiva de jóvenes en busca de empleo, peso agobiante del gobierno en la economía y la sociedad y, por encima de todo, corrupción, una lacra lacerante que hace que los socialistas andaluces hayan sido protagonistas de los principales escándalos del país, sobre todo el de los EREs falsos y el todavía mas grave de la gran estafa de los cursos de formación.
El último escándalo, en vísperas del inicio de la campaña electoral, ha sido el de colocar a los ex consejeros implicados en casos de corrupción en la diputación permanente del Parlamento, protegiéndolos así, como aforados, para que los tribunales ordinarios no puedan hacerles nada, un comportamiento que viola de manera directa la promesa hecha por la presidente Susana Díaz de luchar contra la corrupción.
El Partido Popular de Andalucía es un modelo de fracaso y decepción digno de estudio porque nunca ha sido capaz de ganarse un apoyo de los andaluces suficiente para gobernar. Ni siquiera fue capaz de alcanzar el gobierno cuando Zapatero cubrió el mapa de España de vergüenza, descrédito y rechazo, facilitando así una victoria abrumadora del PP en España. En Andalucía, con Javier Arenas de candidato, el PP se mostró débil y perdió tantos apoyos que el socialismo, apuntalado por Izquierda Unida, volvió a gobernar de nuevo, a pesar del terrible desprestigio y desgaste que padecía.
En las próximas elecciones del 22 de marzo, convocadas por la presidenta Susana por pura ambición personal, porque necesita ser elegida y presentarse como ganadora para arrebatar la secretario general del PSOE a Pedro Sánchez, los socialistas se perfilan nuevamente como partido victorioso, frente a un PP que perderá apoyos y cuyo candidato, Juanma Moreno, un invento del propio Rajoy desconocido en tierras andaluzas, proyecta un encefalograma político casi plano, sin capacidad alguna de ilusionar y de ser atractivo para el electorado.
El PSOE perderá votos porque se los va a arrebatar Podemos, pero no los suficientes para perder el poder, mientras que el PP, con gran parte de su electorado decepcionado e indignado por el comportamiento de Rajoy, perderá muchos votos, parte de los cuales se irán a la abstención y el voto en blanco, además de otros muchos que optarán por VOX y Ciudadanos, un partido este último que, bajo el comando de Albert Rivera, exhibe gran vigor, crece cada día en las encuestas y ha logrado revitalizar ese centro sociológico en el que los españoles suelen refugiarse cuando el país está en situación de emergencia y profundo deterioro.