Nos levantábamos hoy con la noticia de que Sarkozy había citado a Thierry Henry en el Elíseo para pedirle explicaciones sobre la lamentable actuación de la selección francesa en el Mundial de Sudáfrica. Un jefe de estado, con no pocas preocupaciones, que se adentra en terreno pantanoso.
Los galos han eclipsado el mal fútbol. España no apuntala, Italia se queda a medio gas, Inglaterra sufre, las africanas se caen de su Mundial… Pero sigue siendo más recurrente la polémica generada por la selección de Domenech. Dimisiones en la Federación, motines de los jugadores, alzamientos del capitán, insultos, chivatazos, enfrentamientos del cuerpo técnico, abandonos… Las entrañas de la selección, al descubierto en el mayor escaparate del fútbol mundial. “Las vuvuzelas son a los oídos, lo que Francia, a los ojos”, ha llegado a manifestar Kempes.
Ante todo eso, la respuesta institucional no se ha hecho esperar. Aguardamos con impaciencia lo que pueda trascender de dicha reunión. Mientras, unos nos preguntamos si realmente procede ese encuentro. Aunque si lo pensamos, los representantes de los países acuden a las celebraciones, a las finales y a las victorias. Se pronuncian con aplausos. Así, pues, ¿por qué no iban a hacerlo con reprimendas?
Al final, la mano de Henry ha tenido fatales consecuencias. Una infracción que llenó de júbilo a todo un país y dejó en la estacada a Irlanda. Hoy, los franceses anularían el gol, renunciarían al Mundial y estarían más contentos. Será el propio Henry quien estrechará su mano con el jefe para recibir la posterior reprimenda.
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