Revista Opinión

La culpa es de otro

Publicado el 19 julio 2010 por ArÍstides

LA CULPA ES DE OTRO
LA CULPA ES DE OTRO
MI MENTE ES MI TEMPLO.

El Sol saldrá a las 6.03h. y se pondrá a las 18,10h.

Terminadas las fiestas y con bastante cansancio, este plumilla de lo cotidiano vuelve a la carga con el Pepitogrillo que lleva dentro. Y es que siempre me ha llamado la atención la diferencia de criterio que aplica nuestro cerebro en virtud de nuestra doble condición de votantes. Por un lado, quienes tienen la suerte de trabajar, de organizaciones sindicales y por otro, de partidos políticos. La cosa tiene su aquel, ya que mientras a las agrupaciones que representan a los trabajadores en las empresas se les pide una defensa a ultranza de los derechos laborales, luego se delega el voto político mayoritariamente a partidos que apoyan reformas de conquistas laborales que tanto ha costado lograr a los primeros.

Nuestro cerebro hace gala de un puntito de esquizofrenia y manifiesta una dualidad difícil de entender. Máxime, cuando luego sin ninguna autocrítica censuramos los comportamientos de partidos y sindicatos sin sentirnos responsables de nuestras contradicciones. Aunque lo cierto pueda ser que no las consideremos como tales y que hayamos hecho de ellas nuestra manera de ser.

De esta forma, toleramos que los niños copien en los exámenes mientras reclamamos valores cívicos para ellos, o defraudamos a Hacienda al tiempo que criticamos la laxitud de la administracción en su lucha contra el fraude. Por no referirnos a quienes cogen bajas laborales injustificadas con el discurso de que los empresarios desmantelan empresas después de cobrar subvenciones. Lo peor de todo es que estos individuos dan cuenta de sus hazañas con el mayor de los descaros para vergüenza de la gente honrada.

La cosa tendrá su gracia cuando, en otoño, los mismos sindicatos a los que votamos y exigimos la defensa de las conquistas socio-laborales planteen huelgas y manifestaciones a los mismos políticos elegidos por nosotros para el gobierno de los entes del estado. Y así nos va la vida, haciendo responsables de nuestras desgracias a terceros, sin preguntarnos qué parte tienen en ellas nuestras decisiones.


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